Cerca de 100 de millones de mexicanos integraron el padrón electoral de los comicios del 2 de junio; cinco entidades federales ocupan algo más del 40 por ciento del mismo: Estado de México, Distrito Federal-Ciudad de México, Jalisco, Veracruz y Puebla. Del total, unos 12 millones de ellos lo hacen por primera vez (18 a 23 años) y junto con estos un estimado de 45 millones tiene menos de 40 años.
Muchos no tuvimos que esperar el conteo rápido de la presidencial para saber que la triunfadora era Claudia Sheinbaum, candidata de Morena: desde hace algunos meses se conocía el resultado.
Tras doscientos años en que el país fue gobernado por varones, una mujer será presidenta de la nación de unos 130 millones de habitantes.
Otro dato que arrojan los comicios es que a pesar de la impresión de que se incrementaría el número de votantes, éste resultó un tres por ciento inferior a la elección federal precedente y aproximadamente 40 millones de ciudadanos no concurrió a las urnas.
Un acierto que al igual que el resultado de las presidenciales se podía anticipar con certeza eran los de estados como Guanajuato (donde triunfó para gobernarlo la candidata del opositor PAN) y Jalisco, donde la escogencia de autoridades de este estado (el tercero nacional entre los empadronados) fue para Movimiento Ciudadano (que pretende insertarse dentro de una socialdemocracia “centrista”). En ambos Estados, el “corte de boletas o el cruce” determinó el triunfo de Sheinbaum, con lo que le permitió salir gananciosa en todas las instancias nacionales de las entidades federativas que escogieron mandatario.
Pero quizá el dato más relevante lo ofreció el que la electa obtuvo una victoria más abultada que la de su predecesor, el actual mandatario y fundador de Morena, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Bajo el “paraguas” de su administración -antineoliberal y combatiente en todo tiempo contra la corrupción oligarca- se construyó el andamio del ascenso histórico de una mujer -ex jefa de gobierno de la Capital Federal-Ciudad de México- a la primera magistratura. El hecho de que México haya dado el paso de escoger a una mujer para dirigirlo es -desde mi punto de vista- imposible de pensarse sin la presencia de AMLO.
Sin embargo, el éxito mayor del presidente en funciones fue su sistema de comunicación directa (unas dos horas diarias por radio y tv) que consiguió marcar la agenda del gobierno y derrotar a las derechas retrógradas que intentaron desde la desestabilización de su gobierno (apoyados en los grandes medios hegemónicos de prensa) -incluyendo la posibilidad de un golpe de Estado- hasta la puerilidad de los fake news y la acción externa de un puñado de cadenas intermitentes que no se frenaron -en ciertos casos- en descalificar su gobierno y el apodar a AMLO como “izquierdista” (como si esto fuera un delito grave) cuando no, como en el último tiempo, como “narcopresidente” de un “narcopartido”.
La ganadora, festejó el triunfo en la capital mexicana -sólo tras confirmarse éste por la autoridad electoral- a la medianoche del día de elecciones, rodeada por miles de espontáneos seguidores.
El tiempo nos permitirá analizar, en otras notas, con más acuciosidad, los primeros pasos de la administración Sheinbaum y la forma que dará a la continuidad de Morena.
Acerca de mi nota anterior, me indican que no me he referido a ciertas circunstancias presentes y a tener en cuenta por el futuro gobierno: la concernencia AMLO -Sheinbaum; el tema narco (s) y la relación con los militares. Comenzando por este último: digo que resulta claro que AMLO desde un principio de su mandato intentó y logró sosegar a la jerarquía castrense mediante la defensa y el otorgar deberes administrativos y de gestión en campos no tradicionales para las FF.AA; hay algún extremo que lo acusa hasta de haber cobijado excesos en derechos humanos. Sheinbaum no abordó el tema militar en su campaña, por lo que adivinar cuál será su rumbo en el caso sólo es una vaga especulación.
De igual manera podríamos referirnos al narco, pero entendiendo que en este caso interviene directamente un actor externo, EEUU y su elección federal, y nuevas circunstancias internas que presagian cambios (al igual que en toda la economía mundial) en el modelo capitalista de la globalización, sustituido por una política de bloques. Soy de los que cree que las “drogas de diseño” o sintéticas, que requieren menos personal y más calificado, que son baratas y capaces de abarcar mercados mayores, al tiempo que son de un más fácil traslado, generarán -con el fentanilo- un cambio en el comercio ilegal del siguiente decenio. La nueva mandataria, poco inclinada al recurso simple a la represión, deberá diseñar una nueva forma de enfrentar el tema.
En cuanto a la relación entre el saliente y la entrante-haciendo de lado la especulación- parece un signo distinto al de otros tiempos en que el nuevo no atendía lo que recibía y en algunos casos lo exterminaba junto con los equipos responsables. En este caso se menciona casi como un dictamen la continuidad, entendida no como una calca ni sólo como la prosecución de una misma institución política al frente del país. Se parece, en todo caso, a una carrera de relevos más que a un desenganche de lo precedente, con lo cual no se ignora que la ingeniera buscará imponer un estilo -sin desamarres traumáticos- que se supone más pugnaz que el actual. Sin que se “desflequen” los principios que engendraron la 4T (la Cuarta Transformación, tras la Independencia, Juárez y la Revolución), pienso que un símbolo distintivo de la futura conducción procurará -sin objetar el capitalismo- la profundización de mayores derechos humanos y planes para erradicar la pobreza, mantener y ampliar los empleos y los ingresos populares.
Mi incertidumbre me lleva a preguntarme cómo será el trato de Sheinbaum hacia el Poder Judicial, cuál a los gobiernos estatales que no son de Morena y los que mantendrá con autoridades electorales. La ayudará el control Legislativo dominante de Morena que le permitirá acometer reformas constitucionales.
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