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Maradona “Barrilete Cósmico”.

Maradona “Barrilete Cósmico”.
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“Se convirtió en una especie de dios sucio; el más humano de los dioses”. Eduardo Galeano

“No me importa lo que hizo con su vida; sé lo que hizo con la mía”. Roberto Fontanarrosa

La muerte de Diego Maradona conmovió al mundo. Las escenas con las reacciones populares de dolor, amor y admiración popular que mostró la televisión; los mensajes de dignatarios, artistas y deportistas de diversas partes del orbe, y las tapas de la prensa mundial marcan a las claras que estamos ante un fenómeno difícil de repetir. ¿Qué factores convierten a alguien que jugó exquisitamente al fútbol en un personaje capaz de hacer derramar una lágrima a una buena parte de la humanidad? ¿Cómo se construye un mito o leyenda así? ¿Por qué se da ese “endiosamiento”? ¿Qué otros componentes llevan a esto, a pesar de lo controvertida que pudo ser su vida fuera de las canchas? ¿Hay otras personas capaces de generar semejante reacción universal?

 

Diego por Andrea Bertino

Murió Maradona, el mejor futbolista de la historia. Un ícono cultural, una figura sociológica, dueño de una adoración pocas veces vista. Mucho pensé estos días acerca de la pasión y de que no es algo “controlable”. Y que está bien que así sea. Siendo una mujer que llora por fútbol, he sentido una especie de juzgamiento moral en donde los que tenían apatismo por su muerte señalaban hasta con cierta sorna de ignorantes a los que estábamos conmovidos. Pero es que la pasión o la devoción por una figura de la importancia de Maradona no es algo que se mida o que sea válida o no, lo es y listo. No se le puede decir a otro por que puede entristecerse o por que no. El mundo entero quedó en shock y pasarán muchas décadas (o quizá nunca) para que vuelva a aparecer una figura como la de él.

«Maradona era muy bueno como futbolista, pero como persona deja mucho que desear» escuché y leí mucho. Era un negro, un cabeza, de la villa. Nunca se olvidó de dónde vino. Eso es lo que más le reconoce su pueblo y odian los de arriba. Y esos de arriba no soportaron el éxito de un negro villero. Y es una pena que Maradona no haya podido ser tan bueno, tan correcto, tan exacto, tan derecho como esos que lo juzgan. Y no es que lo defienda, él nunca necesitó nadie que lo defienda, ganó un mundial solo y se enfrentó al poder de la FIFA. Pero lo que dejó expuesta su muerte es el pensamiento binario de “estás conmigo/estás contra mí”. Y como muy pocas cosas en este mundo son casuales, Maradona se murió un 25 de noviembre, día de la lucha contra la violencia de género. Y ese día justamente las mujeres cancelaron a otras mujeres bajo un feminómetro del cual por momentos sentí vergüenza ajena. La radicalidad y la necesidad de marcar las contradicciones con las que convivimos se adueñó de todo. La figura de Maradona es mucho más que del futbolista; es del actor social, del luchador, del que se reveló, del líder, del que ayudaba y también del que apoyaba un régimen comunista con una Ferrari de 300 mil dólares en el garage. ¿Y si Maradona tenía contradicciones, como no la vamos a tener nosotros? Las contradicciones son parte de la esencia humana, son el humano en sí mismo. Él con su muerte se convirtió en leyenda. Diego Armando Maradona es tan importante para los argentinos que en 2013, cuando Bergoglio fue nombrado el papa Francisco, se hizo famosa la frase: “El Dios del fútbol es argentino, y ahora también el papa.”

Eduardo Galeano dijo: “Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable”. Me quedo con eso. Y nadie amó al fútbol tanto como él. Y nadie que ame el fútbol, puede no amarlo.

 

La espina y la flor por Eric Alvez

Leí por ahí que Diego Armando Maradona es una de esas figuras que no se puede contar a medias. Creo que esas palabras definen un poco mi sentir. Quizá también su partida, y esta oportunidad de escribir sobre él, sea una forma de reivindicar que la vida está plagada de grises y esos grises exigen complejizar el pensamiento para poder dimensionar a las personas y sus contextos. También a los eventos y su historia.

Observar una discusión en redes luego de su muerte es vivenciar aquello de la tensión entre el enfoque diacrónico de un fenómeno, es decir aquel que se dedica a comprender la historia del mismo, y lo sincrónico, enfoque analítico que intenta comprender algo en un momento preciso de la historia.

