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¿Luces y sombra del gobierno de Lacalle Pou?

¿Luces y sombra del gobierno de Lacalle Pou?
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Faltan pocos días para que finalice el gobierno de la Coalición y se puede hacer un balance preliminar de su actuación. ¿Cumplió con las promesas y objetivos planteados? ¿Cuáles fueron sus principales aciertos? ¿Qué errores graves cometió? ¿Para quién fueron los cinco mejores años de su vida? ¿Somos más libres los uruguayos? ¿Estamos más seguros? ¿Tenemos más trabajo? ¿Qué herencia deja al próximo gobierno?

Espacio y tiempo para evaluar
Isabel Viana
La pregunta que Voces nos plantea hoy implica abrir juicio sobre una etapa muy definida y parados en una situación de cambios múltiples. El país está a punto de entrar en un nuevo tiempo político. Estamos ante la incertidumbre del cambio de la gestión de una coalición política integrada por cinco agrupaciones con orientaciones explícitamente dispares y que se autodefinen como “de centro” y “de derecha”, a un próximo período de cinco años en los que gobernará un frente compuesto por una veintena de grupos políticos, que se definen como “de izquierda” o de “centro-izquierda”.
El Frente Amplio ya gobernó por tres tiempos políticos: eran otras caras, otros pesos relativos de fracciones, otras capacidades de los líderes, ente los que predominaban las edades avanzadas.
La Coalición Republicana ha gobernado los últimos cinco años. El presidente Luis Lacalle obtuvo un índice de aprobación de su gestión muy alto, no así los restantes dirigentes de los grupos coaligados con el Partido Nacional.
El Frente Amplio, en el período en análisis, se caracterizó por una oposición constante, frecuentemente calumniosa y escasa participación pro-activa. En el período quedaron definidos dos bandos enfrentados, dispuestos al señalamiento de lo que juzgaron negativo y con escasa voluntad de hacer visibles o cooperar en los pasos positivos. El país no eligió netamente entre ambos: los votantes se dividieron casi por mitades.
Creo que cada tiempo político ha impreso sus hechos en la historia del país, que se construye a partir de un zigzag de oposiciones aparentes, que vistas en el espacio regional y en tiempos largos, construyen un camino de acuerdo a las tendencias del capitalismo global, en el que se destaca la coherencia con las líneas de “desarrollo” económico que se nos imponen, no tanto por estados, sino por las tendencias concentradoras del poder del capitalismo SXXI.
Hay una continuidad de políticas económicas aplicadas desde 1983 por Vegh Villegas, Zerbino, Braga, de Posadas, Martins, Mosca, Bensión, Alfgie, Astori, Lorenzo y Bergara. Excluyo a Atchugarri y a Arbeleche, por algunas valoraciones personales. Ninguno de esos ministros encaró los graves problemas nacionales: ni el desarrollo interno, ni los asentamientos, ni una política de protección de bienes naturales, ni la seguridad (física, en el trabajo, en la educación, en la calidad de vida). Todos ellos transaron con contratos secretos, cesiones de sectores importantes de la soberanía nacional. En muchos casos, sobre todo con los contratos secretos, se prescindió de la consulta con el Parlamento.
Valoro el gobierno de Luis Lacalle por varios hechos: la seguridad con que se condujo al país durante la pandemia, algunas acciones en el campo de las organizaciones internacionales, la continuidad de trabajos comenzados por el gobierno anterior, las acciones sobre la totalidad del territorio (sequía), la preocupación por la comunicación directa con los ciudadanos, el manejar la oposición sistemática que se hizo a su gobierno, desde fuera y desde dentro de la Coalición. Creo que no se puede juzgar a un gobierno por los tremendos actos de corrupción individual que conocemos (menos por lo que no conocemos, pero sabemos que existen) y que debió afrontar… como los gobiernos anteriores.
El país no ha retrocedido en la comparación con el contexto regional o global: ha conservado muchos elementos esenciales de su trayectoria institucional, particularmente su cultura cívica. Pasamos a otro tramo del zigzag histórico. ¡El que pasó no fue en bajada!

