¿Ministerio de las Mujeres: necesidad o demagogia?
Trascendió el documento borrador que preparó la Unidad Temática de Género para la discusión en la Comisión de Programa del Frente Amplio y entre otras cosas se propone la creación de un Ministerio de Igualdad de Género y Diversidad de las Mujeres. Sin lugar a dudas los movimientos sociales y feministas se han empoderado en los últimos tiempos no solo en nuestro país, sino en otros lados como en Argentina en su lucha por la legalización del aborto, y en España contra la liviana condena de “La Manada” por abuso en lugar de violación. Las marchas del 8 de marzo en Uruguay se han convertido en un hito de movilización popular así como la militancia permanente denunciando la violencia contra la mujer.
¿Precisamos un ministerio específico de la mujer? ¿No se encargan los ministerios actuales de la problemática femenina? ¿Es una nueva expresión del lobby feminista? ¿Tiene un tinte demagógico esta propuesta dada la sensibilidad que el tema despierta? ¿Hace falta crear más organismos? ¿Qué utilidad pueden tener?
Para derrocar los simulacros por Celsa Puente
En muchas ocasiones he expresado que Uruguay es un país de muy buenos discursos y muy malas prácticas. De hecho, es un país que siempre está entre los primeros en ratificar las convenciones o declaraciones de derechos pero no puede vivir lo ratificado con la misma celeridad con que lo firma Y no digo esto porque no aprecie contar con un marco normativo que nos ponga del lado de los DDHH, es porque la vida cotidiana acepta cambios lentos, cuando los acepta- y en el fondo es porque hay una buena porción de la población que no quiere que prospere la mirada de igualdad aunque algunos se cuiden muy bien de ponerlo en palabras. La escritora feminista española Nuria Varela habla de “la sociedad del simulacro” que mantiene la ficción de la igualdad con una actitud fingida. De hecho, somos un dechado de fantasías en este sentido, autodeclarándonos partidarios de la equiparación de oportunidades y condiciones para todas y todos pero a la hora de la toma de decisiones, siempre los varones aparecen como los “patrones de la vereda”. Son los mismos que quieren ponernos siempre en condición de litigio, de bandos, de unas/os contra otras/os. Algunos siguen creyendo que somos ciudadanas de segunda y que nuestra tarea esencial en este mundo es la atención del hogar y los cuidados. Muchas veces, esto se dice con los silencios más que con las palabras. Y como el silencio es el mandato patriarcal por excelencia, celebro la existencia de eventos multitudinarios como cada 8 de marzo particularmente de estos últimos dos años, cada 25 de noviembre, cada ocasión de alerta feminista y otras tantas manifestaciones sociales de reclamo para destituir la misoginia reinante y destronar el silencio y ganar la calle y la vida con el estruendo de cánticos y reclamos. Estamos aquí, las mujeres, no odiamos a los hombres, queremos igualdad, queremos oportunidades verdaderas de acción, queremos erradicar la violencia y los modos subordinantes de vida que ha marcado el patriarcado.
La Unidad Temática de Género del Frente Amplio propone darle la magnitud que necesita a la búsqueda de una convivencia en genuinas condiciones de igualdad y entre muchas otras propuestas y recomendaciones establece para el próximo período de gobierno, la creación de un Ministerio específico, que a mi juicio, además de tener una importancia simbólica intensa , supone la creación de un equipo con formación y la asignación de un presupuesto para llevar adelante políticas públicas de abordaje integral. Para cambiar la vida cotidiana es necesario que nos aseguremos instancias de intervención, aplicación de normativa vigente y de planes y programas de formación. En este sentido, considero indispensable plantear como urgente la formación del personal de justicia que queda claro que adolece de una profunda debilidad en este sentido, aunque reconozco que no es el único sector que lo necesita. Es imprescindible contar con fondos para la implementación de acciones concretas y la inversión necesaria para la aplicación de la Ley Integral contra la violencia basada en género (Nº 19.580) y de la relativa al Sistema de Nacional Integral de Cuidados Nº 19.353 entre otras, que permita en todos los casos la cobertura en el total del país. Un Ministerio que genere un trabajo transversal con los otros Ministerios para que la mirada de la igualdad de oportunidades impregne siempre la vida de la sociedad uruguaya, para derrocar el simulacro y empezar a vivir de verdad en condiciones de igualdad.