Me pregunto entonces ¿Cuál foto representa mejor a Maradona? ¿La del gol con la mano a los ingleses? ¿La que lo encuentra abrazado a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo? ¿Las que lo colocan con los referentes políticos populares de Latinoamérica? ¿Las que lo muestran violentando a periodistas en su domicilio? ¿Las que lo colocan en fiestas sexuales con presuntas menores de edad? ¿Las que lo ubican negando paternidades en varias ocasiones?

Tengo una mala noticia para quienes intentan negar una parte de su historia y exigen que el resto elija entre la cancelación o el endiosamiento: Maradona fue todo eso y seguramente mucho más de lo que nos mostraron los medios. Precisamente porque no era un dios, estaba plagado de las mayores contradicciones humanas, fue un paradigma de los comportamientos más valorables y de los más repudiables.

El pibe de Villa Fiorito, la persona más famosa del planeta, supo encarnar muy bien a los de su clase, supo que ese sistema que lo hizo millonario de un día para el otro era injusto, y usó su llegada planetaria para denunciarlo. Peleó por mejores condiciones para sus iguales, se abrazó al colectivo humano que representa una de las causas más dolorosas, y nobles, de la humanidad, como lo es la búsqueda de familiares detenidos desaparecidos. Y además, con la picardía que representa romper las reglas de los poderosos, le metió un gol con la mano a la Inglaterra de las Malvinas, dándole alegría a un pueblo que lloraba a 649 combatientes que murieron en batalla. Le trajo la copa y la gloria a un país que hasta hoy sufre las consecuencias de Videla, Roberto Eduardo Viola, Galtieri y Reynaldo Benito Bignone. Eso debería tener algún valor.

El otro Diego, el de las paternidades negadas, el de la violencia de género y el de los excesos y abusos que permite el poder individual, debería servirnos también como ejemplo de las masculinidades que no queremos construir, de los vínculos que no queremos tener, pero también como paradigma de que las estructuras determinan trayectorias. Por supuesto que no todos los pibes que nacen con las carencias de Maradona terminan teniendo los mismos comportamientos, su vida fue única, pero también esas circunstancias de su devenir posiblemente lo expliquen en algo. Pudo entender la desigualdad del mundo, pero quizá le costó un poco más entender el rol del poder en los vínculos humanos.

Tampoco sabemos mucho qué Maradona era este de los últimos tiempos. Intuyo que no era el mismo de los 80 o de los 90, así como tampoco nosotros lo somos. Lo que sí tengo claro es que para contar el fenómeno hay que contarlo todo. Otra cosa sería sincrónica injusticia, con él y con el pensamiento sobre lo sistémico. El rey ha muerto, respeto por quienes le lloran.

 

El dios del sur por Leo Pintos

Quizá sea pertinente dejar bien claro al principio de estas líneas que excepto en Argentina y en Nápoles, en el resto del mundo jamás podríamos sentir, ni por un segundo, lo que significó la muerte de Diego Armando Maradona. Con mis 47 años de vida no puedo decir si se trató del mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, pero seguro sí fue el mejor de su generación. Partiendo desde aquí, no parece haber duda de que murió el jugador de fútbol con más épica que alguna vez haya existido. Y para que existiera esa épica no puede obviarse la idiosincrasia de Argentina, incomparable con la de cualquier otro país. Tampoco se puede desconocer el contexto histórico que ayudó a construirla. Alcanza con mencionar que hasta el mismísimo degenerado que llevó a la Argentina a la guerra tuvo su baño de masas en la Plaza de Mayo

con quienes sufrían la represión de la dictadura. Sin conocer ese contexto histórico es imposible entender el resto. Ninguna otra sociedad sería capaz de sentirse vengada de una afrenta bélica con un partido de fútbol.

Argentina es un país que le ha dado al mundo personalidades notables en campos tan importantes como el deporte, la política, el arte y la ciencia. Sin embargo, son pocos los que logran escapar de la fuerza centrífuga que parece atrapar a todo aquel que se destaque. Argentina es una inmensa picadora de carne descontrolada en permanente funcionamiento.

