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Milei, argentinos por la regresión autoritaria por Ernesto Kreimerman

Milei, argentinos por la regresión autoritaria  por Ernesto Kreimerman
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Hace unas cuatro décadas, aproximadamente, nuestro universo más cercano, el regional, pero no exclusivamente, después haber atravesado traumáticas experiencias colectivas, sociales, y haberlas superado cada uno con su peripecia, celebrábamos el retorno a la democracia.
Había una suerte de alegría colectiva y una confianza de que un futuro mejor era posible. Ese ánimo se encendía a partir del retorno de las libertades públicas, las garantías del estado de derecho y todo lo que ello lleva asociado. Alegría realista, porque a nadie escapaba que el fin de la dictadura significaba una larga lista de pendientes por resolver, no sólo desde las perspectivas de los reclamos de verdad y justicia, también de niveles de pobreza y angustias sociales que condicionaban a la reinstalada democracia.
Así, tanto en nuestras ciudades como en los países vecinos, se fueron procesando situaciones difíciles, tensiones que reflejaban ese triste pasado y que condicionaban las nuevas búsquedas. No obstante, ello, había desde el inicio y fue reforzándose y consolidando una revalorización de la democracia.
Tras una larga década infame de dictadura, que fue de junio 1973 a febrero 1985, el 1 de marzo de 1985 asume el nuevo gobierno democrático, elegido en unas elecciones con ciertas restricciones, luego de una profunda crisis económica, siendo su punto más crítico la brutal devaluación del año 1982.
Pero eran años de fuerte condicionamiento internacional y regional, y las libertades no fueron acompañadas de una inmediata recuperación económica. Ese empujón inicial tuvo su freno en 1989, con el estancamiento económico, una elevada inflación y un abultado déficit fiscal.
Los sucesivos fracasos económicos de los gobiernos nacionales llevaron al país a la mayor de las crisis, de los años 2001 a 2003. Ya no sólo se trató de una severa caída de la actividad y una fuerte pérdida de los salarios, sino que incluyó feriado cambiario, congelamiento de depósitos e implosión de buena parte del sistema financiero. ¡Un desastre!
Recién en el 2003/04 y especialmente, desde 2005, las cosas se estabilizan, y se inicia un proceso de amplias transformaciones y estabilidad, atendiendo los problemas sociales urgentes, y fortaleciendo la educación, la salud y la seguridad. Un nuevo tiempo de tres lustros, con aciertos y desaciertos, acometió reformas estructurales, como la tributaria, la seguridad social, la salud, y el mercado laboral.
La anhelada…
La democracia en la región atraviesa una crisis de reconocimiento por parte de la sociedad. Un estudio titulado “El apoyo ciudadano a la democracia en América Latina” aporta elementos para comprender que está sucediendo con la percepción de los latinoamericanos acerca de la democracia. Editado por Diálogo Político en conjunto con LAPOP Lab de la Universidad Vanderbilt, Estados Unidos, el apoyo de la ciudadanía al sistema institucional se ha deteriorado, rebajándose lo mismo que la confianza en las instituciones y en las elecciones.
La pregunta siguiente es hasta dónde llega ese deterioro. Con las cartas a la vista, no hay una apuesta al autoritarismo como solución a los problemas de la sociedad. Aún la democracia se mantiene como el sistema de gobierno preferido de los países de la región.
Los investigadores, advirtieron que, para evaluar el futuro de la democracia, antes era necesario comprender si estos cambios de expectativas y de valoraciones son el resultado de frustraciones o si se trata de un giro hacia el autoritarismo. Es decir, son expresiones a pesar del compromiso de los individuos con el sistema democrático y no consecuencia del apoyo ciudadano a cambios de paradigmas, de autoritarismos que atentan contra la democracia.
La investigación concluye que aún conscientes de las frustraciones derivadas de la poca capacidad de cambio que han dejado estos años de democracia en la región, los ciudadanos de la región mantienen su compromiso con la democracia, “pero este compromiso se ha debilitado drásticamente durante la última década y media. La reducción en el apoyo a la democracia también se manifiesta en un aumento en el apoyo a los golpes del poder ejecutivo. Hay un sesgo de clase en la desafección democrática”.

Degradación
También para The Economist, nuestra latinoamérica, “la región más democrática del mundo en desarrollo se mueve en una dirección preocupante”.
De sus estudios de campo de los últimos siete años se verifica “un serio declive de la calidad democrática” y apenas Chile, Costa Rica y Uruguay aparecen destacadas como democracias plenas. En contrapartida, Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela están calificados como regímenes autoritarios.
Pero el punto crítico, son los deterioros que incluso han sufrido Chile (estallidos del 2019) y Uruguay (opacados por las denuncias y encausamiento judicial de figuras relevantes del gobierno). Sin embargo, la alerta se ubica “en el aumento drástico de regímenes híbridos”. The Economist advierte que entre 2008 y 2022 “los sistemas con algunas cualidades democráticas pero serios cuestionamientos y debilidades institucionales, subieron de tres a ocho”.
Desde esa perspectiva, advierten que ninguna otra región ha sufrido un deterioro tan grave: “estamos ante la degradación del espacio democrático”. Conceptualmente, lo que advierte The Economist es que en la región latinoamericana se constata un descenso del apoyo a la democracia y al mismo tiempo un incremento de la tolerancia hacia golpes de Estado realizados por el gobierno o por militares con tal de que «solucionen» los problemas de la gente.
Así, según el Latino barómetro 2023, a casi un 54 % de los latinoamericanos no les conmueve que un gobierno no democrático llegara al poder, restringiendo libertades, si en esas circunstancias se resuelves “los problemas”. Respecto a 2002, significa un cambio muy fuerte: dos décadas atrás, así pensaba un 44 %; ahora 54%.
Verdad vs Ilusión
La alta consideración que los latinoamericanos han manifestado en las últimas décadas sobre la democracia debió enfrentarse con una realidad: salvo algunas excepciones, los ciudadanos de la región no han percibido que sus problemas, especialmente, las profundas desigualdades, se hayan modificado en beneficio de los desfavorecidos. E incluso, en algunos países habiéndose verificado avances, la dimensión de la realidad ha estado lejos de la expectativa, desalineada con la ilusión de que rápidamente libertades y mejora de las condiciones de vida irían de la mano, más allá de cualquier consideración.
El ciudadano se enfrenta así a una institucionalidad democrática como realidad sustantiva, que valora como el mejor sistema de los posibles. Y al mismo tiempo, un número creciente empieza a sentir que ciertas soluciones mágicas, podrían ser posibles “aun cuando requieran el uso de la fuerza, y a pesar de los pesares, pueden ser una salida rápida e instantánea. La creciente tolerancia con estas formas es alarmante”. La experiencia Milei es un reflejo de este cambio de estado de ánimo, al que se ha unido un tercio de la población.
Pero la deriva Milei, antidemocrática y regresiva, no es la única, si no la más reciente y cercana, en un proceso de transnacionalización de los proyectos autoritarios, de fuerte inspiración fascista.

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