Un FODA de Lacalle Pou
Alejandro Andrada
Evaluar la gestión de un gobierno siempre es complejo, y en este caso, aún más. Así que para estructurar este balance, utilizaré el clásico modelo FODA: fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas, y escribiré exclusivamente desde lo social y desde Montevideo, por lo cual mis opiniones ni son abarcativas de todo el gobierno, ni necesariamente se corresponden con la realidad de todo el país.
Fortalezas
Si hay un punto donde el gobierno de Lacalle Pou se destacó, fue en la comunicación durante la pandemia. Con conferencias diarias, voceros claros y un discurso alineado, logró transmitir certidumbre en tiempos de incertidumbre. La estrategia de «libertad responsable» permitió mantener cierto equilibrio entre economía y salud, aunque expuso la falta de un plan de contención más sólido para quienes se encontraban en situación de vulnerabilidad social.
Algunas iniciativas fueron bien recibidas: la distribución de alimentos, las canastas, el apoyo a las ollas populares y el PAT (Programa de Acción Territorial) del INDA, que brindó almuerzos listos para consumir. Sin embargo, la comunicación oficial no supo capitalizar estos esfuerzos, al punto de que muchos aún creen que el gobierno estuvo ausente.
En infraestructura, ANTEL llevó fibra óptica a zonas postergadas como Casavalle, una mejora largamente esperada que se concretó en este período.
En seguridad, el Ministerio del Interior logró reducir la mayoría de los delitos y reforzar el respaldo a la Policía Nacional. Aunque los homicidios siguen siendo un problema, el hecho de que algunas figuras clave continúen en el próximo gobierno sugiere que incluso la nueva administración reconoce los avances.
En el ámbito laboral, la gestión de Pablo Mieres en el MTSS se destacó por mantener una baja conflictividad sindical.
En educación, la ANEP impulsó reformas y obras importantes, pero con un estilo de conducción que no favoreció el diálogo constructivo y que terminó restando apoyos al gobierno.
Oportunidades (perdidas)
El gobierno tuvo la oportunidad de ampliar su base política y generar consensos más amplios. Pudo haber tendido puentes con sectores moderados del Frente Amplio o con votantes independientes, pero no lo hizo. Gobernó principalmente para su electorado y con su gente. En el interior, esta estrategia le funcionó, logró la victoria en 15 de los 19 departamentos, pero al relegar los grandes centros urbanos perdió la elección.
Debilidades
Uno de los principales problemas del gobierno fue la falta de una militancia territorial fuerte, que conectara al gobierno con el pueblo.
Algunos funcionarios trabajaron con cercanía y sensibilidad, pero no fue el común denominador, personalmente ví gente que le puso mucho cariño a la gestión como Pablo Bartol, Pocho Caramés, Ignacio Elgue, José Luis Bringa y Alejandro Sciarra, por nombrar algunos referentes. Ví mucha gente buena laburadora “muy sola”, sin un equipo que los respaldara y sin una estrategia unificada de fondo.
El gran debe en materia social fue la crisis de personas en situación de calle. Hoy, más de 5.000 personas viven en las calles de Montevideo. Un fracaso del sistema y un verdadero desastre social que, como tal, debería ser abordado.
Otra gran debilidad fue la falta de integración con la oposición. Un gobierno que ignora o subestima a sus adversarios políticos corre el riesgo de quedar aislado. Y eso fue lo que ocurrió.
En términos económicos, el gobierno priorizó la ortodoxia fiscal sobre las necesidades inmediatas de la población. El retiro del subsidio al supergás, que elevó el precio de la garrafa de $609 en 2021 a $822 en 2022, afectó a miles de trabajadores y jubilados.
También fue una medida «antipueblo» y, por tanto, un error la eliminación de los 2 puntos de IVA en compras con tarjeta.
En comunicación, tras el éxito inicial en la pandemia, el gobierno perdió el rumbo. Se presentaron como grandes avances medidas que terminaron decepcionando, como la rebaja del IRPF, que para muchos significó apenas $300 extra al mes.
Los medios públicos no lograron generar una propuesta atractiva capaz de fortalecer el trabajo del gobierno, y la gestión del Ministerio de Educación y Cultura fue un fracaso en términos populares.
Amenazas
Paradójicamente, la mayor amenaza para el gobierno no vino de la oposición, sino de su propia coalición. Las disputas entre dirigentes y sectores evidenciaron la falta de unidad en el gobierno.
Hubo figuras dentro del oficialismo que no ayudaron. Mandos medios y operadores políticos con actitudes soberbias que generaron más problemas que soluciones. En lugar de construir diálogo con sectores vulnerables, algunos funcionarios adoptaron una postura confrontativa, discutiendo con personas en los asentamientos y afectando la imagen del gobierno.
Conclusión
El gran error del gobierno de Lacalle Pou fue no construir un proyecto viable a largo plazo.
Si bien tenía una visión clara del país que quería a largo plazo, no supo traducirla en un plan estratégico de gobierno con objetivos concretos y alcanzables en cinco años.
La pandemia y la crisis hídrica impusieron su agenda, obligándolo a una gestión reactiva, apagando incendios permanentemente. En muchos casos, las respuestas llegaron tarde y fueron insuficientes.
El resultado está a la vista: el Frente Amplio vuelve al gobierno con un respaldo contundente. Ahora, la gran incógnita es si el nuevo gobierno habrá aprendido de sus errores pasados y podrá responder a las expectativas de la ciudadanía. Porque si hay algo que quedó claro en esta elección, es que la gente no solo vota por ideología: vota por gestión.