Institucionalización de la dignidad de la mujer, el principal camino por Cecilia Hackembruch
La posición de la mujer en la sociedad, en cuanto a condiciones de vulnerabilidad, inequidad social y laboral, y víctimas de violencia basada en género es una realidad que no podemos desconocer.
Lo que visualizamos a diario en los reportes de violencia doméstica, o en el análisis de los problemas mencionados, no son más que la punta de un enorme iceberg que será muy difícil de quebrar, por la solidez de su estructura de base, basada en cultura y costumbres de muchos años.
Es muy necesario el tratamiento de este problema desde lo estructural, y diferenciándolo de acuerdo a la necesidad de mujeres pertenecientes a los distintos segmentos socioculturales
Porque si bien los casos de inequidad laboral, las diferencias salariales, los apremios físicos, pueden ser transversales a mujeres con independencia de su posición sociocultural, el abordaje no debe ser el mismo, según estas condiciones.
Focalizándome en el grupo social más vulnerable, no sería suficiente con las actividades dirigidas a la prevención de violencia doméstica, o el promover inclusión laboral y equidad salarial. Si bien son importantes, estaríamos llegando a la última fase del problema.
Los hogares pobres tienen en su mayoría mujeres como cabeza de hogar, y a su vez niñas que forman parte de ese núcleo familiar. Ese espejo es que debemos cambiar para ellas, para las pequeñas cuyo modelo está en sus madres.
Como hacerlo? Tarea muy difícil, pero creo que posible. Se trata de empoderar materialmente a esas jefas de hogar, dando espacios de educación en oficios, promoviendo actividades y estrategias que desarrollen su propia autoestima, que se sientan dueñas de su vida, que no permitan situaciones de violencia o abuso laboral. La base es convencer a estas mujeres de su propio valor. Y darle herramientas para fortalecerlas.
Existen algunas iniciativas que tienen ese cometido, donde paralelamente al momento en que sus hijas, se educan las madres y abuelas, tienen actividades, aprenden oficios, y también a sentirse valoradas. Conozco particularmente una institución en Casavalle, donde trabajé algunos años como voluntaria, que se llama CADI, y tiene esa modalidad de trabajo. Seguramente haya otras similares, que fortalecen a todas las generaciones de mujeres de las familias.
La clave, el empoderamiento de las mujeres como personas dignas de ser respetadas, y respetarse a sí mismas, hacerse fuertes.
La institucionalidad que promuevan o regulen estas actividades, como algunas que están en discusión actualmente, si las favorecen, bienvenidas sean.
Lo importante es que la situación actual se revierta, desde el fondo, con trabajos verticales en grupos de edad y transversales en disciplinas que las apoyen. Trabajar en la centralidad de la mujer en su dignidad, debe ser el gran foco. El camino que lleve a esa meta, el mejor que se vea posible.