A las 13:10 del 25 de noviembre de 2020 no solo terminó de morir un excepcional jugador de fútbol, murieron también con él un héroe veterano de guerra, una máquina de hacer dinero, la esperanza de millones de pobres, y sobre todo, un ícono popular. Y así como a los poetas hay que juzgarlos por sus mejores versos, juzguemos a Diego Maradona por sus mejores jugadas. Tengamos consideración con él, por su origen, que lo explica todo sin justificar nada. Por su talento hecho bandera del sur eternamente pobre del mundo y de Italia. Y sobre todo, por tanta alegría que nos dio a quienes amamos el fútbol. El resto, ya sea el desprecio de sus detractores como el fanatismo de sus admiradores, debe hacernos reflexionar acerca del problema que es hacer de alguien que no es un luchador un motivo de lucha. Maradona fue Dios en una tierra sedienta de dioses, fue una leyenda para quienes necesitan creer en algo. Por eso ensañarse con un ser humano hijo de su contexto se parece más a una causa abrazada a los solos efectos de sentirse moralmente superior al resto, que a una verdadera defensa de unos valores que por alguna razón los hace sentir bien consigo mismos. Los íconos populares tienen eso, generan odios tan fuertes como el amor que despiertan.

Lo cierto que mientras algunos sufren por la muerte de un futbolista, otros lamentamos la triste vida de este verdadero artista plástico. Aunque por suerte el arte tiene eso, hace inmortal al artista.

Que la pelota no se manche por Ramón Rodríguez Puppo

Y la pelota jamás se va a manchar. Es el único recuerdo inmaculado que importa en un jugador de esas características. Se podrá luego discutir lo que no tiene evidencia empírica que lo demuestre. ¿Si Diego fue el mejor de todos los tiempos o no? ¿Si se puede comparar su clase con otros grandes ídolos de este deporte que jugaron en diferentes épocas? Se podrá hasta hacer cuadros comparativos de títulos, goles, asistencias, etc y nada podrá sustituir a la emoción tan subjetiva como hasta irreflexiva de cada hincha del futbol. El jugador de futbol que te conmueve e idolatras es un Dios. Lo tratás como tal. No admite discusión. Te arrancó disfonías, lágrimas, admiración porque se trata de alguien que hace cosas en una cancha que vos jamás ni en 4 vidas podrías realizar. Te convierte en realidad la ficción del “superhombre”. Vos ves Superman o Batman o el Hombre Araña y sabes que es ficción. Maradona es lo único que existe más parecido a esos ejemplos –además- que a vos te consta que son seres de carne y hueso como cualquiera de nosotros. Pero son especiales. Hacen cosas que ningún otro humano podría hacer y lo hacen en un deporte que es la sustitución cultural de la idea de una guerra convertida en un juego. Allí donde hay dos bandos y vos –generalmente- simpatizas o te fanatizas por uno de ellos. Ese tipo..Maradona, hace lo que ningún otro ser de este planeta puede hacer. Vuelve en arte un deporte, vuelve en magia una reacción de las ciencias físicas.

¡Y claro…vos te emocionas! Lo incorporás a tus sistemas de valores y creencias propios.

Les ganó a los ingleses. ¡Que se jodan! Se quedaron con las Malvinas donde murieron allí pila de gurises de estas latitudes. Aunque no quieras hacés esa asociación tal vez injusta o excesiva.

Maradona dentro de una cancha es de los pocos casos en que los “colectivistas” sucumben ante el argumento que una individualidad puede más que el grupo. El futbol es un deporte colectivo. En cualquier cancha del mundo te dirán que: el “grupo” es el que triunfa. Son 11 tipos, más el entrenador y su equipo más los suplentes. Todos colaboran, es cierto.

Pero si hay un Maradona esa lógica se puede derrumbar. El Mundial del 86 en México lo ganó él. Con la mano de Dios, con la zurda de Dios, con lo que sea, pero lo ganó él. El resto fue un casting de extras que lo acompañaron para completar un plantel y poco más.

¿Cómo no sentirse Dios? Agrégale un pueblo argentino que no tiene término medio. Te encumbra o te sepulta. Un pibe de Villa Fiorito sin otra preparación para la vida que escapar de la miseria haciendo magia con una pelota. El dinero y la fama solo sirvieron para su perdición. No pudo administrar tanta gloria y tanta vanidad. El “Sídieguismo” de su entorno alimentaron aún más la debacle personal. Esa blanca tentación le apresuró el ocaso como persona. Sus aspiraciones terminaron llevándose por la nariz hasta la decencia y allí dejó de ser persona para convertirse en el rehén de ese personaje tirano y perverso que es el adicto endiosado.

