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Maduro, ¿Tentempié de China? Por Hoenir Sarthou

Maduro, ¿Tentempié de China? Por Hoenir Sarthou
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Quien siga creyendo que la crisis política de Venezuela es un conflicto entre izquierda y derecha vive una ilusión.
Me atrevería a decir que incluso quien crea que el problema es el alejamiento de los gobiernos chavistas respecto de las “´potencias occidentales” y su alineamiento económico y político con los BRICS (China, Rusia, India, Sudáfrica, Brasil, y sus respectivos aliados), también puede estar equivocado.
Es cierto, sí, que las clases sociales altas y medias venezolanas impulsan desde siempre a las candidaturas opositoras al chavismo, y que muy buena parte de la población venezolana está harta de la pobreza, la corrupción y la mala administración en que han terminado por sumergirlas el chavismo y en particular los gobiernos de Nicolás Maduro.
Sin embargo, el gobierno de Maduro, aunque parece tambalearse, sigue al firme y ninguna oposición o conjura, ya sea interna, externa, o mixta (incluidas las que aparentemente han contado con apoyo de los EEUU), ha logrado derribarlo.
Hay dos factores importantes que ayudan a explicar la situación.
El primero es que China no es sólo un socio comercial, principal comprador y vendedor de Venezuela, y seguramente su mayor acreedor. Los intereses chinos están asociados con el Estado venezolano en rubros estratégicos, como la producción de petróleo. El mejor ejemplo es la empresa SINEVESA, en la que la estatal venezolana PDVSA está asociada a la Corporación Nacional del Petróleo de China (CNPC), empresa energética estatal china.
Uso la palabra “asociados”, pese a que, por el nivel de endeudamiento de Venezuela y por sus pésimos efectos económicos y sociales, la asociación con China se parezca más al ahorcamiento por un acreedor que a una sociedad.
De modo que el alineamiento de Venezuela con los BRICS es mucho más que una jugada estratégica, circunstancial e incipiente, de los gobiernos chavistas. Venezuela está profundamente atada al proceso de expansión económica mundial de China, que suele ser vista como la rebelión contra hegemónica de los BRICS.
Esa expansión económica, que apareja también expansión política, está mucho más avanzada de lo que suele creerse. Lo demuestra el papel que juega China como mercado y proveedor de los países latinoamericanos, en los que ha sustituido a los EEUU como principal socio comercial, tal como los EEUU sustituyeron a Inglaterra luego de la Segunda Guerra Mundial.
Eso lleva a pensar que la retórica anti madurista de Blinken, y de anteriores gobiernos de los EEUU, es poco más que cháchara hueca para calmar a ciertos estamentos de la sociedad norteamericana, que ven con irritación el avance chino en su patio trasero. Sólo eso explica que Maduro (o el chavismo) parezcan de esos muñecos “tentempié”, siempre a punto de caer pero siempre en pie.
La gran pregunta es por qué el avance económico y político mundial de China no levanta mayores resistencias de las potencias occidentales, básicamente de EEUU y de Europa. Y aquí aparece el segundo e inesperado factor que puede ayudar a explicarlo.
Según anunció hace días la agencia de noticias “Bloomberg”, el gobierno de Maduro habría contratado a la empresa financiera “Rothschild y Co” para “mapear” su deuda pública, que asciende a unos 150.000 millones de dólares. La noticia ha sido comentada por economistas venezolanos, tanto oficialistas como opositores, por lo que parece ser creíble.
¿Qué significa en realidad?
Ante todo, genera sorpresa que un grupo económico de alcance global, como lo es la “familia Rothschild”, acepte vincular su nombre, usualmente a resguardo de publicidad, con el gobierno venezolano. ¿Por qué no usar a una de las miles de compañías financieras subsidiarias del imperio Rothschild?
La respuesta dista de ser evidente. Salvo que lo que se está jugando en Venezuela sea mucho más importante incluso de lo que creemos.
La familia Rothschild, como grupo económico, se jacta de haber reiniciado inversiones en China desde 1953, al terminar la guerra mundial, veinte años antes de que los Rockefeller, sus clásicos socios y competidores, a través de su empleado estrella, el Secretario de Estado Henry Kissinger, impulsaran al gobierno de Richard Nixon a establecer relaciones comerciales con China en 1972, para poder invertir ventajosamente allí.
El nivel de inversiones en China de los grupos Rothschild y Rockefeller, y de sus socios y aliados, así como sus vínculos e influencia sobre el gobierno chino, son difíciles de determinar. Pero poseen bancos y controlan empresas de distinto tipo, en general bajo el nombre de conocidos fondos de inversión, tienen fluidos contactos con los gobernantes, e incluso algún “tanque de ideas” que se ocupa de estudiar las políticas mundiales vistas desde China.
¿Qué significa, en el marco del papel de China en la economía y la política venezolana, la aparición del sello “Rothschild”? ¿Una inusual jactancia? ¿Una señal de que la expansión china en Venezuela y en Latinoamérica cuenta con su bendición? ¿Una advertencia para que EEUU y otras potencias e intereses occidentales se abstengan de intervenir?
La jactancia pública no es algo que caracterice a los Rothschild. Eso queda más bien para los “nuevos ricos”, socios menores de la élite, como los Gates, Soros, Musk, etc. El verdadero poder económico rehúye la publicidad. Por eso el hecho sorprende.
Sea como sea, es impensable que lo que ocurre en Venezuela, y el papel que en ello juegan China y sus aliados de los BRICS, ocurra sin alguna clase de permiso superior desde el supuesto bando occidental. Al parecer, el permiso de fuerzas económicas que juegan por encima de los conflictos geopolíticos visibles y que son capaces de neutralizar la resistencia y la posible intervención de los Estados Unidos y de las otras potencias occidentales.
¿Acaso Venezuela es la sinopsis de un reordenamiento económico y político global en curso?

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