Con esto voy a ser polémico: Mauricio Larriera, durante 2021, le devolvió a muchos hinchas de Peñarol las ganas de ver al equipo, de disfrutar con él, de aspirar a cosas grandes. Lo hizo jugar -no siempre, es cierto- un fútbol diferente al que se ve por estos lados todos los fines de semana.
Sin gritos, sin vedetismos, también sin fundamentalismos, logró con su receta poner a Peñarol otra vez a competir con aspiraciones en un campeonato internacional. Tuvo muchos detractores, mucho “esto es Peñarol” y muchos que esperaron cada semana el traspié que diera razón al “no se puede jugar así”. Pero eso demoró, tuvo que perder más de la mitad del equipo para recién ahí perder el brillo.
En una mañana de sol, al conjuro de un par de cortados –“soy adicto al café”, confiesa- Larriera habló de fútbol sin casete, de lo difícil que es en Uruguay remar contra la corriente, de la relación entre estética y éxito en el fútbol. Al finalizar la charla, mientras nos despedíamos en la puerta de la cafetería, este señor de 52 años que reivindica el fútbol como “un juego de caballeros”, sorprendió otra vez: “me gustaría poner un boliche como éste, un café literario en el que se pueda charlar, leer y hacer actividades culturales, porque el fútbol también es cultura”.
Cuando llegaste a Peñarol tus antecedentes hablaban de un técnico que promovía un juego prolijo, de pelota por el piso y que buscaba el triunfo sin disociarlo del espectáculo. ¿Es más difícil aplicar esa idea en un equipo grande?
Sí, claro.
¿Por la presión?
Sí, y porque el futbolista es totalmente diferente. No soy un fundamentalista del famoso juego de “posición” -eso que nos vendieron los españoles de generar el espacio, del futbolista libre, de generar superioridad cuantitativa, cualitativa- y de entrada dije: no me voy a radicalizar en salir jugando de atrás. En Peñarol hay que respetar la relación costo-beneficio. Cuando yo utilicé la palabra “estética” al llegar a Peñarol pensé que me iban a saltar arriba, pero tenía claras algunas premisas: ganar, que es siempre un objetivo en un cuadro como Peñarol, pero con una forma, un estilo. Que para mí está antes, y eso lo sostengo.
¿Con qué te encontraste cuando dijiste eso en la primera reunión con la directiva?
Creo que la fuerza con la que me presentó Pablo Bengoechea terminó convenciendo a mucha gente. Les dije “¿ustedes saben cómo me gusta jugar a mí no? No está muy relacionado con el famoso ADN de Peñarol”. Pero Pablo me hizo ver que los ídolos de Peñarol eran gente que jugaba bien, como Ruben Paz, él mismo, más acá en el tiempo Antonio Pacheco. Entonces pensé que tal vez no era tan difícil.
Y más atrás, en la década del 60 Rocha o Spencer, o aún más lejos Schiaffino. Mi padre, que hoy tendría más de 100 años, siempre hablaba de lo bien que jugaban antes. ¿Será tan cierto que siempre el meter, el solo luchar fue el ADN de Peñarol o incluso del fútbol uruguayo, o será que en algún momento, por mediocridad, empezamos a conformarnos con eso?
Tengo mis dudas de que solamente fuera eso, y estoy convencido de que a eso hay que agregarle cosas. Eso fue lo que hablé con la gente de Peñarol: no vamos a dejar de lado eso, dentro del reglamento. No me gusta ganar sobre la hora con un gol con la mano. Y eso fue como un cambio de paradigma en esa misma reunión. Hay muchos mitos, para mi gusto, que se fueron generando y nos fueron poniendo en una posición según la cual, porque somos pocos, porque somos pobres, tenemos que buscar el camino más corto para ganar. Y hace años que eso no alcanza.
Una publicidad ahora mismo, en las transmisiones del mundial, dice que los uruguayos preferimos ganar en la hora que golear.
Sí, pero es contradictorio porque ahora se está quejando todo el mundo de cómo jugó la selección.
Porque perdimos. Si hubiéramos ganado todos estarían aplaudiendo a Alonso.
De hecho, un periodista me preguntaba sobre Brasil: “¿No crees que Brasil debería haber cerrado el partido (contra Croacia)?” “Pero ¿cómo? Criticás a Uruguay porque no fue a buscar el tercer gol cuando iba ganando 2 a 0 (contra Ghana) y ahora criticás a Brasil porque hizo lo contrario?”