Juzgarlo por lo que hizo en esa segunda dimensión sería tan cruel como innecesario. Todos sabemos que terminó siendo una persona con actitudes reprobables desde todos los ángulos que se lo puedan analizar. ¿Qué persona con consumo problemático de sustancias no lo es?

Algunos hasta abusaron de la imagen que proyecto como ídolo con intereses económicos. Otros lo usaron políticamente a cambio de migajas de dólares caraqueños ensuciados en petróleo berreta para aprovecharse de un ser humano que se desmoronaba para encubrir la represión y el hambre de su pueblo. Tanto lo usaron que hasta en su muerte, su velatorio fue utilizado para limpiar la manchada reputación de una Casa Rosada que hoy simboliza la imagen devaluada de un país que se cae a pedazos por una crisis ética.

Pero de Maradona solo quedará la imagen de ese chiquilín irreverente que eludiendo ingleses hizo el más bonito gol de la historia. El que sembró de dignidad a los napolitanos frente a la opulencia de los italianos del norte y por eso tanto lo veneran en el sur de la Bota. El que con el tobillo hecho una berenjena de tanta inflamación y dolor llevo a Argentina a la final del 90 llorando cuando los italianos del norte le insultaban el himno patrio. El humano más parecido a un superhéroe de revistas…El Diego de Villa Fiorito. Genio y Figura.

 

Mientras lo sigan necesitando por Cristina De Armas

Yo soy popular, no público. La gente me eligió en el corazón, no en la urna – decía en los años ´90 Diego Armando Maradona en una entrevista para un medio argentino.

Se habla de Maradona como Dios, como Mito y algunos se preguntan por qué. Cuestionar lo que fue dentro de una cancha de fútbol es imposible, pero por mejor que se desempeñe una persona en lo que sea, no se convierte en mito porque sí.

En un comienzo la historia de Diego no es tan diferente a la de otros deportistas y artistas. Son conocidas historias de boxeadores que han salido de la pobreza y llegado a ser estrellas, actrices como Marilyn Monroe de origen humilde y que llegan a codearse con presidentes. Niños y jóvenes con una combinación que el sistema en determinados momentos necesita y abraza, hambre y talento.

Maradona tenía ambas cualidades y Argentina salía de la dictadura y de la guerra, lo necesitaba la política, lo necesitaba la multimillonaria empresa del fútbol y lo abrazó el brazo poderoso de ambos, los medios de comunicación. El pueblo argentino necesitaba un ídolo, necesitaba esperanza y necesitaba fe, a aquel joven que les mostraba que en la cancha se podía ser pobre y ganar.

Y el nombre Maradona se convirtió en negocio multimillonario, pero un negocio que, aunque llevaba su nombre, no dominaba él. A muchos antes que él no les importó y el sistema los usó y los desechó a su gusto, Maradona estaba destinado a ser diferente, dentro y fuera de la cancha, a gambetear en la vida más que en cualquier partido y se enfrentó a los dueños del fútbol a quienes se puede decir que les ganó, pero con muy alto costo. En Argentina, a Grondona; en el mundo, a la FIFA, a Joao Havelange.

Para decir quién era Havelange baste decir que fue presidente de FIFA 24 años ininterrumpidos, que se vio obligado a renunciar en un escándalo de corrupción en 2012 y Grondona siempre le consideró su Maestro. Maradona los odiaba a ambos y hablaba de su corrupción cada vez que podía. La defensa de los derechos de los jugadores los enfrentó siempre. En 1986 antes del Mundial de México Maradona los amenazó con llamar a huelga a los jugadores porque por un contrato de transmisión con las televisoras querían que los partidos se jugaran al mediodía a pleno sol. En ese mundial Maradona se convierte en un Dios popular

Cuatro años después en Italia, Argentina pierde la final contra Alemania por un penal que nunca existió. En plena transmisión televisiva de la clausura del mundial y frente al mundo Maradona le niega la mano a Havelange. La guerra estaba declarada. No sabían qué hacer con él, parecía irrompible, lo intentaron, no podían quebrarlo. Fueron a lo personal. Llegó la droga estando en Italia, los escándalos de la vida privada, los excesos y el mundial de USA. Le dijeron que fuera, que tenía vía libre. Sabían los problemas que tenía. En el sorteo para el control anti dopaje, entre todos los jugadores le tocó a él. Lo fue a buscar una enfermera que no era tal y él sonreía al dejar la cancha. Me cortaron las piernas – diría aquel día en una sentencia que reflejaba lo que sabía. Le habían ganado y matado al jugador. Epinefrina, se la habían administrado. Havelange le dijo a Grondona que Argentina tenía que perder y retirarse.