El mejor presidente blanco
Roberto Elissalde

El gobierno de Luis Lacalle Pou fue el mejor gobierno blanco que he conocido. Es cierto que conocí pocos: el de él y el de su padre. Pero además me queda claro que fue un mejor gobierno que el que yo esperaba. No fue el de una pompita ni el de una persona frívola que no atendiera lo que sucedía con su equipo o con el país.

La cadena interminable de escándalos que lo jalonó no es atribuible a su desinterés o falta de disciplina, sino a su carácter de clase: el gobierno de y para los malla oro. Muchos de sus integrantes estaban allí para obtener ventajas. No voy a hacer la lista de desastres que hundieron a decenas de miles de uruguayos frágiles en la pobreza o en la dependencia de trabajos inestables o los escándalos que arrastraron descrédito en las instituciones por ser usadas para fines personales o grupales. Es posible que en las páginas contiguas a esta nota haya ejemplos de todo tipo.

¿Entonces? Primero quiero decir que no hubo desgobierno ni fraccionalismos que debilitaran al Ejecutivo. Los intereses de los privilegiados fueron respetados y ampliados, pero no como parte del manoteo sino como concepción filosófica y económica. La libertad de controles, la liberalización de criterios y el respeto por el fin de lucro fue respetado para todos. Para los pobres fue incentivado el objetivo del emprendedurismo, algo que destaco como parte de la lucha ideológica que también encararó el Presidente como parte de su tarea.

Segundo: la persona Luis Lacalle Pou aceptó ser el personaje Presidente de la República y Líder de la Coalición y se atuvo, al pie de la letra, a la conveniencia del rol acordado. Nadie sabrá si la persona prefería estar surfeando en La Paloma o acelerando en su Harley Davison por La Barra o haciendo un discurso bajo la lluvia, subido a la rambla portuaria elevada o explicando la necesidad de un Mercosur flexible en el Parque Hotel, ante el silencio e indiferencia de sus colegas. Incluso podría decirse que tal vez por casualidad o más seguramente por consejo externo, la combinación resultó exitosa ante la opinión pública.

Tercero: tanto el Partido Nacional como sus socios menores aceptaron sin dudas que el líder era Luis, lo que dio una buena imagen y generó confianza. No hubo “un gobierno en disputa” como le pasó en algún momento al Frente Amplio ni tuvo dos equipos económicos (Isaac Alfie fue el claro conductor).