Tal vez ha llegado la hora por Jana Rodríguez Hertz
Cuando a comienzos del siglo XX las sufragettes reivindicaban el derecho a votar, gran parte de la sociedad estaba escandalizada. Un porcentaje importante consideraba que el lugar de la mujer era la cocina y el cuidado de los niños y que no tenían idea de política. Las mujeres que defendían su derecho a voto eran descriptas en los medios (en la revista Life, por ejemplo) como histéricas, violentas, poco cuidadosas de su hogar, poco atractivas y poco propensas a conseguir marido. Herbert Henry Asquith, primer ministro británico entre 1908 y 1916, decía que por su naturaleza una mujer estaba tan incapacitada para votar como un conejo. El voto femenino universal todavía no cumple un siglo en nuestro país y cualquier persona de mediana inteligencia y decencia se avergüenza de que nuestra humanidad estuviera en ese estado de atraso hasta hace tan poco tiempo atrás. Sin embargo, tal vez nuestros nietos se avergüencen de la misma manera de nosotros, la mujer todavía está en una situación de desigualdad preocupante respecto a sus pares masculinos. Es sólo preguntarse quién hace las tareas del hogar, ¿quién lavó los platos esta semana? ¿quién llevó los chicos a la escuela? ¿quién hizo las compras? ¿cocinó? ¿lavó? ¿quién lo hace en la casa de tus amigos? Una respuesta honesta a estas preguntas da una idea del panorama. Todo ese trabajo es tiempo y esfuerzo, que debería ser remunerado o compartido, y reconocido como tal. Es vergonzoso que en el siglo XXI estas tareas se le asignen gratuitamente a la mujer, en una especie de servidumbre. ¿Es necesario un Ministerio de la Mujer? Opino que es necesario y es deseable. Países como Alemania, Francia, Chile, Perú, Corea del Sur, Nueva Zelanda lo tienen. Es necesario articular políticas de incentivo para quienes conforman la mitad de nuestra población. Políticas que estimulen la participación de niñas, jóvenes y mujeres en los campos de la ciencia, el arte, el deporte, la industria, la empresa. Políticas que prevengan la violencia intrafamiliar. Políticas que promuevan el liderazgo femenino. La desigualdad ocasiona pérdidas económicas: según Ferrant y Kolev (OCDE, 2016) la discriminación según género le cuesta a la economía mundial hasta 12 billones de dólares, un 16% del ingreso global. Holter (2014) por su lado, reseñó que las políticas de equidad tienen también efectos positivos sobre los hombres. En efecto, parte sustancial del crecimiento económico de los países nórdicos en los últimos 50 años es su política apuntada a una mayor equidad de género (OCDE, 2018). Esto incluye mayor participación compartida en el cuidado de los niños, distribución más equitativa de los trabajos en casa, licencia paternal, entre otros. Entiendo que mucha gente siente el avance de los derechos de la mujer como una invasión de su espacio. Y tienen razón en sentirse así. Están ocupando un espacio exagerado, asfixiando a la mitad de la población. Tal vez ha llegado la hora de que se corran un poco, que hay lugar para todos.
Estado fallido por Mercedes Vigil
Los uruguayos vamos camino de convertirnos en el país con más construcciones inútiles del planeta. Tenemos un Ministerio del Interior que aumenta funcionarios con la misma velocidad que delincuentes. Un Ministerio de Educación y Cultura que multiplica tantos burócratas como analfabetos. Un Ministerio de Salud Pública que no puede atender enfermos “caros”. Un Ministerio de Desarrollo Social que ha matado la cultura del trabajo. Un Ministerio de Medio Ambiente que se abraza a multinacionales expulsadas del primer mundo. Cárceles manejadas por presidiarios. La lista de inutilidades publicas es enorme y contempla desde la basura endémica en las calles, hasta una oscuridad temible.
La creación de un Ministerio de la Mujer, acto discriminatorio mayúsculo para quienes pretendemos ser tratadas como iguales, será solo otra bolsa de trabajo oficial. Hoy se gastan dinerales haciéndole creer a las mujeres que el idioma o los decretos pueden transformar la sociedad. Sabemos que en la mayoría de los países árabes nunca existió el género en el idioma y a la vista esta el “milagroso” resultado. Igual camino seguirá este nuevo ministerio en ciernes, adoctrinando como los persas y no educando como los griegos.
Los griegos sabían que había que educar, porque una democracia sin educación es un peligro. Mientras tanto, seguimos multiplicando seres que repiten eslóganes pronunciados por el gurú de turno, más como devoción fanática que como ciudadanos razonables. Latinoamérica alienta la incultura como herramienta de dominación colectiva. Esa es la debilidad de estas nuevas democracias, democracias sin ciudadanos preparados para elegir un futuro digno. El único cambio vendrá de mano de la educación con mayúsculas. No veo propuestas de cambio. Se trabaja para las próximas elecciones y no para las próximas generaciones. Planear una buena educación dará sus frutos en un par de décadas, demasiado tiempo para políticos ansiosos por mostrar logros exprés.