Nunca dejó de proteger los derechos de los jugadores, exigía que los nuevos ganaran lo mismo que los veteranos jugadores donde él estaba, usaba su nombre para eso. Nunca ocultó su discurso político que no llegaba sólo a los más pobres, le recuerdo enojado porque los inspectores de tránsito no se ponían antes del cartel de PARE para avisarte que tenés que parar, se ponen a diez metros y atrás del árbol, porque los ponen para joderte- decía. Nadie podía hacer que Maradona no hiciera o dijera lo que quería. Maradona fue un gran jugador, pero fue mucho más que eso, fue un jugador fuerte dentro y fuera de la cancha. Un líder, un compañero, uno más. Dicen que ante su muerte alguien dijo.-  Qué me importa lo que hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía. Seguirá siendo Dios, mientras lo sigan necesitando.

 

Un mito contemporáneo por Fernando Pioli

 

Las mitologías relatan hechos del pasado, pero no cualquier pasado. El pasado mitológico es un pasado fundacional de la realidad, marca un corte entre un antes y un después. Un antes en que el mundo era de otro modo y un después en que el mundo es de este que conocemos y que estamos condenados a vivir.

En el caso de Maradona, su mito se construye con el tiempo y nos narra un tiempo mejor, el tiempo de los héroes. Como todo héroe tiene características divinas, se parece a un Dios y es capaz de desafiarlos, pero nunca deja de ser en parte humano.

El conflicto que genera Maradona es hijo de esta dualidad entre lo divino y lo humano. Así como el Concilio de Calcedonia termina estableciendo que Jesús es humano y divino al mismo tiempo para resolver un conflicto parecido, a Maradona le quedaba por enfrentar un desafío similar. Pero claro que había un inconveniente, Maradona seguía vivo y nos recordaba constantemente su mortalidad, su defectuosa humanidad.

La construcción de un mito obedece a una necesidad colectiva de encontrarle un sentido a la vida. En virtud de ese sentido vital debemos pagar por nuestros defectos que impiden que volvamos al tiempo del mito, a ese pasado glorioso en que la victoria nos enseñaba el camino. Por eso la gente se arrodilla, llora, sufre. Porque el pasado victorioso se fue y debemos purgar por nuestros pecados que impiden que ese pasado vuelva.

En cierto punto, el que Maradona siguiese vivo impedía que el mito terminase de construirse, y era una pesada carga con la que él tuvo que convivir. Se le exigió y se le toleró lo que no se le exigía ni toleraba a nadie, pero con su muerte su camino a la inmortalidad está liberado.

Los dioses de las mitologías antiguas no eran seres perfectos, solían ser crueles y vengativos, se enamoraban y encolerizaban, cometían errores y debían pagar por ellos. Con los dioses de las mitologías contemporáneas ocurre lo mismo.

Maradona fue un ejemplo de lo que muchos deseaban ser, y al mismo tiempo de lo que muchos odiaban ser. Ambos planos coexisten en la misma persona de modo indisoluble, así como su naturaleza humana y divina. Al mismo tiempo héroe y villano, es que justamente nació en una villa.

 

“Dieguito haznos grandes” por Martin Forischi

Esa fascinación que sientes los napolitanos por Maradona, ¿qué inexplicable sensación pudo suceder para qué un tifoso caminando por vía Forcella le grite te amo más que a mis hijos? El club Napoli hasta ese momento era un grande con escasos títulos deportivos, tal vez ellos presagiaban tiempos mejores, y hasta se podría decir que, esa relación de amor jugador – pueblo casi que se podía pronosticar desde su arribo, ya que los napolitanos lo esperaban con solicitudes de “Dieguito haznos grandes”.