El Presidente se retiró con una opinión mayoritariamente favorable, incluso conquistando simpatía en votantes del Frente Amplio. Esto debería hacer pensar a sus principales cuadros estratégicos y a sus partidos más relevantes. No alcanza con autopercibirse como la vanguardia de la revolución o defensores del pueblo. No alcanza con presentar un programa de 150 páginas, detallando cuidadosamente cuál es el acuerdo entre sus sectores para guiar a un gobierno.

Para ganar elecciones hay que ganar corazones, generar ilusiones, tener símbolos más comprensibles que un programa de gobierno. Hay que hacer el peligroso recorrido de la síntesis simplificadora, de la generación de propuestas concretas que, sin traicionar los profundos acuerdos programáticos, puedan tentar al deseo, despertar al inconsciente y generar interés y adhesión.

Una política de izquierda que no le haga lugar a los aspectos más afectivos de la adhesión política nos tendrá mirando asombrados cómo un personaje como Luis Alberto Lacalle Pou se roba el corazón de la mayoría de los uruguayos.

Lo importante y lo que importa
Cristina de Armas
A diez días de culminar lo que puede ser el último gobierno blanco de nuestra historia creo que para hacer un análisis honesto de él debemos hacer dos divisiones. La primera entre el gobierno y el presidente. La segunda, entre lo que es importante y lo que a la gente le importa. Importante en breve repaso ha sido la gestión y salida de la Pandemia y allí debemos mencionar al ex ministro Salinas y a la comisión de expertos creada con ese fin. La guerra en el exterior que sacudió economías, la sequía. Y con todo esto sostener y recuperar el salario y allí el ministro Mieres y mientras tanto se votó la LUC, se reformó la Seguridad Social y la Educación de la mano del presidente del Codicen, Robert Silva. En el acuerdo o la discrepancia existe algo ineludible: la importancia de la elección de los hombres de gobierno, especialmente cuando no son de sus filas. A nivel económico el manejo del déficit fiscal, la inflación y sobre todo mantener siempre nuestro grado inversor en medio de todo han sido grandes logros, aunque se insista en el atraso cambiario. Su problema, en filas de su propio partido, pero para alguien de más de 40 años que conoce de gobiernos blancos, éste ha sido un gobierno blanco diferente y eso ha sido por su presidente. No sólo ha pasado por sobre todo lo sucedido a nivel país y a nivel personal ganando el respeto y el aprecio de la ciudadanía más allá de divisas sino que llevo adelante el gobierno blanco más moderadamente liberal que ha existido. Cuando al inicio del mandato se sentó junto a la ministra de economía y anunció que la guia sería Keynes, cuando en la Cepal anunció que se terminaba el proteccionismo y cuando como ha sido su costumbre al recorrer el país fue a celebrar la llegada de una ambulancia a un pequeño pueblo dijo- y parecía un mensaje a la clase política – que eso es importante para la gente, eso que puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, dio cátedra de ser un pura sangre de la política, de los pocos que quedan. Evidentemente para el ciudadano común lo más importante no es Katoen Natie ni Neptuno es su día a día y sus necesidades básicas. Mirando la elección a nivel humano y técnico de sus hombres que ha hecho el presidente electo la esperanza es grande, ojalá sepa mantener el difícil balance entre lo importante, y lo que importa.

