Zapopan, 26 de mayo. El 2 de junio serán las elecciones en todo México: se disputarán cargos federales, como la presidencia y la composición del Legislativo, gobernaturas (8 y la jefatura de gobierno del DF), la integración de los congresos estatales, las alcaldías y consejos municipales. Se trata de lo que se vaticina -entre otras cosas- como la más violenta confrontación de la historia: competirán unos 18 mil y ha habido una veintena de candidatos, de diversos grupos, ultimados.
Parece que la opinión es correcta en cuanto al número de muertos y al clima que rodea estos comicios, pero sigo pensando que la sucesión de Salinas de Gortari fue peor, cuando fueron abatidos una autoridad católica con grado de cardenal -Posadas Ocampo-. el primer candidato presidencial del PRI -Luis Donaldo Colosio- y el exgobernador, líder emergente del Institucional (familiar político, entre otras cosas, del presidente en funciones) -Ruiz Massieu. Las insatisfactorias investigaciones y versiones oficiales acerca de las tres muertes sembraron halos de dudas y miedos entre la ciudadanía votante.
¡Cuidado con el intento de los perdedores de anular la elección!
Lo que está fuera de discusión es que será una campaña con escasas propuestas, una “caballada flaca” diría el extinto capo del sindicalismo corporativo, Fidel Velázquez, orientada, desde la oposición, sus medios de prensa y analistas, como una suerte de juicio sumario al presidente, apuntando a debilitar la credibilidad del movimiento (Morena), eje de una coalición y los candidatos emanados de sus filas, con preferencia contra Claudia Sheinbaum.
La propuesta de continuar en una cuarta etapa (teniendo como anteriores las gestas de Independencia, la de Reforma -con Benito Juárez- y la de la Revolución iniciada en 1910) denominada 4T (de anticorrupción y desarme del neoliberalismo) ha sido el centro principal de los ataques de la coalición opositora. Sectores de la más rancia burguesía objetan decisiones del Ejecutivo y no le perdonan a éste que les haya quitado la fuente de sus enormes ingresos y así poder continuar gozando de los “beneficios” que les legaba lo más típico de una dictadura de clase, adornada sexenalmente con la celebración de elecciones en el contexto de un país al que mayoritariamente controlaban. De los primeros actos del presente gobierno de López Obrador (en adelante AMLO, como lo identifica la gente) fue anular la construcción de un nuevo aeropuerto dentro de lo que fue un lago en el llegaron a morir cientos de mamuts: la cancelación determinó el fin del “negocio programado” por los más ricos hasta el 2050, por lo menos.
Si algo se puede objetar de la construcción en una ex área militar de un nuevo aeropuerto es no haber realizado primero la interconexión con la hasta ahora existente (y desbordada) terminal.
El recurso a la información falsa no faltó en la enciclopedia perversa de la oposición y causó algún daño temporal: abarcó desde familiares de AMLO y eventuales negociados y privilegios hasta incriminar al presidente en actos pasados de connivencia con el narcotráfico. Para sus intereses, hasta esa campaña les falló.
Entiendo el quebradero de cabeza que significa intentar regular el tema. Martín Becerra, catedrático argentino, declaraba recientemente en Chile “¿cómo podemos equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de proporcionar información precisa y fiable? (…) debemos equilibrar libertad y responsabilidad en la era de la desinformación”.
Al final, sólo le quedó a la oposición ungir como candidata presidencial a una señora que quieren hacer pasar como “popular” que ha logrado parcialmente algún éxito entre personas ideológicamente contrarias al presidente, poco advertidas o aquellos inducidos por ciertas corrientes y que hasta el momento se declaran apartidistas. Pese a carecer de cualquier instrumento que se parezca a un programa, con un discurso en el cual no faltan términos hasta soeces para referirse a los adversarios, con cifras de dudosa extracción y peor interpretación, ayudada por motivaciones publicitarias y agrupaciones (los hay que únicamente son “sellos”), con dineros de quién sabe qué procedencia, la prensa empresarial homogeinista, las asesorías de “intelectuales” nacionales y extranjeros, algunos votos conseguirá reunir.
Aún con dificultades para decir y leer en público, la candidata opositora Xóchitl Gálvez tendrá sus votos y logrará conjuntar un grupo legislativo; no es de extrañar que incluso conquiste gobiernos estatales, aunque estos responderán a voces distintas a las de esta mujer: persisten los grupos de derecha a los que se les “ordena y domina” con periclitados discursos de la Guerra Fría, reforzados desde algún púlpito religioso conservador.
Recuerdo a mi querido amigo colombiano, Robinson Salazar Pérez (doctor en Ciencias Políticas y Sociales, investigador en la Universidad Autónoma de Sinaloa, México) cuando escribe que “engranajes propios de la política hoy no existen (para los conservadores locales) y el extravío de los ejes orientadores dejó una alforja vacía, sin rumbo y desprovisto de sentido”.
Frente al gobierno de la 4T (el de AMLO), su “primero los pobres”, el aporte económico a las madres solteras, las becas para estudiantes, el apoyo bimensual a todos los nacionales mayores de 65 años, y de cara a la oposición y los comicios, repito que el presidente, sin serlo, hizo cambios revolucionarios en la política de México; la oposición coaligada tiene un espacio ganado en la derecha con el ultraconservadurismo, los reaccionarios y logreros conocidos, mientras un pequeño Movimiento Ciudadano (de malos antecedentes), busca una ubicación dentro de la socialdemocracia (más cercana a Scholz que a Petro o Lula).
Mi pronóstico es que Morena triunfa ampliamente en el sur (con excepción, quizá, de Chiapas); tenga ciertos tropiezos en el centro (en Guanajuato -feudo del expresidente Fox- y en Jalisco); y obtenga una buena votación en los estados del norte, más cercanos a EEUU. Es probable el triunfo de Morena en 25 estados de 31.
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