Cada día, de lunes a viernes, sobre las ocho de la mañana, se baja del ómnibus en la parada de 21 de Setiembre y Coronel Mora. Camina con su hijo de la mano hasta Ellauri y dobla a la derecha. En ese instante, levanta la vista y allí lo tiene. Inclinado hacia adelante, la mirada fiera, apuntando con el arco, a horcajadas del caballo al galope que parece echárseles encima.
Mientras, en derredor, una variopinta humanidad continúa con sus rutinas matinales –gente yendo al trabajo; vecinos madrugadores haciendo los mandados; madres, padres y niños rumbo la escuela–, a él le parece percibir, por detrás del ruido que genera el inicio de la jornada, un rumor “como baladro espantoso de turba inmensa” y presiente que, en cualquier instante, detrás de aquel fantástico jinete aparecerá un amasijo de “lanzas agudas, cabezas, crines ondeando”…
Montevideo tiene eso. En algunas de sus esquinas brotan manantiales oníricos que pueden arrastrar al viandante en su corriente.
(Ubicación: Leyenda Patria 2866)