CAMBALACHE
Gonzalo Pérez del Castillo
El mundo atraviesa un momento de profundas transformaciones en una amplia gama de temas que hacen a la convivencia y a la dignidad humana. Estamos asistiendo a un cambio de época. Los valores que permitieron un decisivo progreso y una relativa paz en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial están siendo cuestionados. Ha perdido relevancia la ONU y sus organismos dependientes, incluidas la Cortes internacionales de Justicia. Acaso el Estado Nación ha dejado de ser el sujeto principal. Ante tal crisis, los países más poderosos son quienes se sienten más acorralados y, en consecuencia, agreden.
Es notoria la falta de criterio, sensatez y honestidad que caracteriza a un alto porcentaje de líderes mundiales de la actualidad. Sorprenden aún más sus demenciales actos y propuestas. Tal vez los uruguayos debamos sentirnos conformes por haber tenido, simplemente, un presidente cuerdo.
Luis Lacalle Pou debe ser consciente de los agudos problemas que enfrenta su generación. Es un presidente de su tiempo pero, acaso por pertenecer a una familia de vieja raigambre política en nuestro país, su foco estuvo en los temas internos del Uruguay y no en las relaciones internacionales.
En este sentido, supo plantarse ante los duros y variados problemas que le tocó enfrentar con una dosis de responsabilidad y madurez que no todos esperaban.
La pandemia del COVID19, la larga sequía, el desequilibrio de precios con la República Argentina y los efectos comerciales y financieros que provocó la guerra en Ucrania fueron muy severos, e imprevistos, reveses. No tuvo, en su favor, elementos externos de similar enjundia que equilibraran la balanza. La caótica situación regional tampoco facilitó su gestión.
Lacalle Pou manejó personalmente una coalición de gobierno que no era tal y que no hubiera funcionado sin su liderazgo. Fue solo él quien supo mantener ese colectivo unido y operando en forma conjunta con exitosos resultados en algunas áreas como la salud, el trabajo y la seguridad social. De haber tenido mejor fortuna y más tiempo hubiera contribuido a modernizar el país en otras áreas que así lo requieren, como la educación o la lucha contra el crimen organizado.
La oposición no le hizo la vida fácil en ningún tema lo que, en definitiva, es su rol. Fue aún más intolerante con él en los asuntos internos que complicaron a su gobierno y en los que sí tuvo responsabilidad.
El pueblo uruguayo concluyó que la coalición de gobierno no merecía un segundo turno. Sobre eso no cabe discusión. Aún así, Luis Lacalle Pou será recordado, mal que le pese a sus acérrimos opositores, como un presidente que enfrentó, y superó, las adversidades reales y concretas con las que tuvo que lidiar en el quinquenio.
En su discurso de aceptación como presidente de la Cámara de Diputados en la nueva legislatura, Sebastián Valdomir dijo que el Uruguay “necesita solucionar problemas urgentemente como la falta de transparencia …”. Lo mencionó en primer lugar.
En el Índice de Percepción de la Corrupción que publica Transparencia Internacional en 2024, Uruguay figura con ranking 14 en 180 países. Nuestro país se percibe como más transparente que 166 países incluidos Canadá, Alemania, Austria, Francia, Estados Unidos, Israel, Italia, España y un larguísimo etc. Los datos ciertamente no parecen corresponder con el insistente relato de la oposición durante la campaña.
Pero más transparencia es siempre bienvenida. Los presidentes Valdomir y Cosse pueden comenzar con transparentar el gasto del Poder Legislativo que en 2023 fue de 159 millones de dólares. El costo de los legisladores electos, todos ellos más sus suplentes, no alcanza los 20 millones de dólares anuales. ¿En qué se gastan los USD 139 millones anuales restantes?
Bienvenido sea un nuevo gobierno en el Uruguay: democrático, transparente y bien ubicado en estos tiempos perturbados y violentos.
El país de las sombras largas

