Un debate que involucra en más de un sentido medios de comunicación, economistas -sobre todo- y otras opiniones está abierto: obligaciones de los Estados de protección a las personas (a partir fundamentalmente de sus existencias) y la producción, calculada en valores del PBI: saldrán ¿con mandatos políticos- burócratas que empeñarán a los países capitalistas dependientes a pedir préstamos o habrá quienes se animen a recaudar más de las oligarquías vernáculas? Unos diez países y territorios de Micronesia, la Melanesia y la Polinesia (algunas de las 22 divisiones en que secciona la ONU a Oceanía) escapan a la presencia de la epidemia de coronavirus dadas sus exiguas dimensiones, su escasa población o lejanía de naciones que padecen la pandemia y con los cuales otros mantienen contactos e intercambios. (Tampoco existen casos de contagios o fallecidos en Malvinas.) Sin embargo, no lograron eludir la reducción de algún tipo de su producción o su oferta turística que sufre las cancelaciones de vuelos, cruceros y pasajeros.
Las agencias regionales de Naciones Unidas ya se han adelantado a hacer sus previsiones, contándose entre las más drásticas las latinoamericanas medidas por Cepal, algunos de cuyos datos son objetados por los Estados miembros (caso Uruguay-gobierno de Lacalle Pou). El Covid-19 -como se le ha denominado al tipo de contagio-pandémico que nos asuela- ha instalado en el seno de nuestras sociedades -con pretensión de independencia acerca del impacto sanitario y sus consecuencias- la discusión desde hace un tiempo (en particular en la medida que la viralidad contagiosa se prolonga) y esto «obliga» a la necesaria “liberalización” de las medidas coercitivas con las cuales se intentaba reducir el alcance de las infecciones, el número de pacientes de la inherente cuarentena y abatir los altos índices de mortalidad que ocurre en muchos casos.
El debate se suma a otro en el cual los trabajadores de pequeñas factorías, profesionales liberales, vendedores por la cuenta (por ejemplo, los que encontrábamos en algunas esquinas ofreciendo servicios, comidas o baratijas) y que en el mundo representan, según estimaciones, a fines de agosto, unos 30 millones de personas, exigen de los gobiernos que se considere su situación. O más simplemente, detengámonos a ponderar la situación de quien sólo tiene una computadora, más de un hijo en edad escolar y llega el momento en que se empiezan a dictar las teleclases.
Para el caso, nos inclinamos nuevamente para contrapuntear al mayor propagandista del uso del PBI como medida de comportamiento económico de las naciones, sus seguidores (Premio Nobel 2001 en la materia defendiendo esa idea) y el ahora como crítico de primera línea del método, habiendo “transgredido” la ortodoxia al felicitar al venezolano Hugo Chávez hace unos años. Si hubiere que agregar algún otro elemento con picaresca a sus acciones, disociarlo -en todo caso- de su alejamiento del PBI desde antes de conocerse el tema de la actual pandemia: Joseph Stiglitz inició sus críticas y abjuró metodológicamente desde antes de que se mencionara ésta y la agudeza de su crítica se afianzó en este año de forma coherente con lo que había sido su prédica antineoliberal previa.
Para el caso, nos inclinamos a prestar atención al mayor propagandista del uso del PBI como herramienta de medición económica de las naciones, sus seguidores (Premio Nobel 2001 en la materia defendiendo esa idea) y el ahora censor frente al procedimiento. Si hubiera que agregar algún otro elemento con picaresca a sus acciones, disociarlo -en todo caso- de su divorcio del PBI desde antes de conocerse el tema de la pandemia actual: sigo refiriéndome a Stiglitz.
En lo anterior, nos apoyamos en la sucesión de entrevistas, visitas y conferencias del economista dando declaraciones, advirtiendo sobre cambios en el consumo y el empleo y acerca de la inevitabilidad de la intervención del Estado para llegar a una recuperación operativa. Afirma Stiglitz: “El efecto post-pandemia en las economías será anémico, no solo para los países que manejaron mal el brote, como Estados Unidos, sino a nivel global”. Por ese camino, concluye que «la macroeconomía nos dice que el gasto caerá, debido al debilitamiento de los balances de los hogares y las empresas, una serie de quiebras que destruirán el capital organizacional e informativo y un fuerte comportamiento preventivo inducido por la incertidumbre de las empresas,: una serie de quebrantos que destruirán el capital organizacional e informativo y un fuerte comportamiento preventivo inducido por la incertidumbre sobre el curso de la pandemia y las respuestas de política a la misma».
Al respecto, Stiglitz explicó que «la macroeconomía nos dice que el gasto caerá, debido al debilitamiento de los balances de los hogares y las empresas, una serie de quiebras que destruirán el capital organizacional e informativo y un fuerte comportamiento preventivo inducido por la incertidumbre en los países que manejaron mal el brote, como Estados Unidos, sino a nivel global». Subrayó: «Sabemos por la teoría económica y la historia que los mercados por sí solos no son adecuados para gestionar dicha transición, especialmente considerando lo repentino que ha sido», señaló, agregando «políticas para proteger a los más necesitados, proporcionar liquidez para evitar quiebras innecesarias y mantener vínculos entre los trabajadores y sus empresas son esenciales para garantizar» la reactivación de la economía.
Cuando la actual pandemia pase (algún día ocurrirá) y comiencen las reconstrucciones económicas delos países, será bueno observar quién pagará la actual crisis, ajuste y nuevo modelo que surgirá. No estaría mal que sólo fuese ese 1% que se ha beneficiado durante siglos de su dominio sobre el 99%:bueno… no creo que se llegue siquiera a lo que plantea don Joseph, pero soñar no cuesta tanto y si por una vez arriman algo no vendrá mal y lo cacarearían hasta los bisnietos.
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