¿Cómo comprender la idolatría que se le tiene a Maradona? El Golfo de Nápoles es un lugar hermoso, pero históricamente sumergidos en la pobreza de su población a tal magnitud, como para que la mitad de Italia se coma 2 o 3 pollos y la otra mitad permanece en ayunas, cristalina referencia realizada por un periodista italiano para demostrar la realidad de su país contrastando el Norte del Sur. El norte que es la mitad que come, tiene a Milán como ciudad ilustre, cuenta con la Industria, las fianzas, la moda, inversiones, ciudad de la economía por excelencia, donde por ejemplo trabajar de analista financiero perfectamente podría ser el sueño de un napolitano con estudios, y el que no puede emigrar del Sur al Norte en busca de trabajo se queda en la pobreza; No nos cuesta entender mucho la vida del napolitano, muy semejante a la del río platense.

Usted se preguntaba ¿cómo el futbol podría trascender lo que es el deporte en sí?, Maradona le devolvió a Nápoles la esperanza de la alegría, recuperando el orgullo perdido, ese sentido de pertenencia.

La leyenda comenzó con el Napoli en el año 1984, logrando la serie A en la temporada 1986/1987; la segunda Serie A 1988/1989; la Copa de la UEFA 1988/1989; la Supercopa en 1990. Salvando las distancias con los napolitanos, confieso que años atrás éste hincha del futbol se ilusionó con la posible llegada de Maradona a Peñarol en 1997 diciendo que quería salir al Centenario con la camiseta de Peñarol. Luego dijo que le gustaría dirigir en un futuro a Peñarol, resaltando sin embargo que respetaba al entrenador en ese momento Diego Alonso

 

Malas decisiones por Gonzalo Pérez del Castillo

Con su talento, su garra y su temperamento, que contagió al equipo entero, Diego Armando Maradona consagró a la Argentina como Campeona del Mundo en 1986. Por ello solo merece, como futbolista, toda la admiración de quienes tenemos pasión por el futbol.

Diego era un pibe del pueblo. La mayor parte de las estrellas del futbol lo son. Para jugar al Rey de los deportes sólo se necesita una pelota, aunque sea de trapo. No es necesaria una cancha, un tablero con aro o una raqueta. Los grandes cracks provienen de todo el pueblo sin distinciones. Diego nació en una villa en una familia humilde, pero tuvo padre, madre, hermanos y los amigos del barrio que forjaron su carácter. Su incomparable habilidad con la pelota le permitió, siendo muy joven, dejar de ser pobre para siempre.

La dignidad, la responsabilidad y la sensibilidad hacia los demás no vienen con el dinero. Maradona creció profesionalmente en la Argentina y luego, ya maduro, fue a jugar a España e Italia. Muchos muchachos humildes y talentosos del Río de La Plata recorrieron ese mismo camino. Algunos tuvieron fama e hicieron fortuna, pero no todos fueron protagonistas de bochornosos escándalos públicos junto a mafiosos y delincuentes. No era ni necesario ni inevitable.

La vida privada de cualquier persona es su problema y mientras no afecte adversamente la vida de los demás no corresponde pasar juicio sobre ella.  Es cierto que a todos aquellos que llegan al pináculo de la de fama mundial manejar su espacio privado les cuesta mucho trabajo.

Los Beatles eran unos fantásticos músicos y compositores. Fueron rebeldes, le movieron el piso al “establishment”, cambiaron la moda y la forma de pensar de los jóvenes, consumieron drogas, tuvieron sus problemas de pareja, hicieron viajes místicos de todo tipo y evolucionaron, cada cual a su manera. Al separarse, continuaron dedicados a la música.  No pretendieron cambiar el mundo, pero lo hicieron.

Maradona, ídolo deportivo, podría haber promovido con éxito muchas dignas causas sociales en su país y en todo el planeta. No necesitaba más que haber sido el maravilloso futbolista que fue. Pero, una vez retirado, no se contentó con eso. Pretendió seguir dando espectáculo como activista contestatario, cantante, polemista, actor estrella y algo más; para todo lo cual carecía de condiciones. Sus tristes problemas familiares y personales trascendieron y se divulgaron. Las últimas imágenes que nos dejó fueron su muy deteriorado aspecto físico y sus indecorosos gestos y declaraciones ante las cámaras en estado de confusión mental.

De su paso por este mundo no quedará más que el recuerdo de sus proezas en una cancha de futbol. Tal vez los jóvenes tomen nota que ni siquiera el talento prodigioso, el dinero, la fama mundial y la gloria te ponen a salvo de las decisiones equivocadas.

 

 

 

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