Se criticó a Alonso por poner una línea de 5 contra Portugal, pero si hubiera ganado seguramente muchos estarían diciendo lo inteligente que fue, cómo limitó a un rival superior.
Lo que importa es el plan detrás de ese “número”. No es lo mismo una línea de 5 con dos laterales que van mucho y bien al ataque, que con dos marcadores netos. El resultadismo es explicar todo lo que sucede exclusivamente con base en el resultado. Escuché decir que Uruguay debió jugar 4-3-3 y presionar alto y bla bla bla, pero si perdíamos 5 a 0 ibas a escuchar que “cómo vamos a salir a jugar de igual a igual”. Solo Diego (Alonso) tiene la información y sabe qué quiso hacer. Un día, contra Cerro Largo en el Ubilla (de Melo) puse línea de 5 en los últimos diez minutos para sostener la ventaja bajo un aguacero y con una cancha imposible. Solo nosotros sabemos por qué lo hice, pero nos empataron en los descuentos por ir al frente en una jugada en la que lo mejor habría sido aguantar la pelota en el banderín del corner rival. Entonces, Larriera era Nosferatu el vampiro.
Los mejores partidos del ciclo Larriera en Peñarol fueron los de la primera fase de la Sudamericana 2021 y el clásico contra Nacional en el Parque Central, que ganó 2 a 1. En esos partidos se vio un fútbol moderno, ofensivo, de alto vuelo diría yo. ¿Por qué cambió después, sobre todo en el campeonato local, y abandonó ese fútbol en muchos partidos? Para resumir diría que a Peñarol le fue muy bien cuando jugó con el estilo Larriera y le fue mal cuando lo abandonó. Se lo digo y le pregunto si está de acuerdo.
A nivel internacional los rivales salen a jugar de otra manera.
Más abiertos.
Sí, y hay otro tema. El ritmo, la intensidad con la que jugamos algunos partidos a nivel internacional, acá es difícil hacerlo, en primer lugar por los arbitrajes. Acá se arbitra diferente. También los campos de juego y la rotación de los jugadores. Nosotros teníamos un 11 y tres o cuatro más que reproducían bastante bien lo que yo pretendía. Los jugadores se adueñaron de la idea y con ella fuimos un cuerpo técnico rentable: citaron jugadores a la selección, se cotizaron… Creo que en un momento nos achanchamos, empatamos muchos partidos.
¿Estás de acuerdo en que Peñarol cambió la forma de jugar, esa que le dio resultados a nivel internacional?
Sí, sí, pero no porque lo quisiéramos.
¿Hasta dónde influyó la presión de dirigentes que decían que esa no era la forma de jugar de Peñarol? En algún momento el presidente Ruglio dijo que “Larriera entendió que Peñarol necesita jugar de otra manera”, o algo así.
No, con Nacho nunca hubo problema. Un grupo de hinchas me regaló una matera que dice “el triunfo de las convicciones”. Y las convicciones estuvieron en partidos contra rivales como Corinthians o Nacional (en Copa Sudamericana). En el clásico en el Parque Central (Peñarol ganó 2 a 1) todos esperaban que pusiera dos volantes más de marca, colgarnos del travesaño… pero si yo hacía eso el jugador me soltaba la mano, porque yo los había convencido de otra cosa. Ese año lo disfruté mucho, hacía meditación, respiraba y antes de ese partido estaba muy tranquilo, a pesar de que se hablaba en todo el planeta de que si no ganábamos me echaban. No, no, yo me iba solo, se lo dije al presidente en casa. Los jugadores creían porque había una buena relación y los entrenadores dependemos de los futbolistas: hay que tener mano dura cuando hay que tenerla, ser buen compañero, ser buen amigo, ser un padre cuando hay que serlo… hubo jugadores que me contaron su historia con su pareja y se le caían las lágrimas, y eso está buenísimo porque ésta es una actividad humana. Siendo un cuatro de copas que venía con otra idea, a cambiar de paradigma, me cargué a Peñarol al hombro y ese era el día en que tenía que demostrar. Las veces que lloré y que tuve que gestionar mis emociones al ver todo eso, imagínate, porque sos protagonista principal de una historia tan importante. Y esa noche tuvimos en el Parque Central una expresión futbolística inesperada. Con un planteo alegre, que no parecía un equipo uruguayo y lo vio todo el mundo.