Eduardo Vaz

El gran balance ya lo hizo la ciudadanía. El oficialismo perdió por 100 mil votos la presidencia.
A todo perdedor le cuesta aceptarlo, más cuando la soberbia y el relato propio son tan fuertes. Se habla de mala comunicación, de batalla cultural, de otras excusas que no hacen más que no aceptar los errores y el fracaso.
Fueron desmedidas las promesas para llegar en el 19 y el balance popular fue clarísimo.
De todas formas, rescataría dos hechos que, en mi opinión, son los mayores aportes del gobierno a la “acumulación positiva” nacional: el principal, la creación del GACH y, en segundo lugar, la baja de la inflación.
El GACH fue una notable respuesta creativa y audaz que juntó lo mejor que tenía nuestra sociedad para enfrentar una pandemia desconocida. Superando prejuicios anti universitarios y anti científicos que tanto anidan en la mentalidad de la derecha, se apeló a la inteligencia nacional, al sistema nacional de salud, a la conectividad instalada, en fin, se movilizó a todas las fuerzas disponibles para una batalla inesperada y traicionera.
Sin embargo, el desoírlo en el momento crucial fue, seguramente, el principal y más dramático error del gobierno. «Blindar abril» fue la advertencia clara pero el gobierno hizo caso omiso y las consecuencias fueron brutales: de ser uno de los países de menor tasa de contagios a estar en el primer puesto con miles de muertes.
Al final, quedamos en la mitad de la tabla de promedios en cuanto a muertes por covid. Para los recursos que el país tenía fue un mal resultado, desgraciadamente.
Lo que no opaca la idea y la labor del GACH. Fue una gran lección para nuestra sociedad y es un camino a seguir en esta vertiginosa sociedad de la IA: solo pegando ciencia, tecnología e innovación a desarrollo inclusivo y sustentable tendremos alguna chance de no ser barridos del mundo por pandemias o guerras comerciales.
La baja de la inflación es un dato relevante a cuidar. Los economistas y otros dirán que se planchó el dólar, hubo perjuicios serios para la competitividad y bajó la calidad de vida. Cierto, pero el hecho está y es bueno mantenerlo; se debe trabajar para que este impuesto durísimo al más débil se refleje en la canasta básica primordialmente y no solo en los promedios generales, junto al aumento de los salarios reales y pasividades.
En tren de marcarle los peores actos de gobierno, la entrega por décadas del puerto en forma inconsulta, sin estudios económicos y jurídicos, solo por un acuerdo político secreto entre 4 gobernantes y la empresa belga, es un récord que los nacionalistas y socios tendrán de por vida.
Y la cantidad de escándalos a nivel de la Torre Ejecutiva y varios ministros, involucrando al Presidente -siempre sorprendido en su buena fe-, golpearon mucho la credibilidad institucional y el prestigio del gobierno. Como mostró O. Bottinelli, a la hora de votar las listas con Lacalle Pou al frente y su imagen presidencial estampada, solo el 26% lo hizo. Votos, no interpretaciones ni encuestas.
No hay más libertad ni derechos, ni fueron los mejores 5 años para las mayorías, ni bajó el déficit fiscal y aumentó la deuda. ¿De qué se jacta el gobierno saliente?

Su popularidad siguió creciendo

Carlos Ma. Rodríguez Folle

Para juzgar la gestión de Luis Lacalle Pou conviene dividir el período en antes y después de la pandemia mundial.
Teniendo en cuenta que nadie conocía mucho del tema, lo que llevó a todos los gobernantes a tener que “ talentear “ , realmente su gestión de la pandemia fue sumamente exitosa.
Tanto la pandemia como la sequía ( y su correlativa escasez de agua potable ) le impusieron graves problemas que tuvo forzosamente que afrontar.
Y sorprendentemente lo hizo en forma muy acertada. Y en todo momento con una dura oposición que lo “ marcó a presión “.
Luego de los antedichos desafíos pudo emprender en forma la tarea de cumplir sus prometidos objetivos .
En ello también tuvo varios aciertos destacándose principalmente varios de los contenidos de la llamada LUC .
Recordemos algunos ejemplos, como la solución que le dio al problema de las garantías para los alquileres que benefició a mucha gente permitiéndole resolver su problema de vivienda.
También se logró en ella un mejor cumplimiento de las penas de los delincuentes ante la excesiva liberalidad de muchos jueces al otorgar libertades anticipadas.
Le dio también con la LUC libertad a la ciudadanía permitiéndole cambiar de compañía telefónica conservando su número.
Asimismo se impidió legalmente la ocupación de los lugares de trabajo, garantizando el derecho a trabajar de quienes así lo desearan en situaciones de huelga.
Estos son apenas algunos ejemplos de cumplimiento de sus promesas .
Capítulo aparte merece el haber logrado la reforma previsional, con su acertada conducción de la coalición republicana, algo de primera necesidad para el país.
En cuanto a las críticas, se ha señalado el error en la selección de su custodio, lo que si bien es cierto , como lo del pasaporte al narco Marset, a mi juicio no tienen la relevancia suficiente como para empañar seriamente su gestión .
En lo económico, le señalo como principal error el atraso cambiario, que se utilizó como instrumento para contener la inflación, lo que ha perjudicado al sector exportador. Y un país como el nuestro, con tan pequeño mercado interno tiene que jugar principalmente apostando a sus exportaciones .
En cuanto a lo global de su gestión, de acuerdo con lo que indican todas las encuestas ha logrado una popularidad sin precedentes en el final de su período, popularidad que siguió creciendo entre los meses de octubre y noviembre en pleno camino al balotaje .
Esto podría interpretarse como que sí, constitucionalmente hubiera sido posible, a mi juicio bien podría haber sido el ganador de las pasadas elecciones .