¿Qué te dijeron los dirigentes después?
Que ninguno esperaba que pusiera ese equipo. Entonces, ese fue el triunfo de las convicciones de Mauricio Larriera en el gigante del fútbol uruguayo, con otro estilo. Aunque eso también es relativo, porque yo vi al Peñarol de Menotti o al que le hizo 4 goles a Independiente en Avellaneda y no me vengan con el cuento de que no se puede jugar así.
¿Por qué es tan difícil jugar en Uruguay como uno ve que juegan todos? Uno tiene la impresión de que el futbolista uruguayo ha perdido técnica.
Yo creo que hay muy buenos jugadores, y hay entrenadores que están apostando a otras cosas.
¿Se trabaja en formativas la técnica o los fundamentos del fútbol?
Yo creo que hay otras cosas que influyen más y en eso nos están sacando ventaja en otras partes. En otros países se trabaja con el apoyo psicológico, que tiene que ver con el juego, o con el apoyo de la neurociencia, la importancia del campo visual. Esas cosas acá se trabajan poco. No sé si a nivel técnico se trabaja mal, pero sí seguimos con algunas cuestiones del ADN… por ejemplo el baby fútbol tiene cosas que en su formación hacen fuerte al futbolista, pero también tiene cosas que son detonantes negativos. Pero se puede jugar mucho mejor, con un estilo moderno que nos permita competir mejor. Lo que pasa es que hay que entrenar cosas nuevas y a veces no tenés tiempo.
Esas cosas que en el fútbol uruguayo no hay tiempo de entrenar, ¿en otros medios no vienen ya incorporadas desde abajo? Me refiero a fundamentos del juego colectivo.
En los países que me tocó trabajar… en Paraguay son bastante parecidos a nosotros.
Los paraguayos han progresado ¿no tienen mejor juego que nosotros?
Sí, son más osados. Están trabajando muy bien en formativas también intentando cambiar algunas cosas. Pero no tienen esa presión que hay acá, porque no han ganado nada. Sí están cambiando, hay equipos que juegan muy bien. En Chile tienen esas cosas incorporadas, no hay que trabajarlas demasiado, aunque allí quizás se radicalizan para el otro lado. En Argentina es el sumun, yo trabajé muy parecido a lo que hicimos en Peñarol y me fue muy bien, pero ellos trabajan mejor en diferentes metodologías de entrenamiento, son muy profesionales. Lo que no sabría decir es si hoy en todas las formativas se manejan los mismos criterios. Sería bueno bajar un mensaje del tipo: en Peñarol se tienen que manejar ocho o diez criterios en todas las divisionales.
Hace pocos días todos vimos a la selección uruguaya quedar eliminada del mundial y a varios de sus futbolistas, enojados por fallos arbitrales que claramente los perjudicaron, reaccionar de una manera que hace mucho tiempo no se veía. Peñarol, en 2021 con la conducción de Larriera salió campeón, pero además ganó el trofeo fair play, algo que seguramente eriza la piel a más de uno.
Para ser competitivos también hay que aprender a ganar y a perder, porque con esto que pasó en el mundial retrocedimos. Hemos cambiado y ese cambio a mí me produjo mucho orgullo, porque estar en el exterior y que te digan que somos el antifútbol no está bueno. Hasta se nos cierran puertas a nosotros, los entrenadores.
¿Se corre el riesgo de que tras la salida del maestro Tabárez de la selección se pierda ese que fue para mí su mayor legado, que fue el haber cambiado la imagen del fútbol uruguayo?
Yo creo que no. No tengo la información de qué pasó, hay cosas que fueron bastante extrañas, o inesperadas, pero pienso que si hacemos las cosas bien no corremos ese riesgo. Eso fue algo que también fue motivo de orgullo en Peñarol. Hoy el entrenador es 2.0, tiene que gestionar muchísimas cosas y conmigo un tema fue el de la conducción. Por mi forma de ser, mi personalidad… ahora, ¿carácter? ¿temperamento? No es necesario estar a los gritos en una cancha. Ese fue el gran éxito que yo reivindico, y ojalá que haya quedado un legado de un Peñarol que siempre fue al frente y nunca tuvo un problema
¿Ese tema del comportamiento se hablaba en el grupo?
Se habló desde el inicio y la verdad que tenía el respaldo de Pablo Bengoechea, que estaba siempre, todos los días ahí. Siempre dándome apoyo, viendo todo lo que pasaba.
¿Y qué papel jugaba el Indio Olivera? Porque su imagen está asociada a los “viejos valores”: la garra, la intimidación al rival.
Con él tuvimos charlas muy lindas. Él me decía “jefe”, hasta el día de hoy. Yo soy un romántico de la vida y el fútbol. Lo vi al Indio por primera vez y me acordé del olor a linimento, de los tapones que sonaban contra el piso del túnel. Un día me dice: “Jefe, los muchachos están bien, pero eso del tiqui tiqui… acá en Peñarol es bravo eh… a mí no me gusta”. Y yo me reía: “le agradezco que me lo diga, pero mire que vamos a andar bien”. El Indio es un tipo humilde, sensacional, es Peñarol. Él se quedó con aquel Peñarol, pero está bueno que haya uno que de vez en cuando te pegue un cachetazo. Hubo un partido, no importa en qué cancha, pero que sabíamos que el rival iba a venir a no jugar, y les dije a los muchachos: “hoy les permito que, si ellos la están pudriendo, la saquen del estadio. A perros no nos van a ganar”. Y eso tenía que ver con lo que me decía a veces el Indio: “está bueno a veces sacarla del estadio, y a la próxima… salís jugando”,
¿Entonces crees que la reacción de algunos jugadores al final del partido con Ghana no corre riesgo de volver a ser lo normal?
Creo que no, porque además así no se gana más. Y yo creo que no nos robaron nada, hubo errores (arbitrales) pero la FIFA la plata la hace de otro lado, no importa si clasifica Uruguay u otro, la hace de otro lado. Se equivocaron y lo dijeron… y bueno, marche preso. ¿Cuántos penales nos habrán cobrado a favor de nosotros? Jamás me quejé de los árbitros y tengo una excelente relación con todos.
¿Por qué arbitran distinto acá que a nivel internacional? Incluso los árbitros uruguayos, parece que aplicaran un reglamento interno y otro internacional.
Sí, le dan otro ritmo que acá no se permite. No lo permiten las canchas, incluso en algún momento nuestra cancha. Por eso nuestros mejores partidos fueron en el exterior, en la cancha de Corinthians o en Perú. O en el propio Parque Central, donde la cancha está espectacular.
Esas cosas acá parece que no importan: da lo mismo si la pelota rueda o si viene saltando por los pozos.
Claro, porque ahí ya para controlarla tenés que pensar otra vez, y perdés de vista otras cosas porque en el campo visual en lugar de hacer la periférica tenés que fijar la vista para ver si no te pica mal. Hoy hay mejores campos, ha ingresado el césped sintético aunque tiene pro y contras.
En algún momento se habló de que Agustín Alvarez estaba enojado porque no lo ponías.
Sí, hace poco estuve en el casamiento y canté. Lo quiero como un hijo.
A veces los empresarios dan manija.
¿A veces? Lo encontré al empresario de él el otro día. Y le dije “me asesinaste en la tele”. “No Mauri, yo quería tener una reunión contigo”. “Mirá, no tenés que tener ninguna reunión conmigo para nada, pero ¿cuántos jugadores vendieron ahora? ¿Y yo no tuve nada que ver?” Pero al Canario lo quiero como un hijo. Se enojó conmigo pero… un chiquilín de 19 o 20 años que se van todos sus “panas”, sus “brothers”, y a él no se lo vende… hubo que hacerle la cabeza al chiquilín, no es fácil.
Después de haber salido campeón uruguayo y de obtener con Peñarol la mejor figuración en un torneo internacional desde 2011, el día que perdió en la primera fecha del campeonato Clausura 2022, Mauricio Larriera agarró y se fue.
Fue sorpresiva tu ida de Peñarol
El éxito y el fracaso son meros impostores. Si hay algo que está bueno es ser el mismo en el éxito y el fracaso, que es lo que he tratado de hacer. Al final el fracaso me llegó al corazón, que es lo que no debió pasar y eso llevó a tomar esa decisión. Pero el éxito estuvo en mucha gente que me dice: “gracias por hacerme volver a ver a Peñarol”. Y hay otros, algunos veteranos que me dicen “no me gusta como juega, para mí Peñarol es otra cosa”. Bueno, pero con ese Peñarol no sueñe más con ganar una Copa Libertadores, si no nos modernizamos no lo sueñen. Y el éxito, para mí gusto, también fue la armonía, la paz que reinó en Los Aromos.
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