Pasando raya. Tarea cumplida

Gabriel Revetria.

¿Qué hay que poner en la balanza para evaluar un gobierno? La discusión de por sí, daría para escribir un artículo al respecto. Podríamos repasar uno a uno los compromisos asumidos por el gobierno saliente y contrastar en qué medida se cumplieron, lo cual será un trabajo sin dudas para hacer en los próximos meses. Si el gobierno de Luis Lacalle Pou estuvo marcado por un concepto, fue sin dudas la libertad responsable. El ejercicio de la libertad en el entendido de que el ser humano es bueno, que es empático, que cuidándose a sí mismo, cuidará también al prójimo.
Frente a la Asamblea General, el Presidente decía que, si los uruguayos son más libres cuando termine el gobierno, habría cumplido la tarea. Asumir con esta promesa, tan amplia y ambiciosa, nos empuja a que revisemos si los uruguayos hoy son, en efecto, más libres que en el 2019. Frente a la primera tempestad como lo fue el COVID, rápidamente la decisión fue optar por la libertad. Pasada esta etapa, algunos olvidan lo difícil que era tomar una decisión de ese tenor cuando algunos sectores de la sociedad y gran parte del mundo iban en sentido contrario. Veremos que fue una decisión que se mantuvo durante los cinco años, el faro fue siempre la libertad, en algunas oportunidades de forma explícita y en otras generando las condiciones para que se pueda vivir más libre.
Hoy los uruguayos pueden trabajar sin tener que optar por el trabajo o por las asignaciones sociales; pueden elegir qué compañía telefónica contratar, sin perder su número telefónico que se ha vuelto parte de nuestra identidad digital y como estos ejemplos podríamos desarrollar muchos más.
En cada rincón del Uruguay, encontraremos una obra que le cambió la vida a un montón de compatriotas, con el norte puesto en que no hay causa grande o chica, sino justa o injusta. Algunos no podían salir de sus casas cuando llovía, hoy tienen un pavimento que se los permite; otros necesitaban de una balsa o hacer recorridos extensos para poder cruzar un río, o arroyo; hoy tienen un puente que se los permite; otros debían desplazarse cientos de km para acceder a servicios médicos de calidad, hoy tienen esa atención a minutos de su hogar; cuántos jóvenes tenían que abandonar su pueblo para continuar su educación formal, hoy cuentan con centros educativos que le permiten proyectarse en su lugar de origen.
Vayamos a lo macro, hoy vivimos más seguros; más uruguayos tienen trabajo, y el salario real es el más alto en casi medio siglo.
Toda esta construcción se ha hecho con un instrumento nuevo, por su composición, como lo fue la Coalición de Gobierno, una herramienta que dentro de la pluralidad y amplitud, obliga a los sectores más fuertes a contemplar el deseo de sectores minoritarios que en algunas circunstancias se inclinaron por mantenerse en el paternalismo establecido y ya tradicional en nuestro país. ¿Hubo errores? Como en toda tarea gubernativa y sería absolutamente absurdo negarlo, y sobre ello reflexionaremos los meses venideros.
Si me remito al compromiso asumido por el Presidente, objetivamente los uruguayos somos más libres y entonces paso raya, tarea cumplida.

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