Imparables por Leo Pintos
El mundo, la civilización, la sociedad, nuestra cabeza; la fuerza de rozamiento para los cambios son muchas, pero una vez desencadenados son imposibles de detener.Y el fenómeno feminista es uno de ellos. Se podría hacer una cronología de sucesos históricos en el proceso de cambio del rol de la mujer a lo largo del último siglo, pero perfectamente podría resumirse en uno: el aumento del nivel formativo. Sin dudas fue lo que posibilitó una mayor y, sobre todo, una mejor inserción en el mercado laboral.La consecuencia de esto es el surgimiento de un nuevo paradigma en el que hombres y mujeres ahora comparten tiempo y recursos para llevar adelante las tareas que hasta hace poco eran exclusivamente desempeñadas por la mujer, como las hogareñas y la educación de los hijos. Pero es importante comprender que esta realidad surgió y se estableció esencialmente en las clases con mayor educación e ingresos y que, por el contrario, las familias de clase baja y especialmente aquellas en situación de pobreza siguen padeciendo diversas situaciones que imposibilitan cambios en este sentido. En un contexto de creciente demanda de derechos y condiciones de equidad en todos los aspectos de la sociedad, el Estado necesariamente debe asumir un rol activo para cimentar dichos cambios y dotarlos de sustancia, porque, si es difícil transformar, mucho más lo es construir una sociedad igualitaria. Lo primero que se requiere es cultivar el arte de la paciencia con instituciones y culturas contrarias a toda posibilidad de cambio. Es aquí cuando la lucha de organizaciones de mujeres se vuelve imprescindible para hacer visibles las injusticias de una sociedad de machismo supremacista. Ahora bien, esto no quiere decir que el Estado necesite generar un Ministerio que se encargue de las políticas inclusivas de las mujeres. Por el contrario, cuenta con los instrumentos necesarios para propiciar desde los diferentes ámbitos de actuación dichas políticas:el Ministerio de Trabajo y el Banco de Previsión Social para fomentar el empleo, reducir la brecha salarial y profundizar los derechos laborales vinculados a la maternidad; el Ministerio de Salud Pública para impulsar políticas sanitarias y de planificación familiar; el Ministerio del Interior para dar protección a quienes son víctimas de violencia machista; el Ministerio de Educación y Cultura para incidir en políticas educativas y culturales en coordinación con la ANEP; y, sobre todo, el Ministerio de Desarrollo Social para dar dirección y sentido a todas las acciones en pos de mejorar la situación de la mujer. Pero nada como la burocracia para frenar cualquier atisbo de cambio, pues sabido es que los recursos suelen perderse en el camino laberíntico de los escritorios. Se trata pues de crear ámbitos de trabajo con las organizaciones de mujeres para que puedan incidir en la generación de políticas vinculadas a la temática. Está en manos del Estado habilitar espacios de participación y decisión a las mujeres, pero siempre desde la perspectiva de estricta justicia y reconocimiento del rol que están llamadas a desempeñar en el presente.
Empezar por casa por Verónica Amorelli
Quién puede no compartir la preocupación de la Unidad Temática de Género del Frente Amplio ante la urgencia de construir una sociedad menos violenta, menos machita, más igualitaria y más justa con las mujeres. Cualquier debate serio debe partir de esa premisa y enfocarse en las estrategias que permitan revertir esta dura realidad. Alcanzó un borrador para reavivar la polémica que despierta el feminismo que, mal entendido, pone tan nerviosos a unos cuántos. El documento propone que si el Frente Amplio gana las elecciones deberá haber paridad en todos los cargos de gobierno, incluyendo la fórmula presidencial y el gabinete. Con un amplio y ambicioso contenido el titular se lo ganó la propuesta de crear un «Ministerio de Igualdad de Género y Diversidad de las Mujeres». La modificación de las estructuras políticas, de las formas, la creación de nuevos cargos, nuevas sedes, nuevas oficinas. Por el camino va quedando el debate de la violencia política. La que ejercen hombres y mujeres. Para muchos ya saldado con la extensión de la cuota a nivel parlamentario.
Según la CEPAL, en América Latina, en un 35% de los países hay un ministerio de igualdad de género, en un 20% se han creado concejos o institutos adscritos a la presidencia y en un 45% existen entidades adscritas a un ministerio. Uruguay integra este último grupo ya que el Instituto Nacional de las Mujeres es dependiente del Ministerio de Desarrollo Social. Sin embargo, en el año 2007, se creó el Consejo Nacional de Género, una especie de superestructura, integrado por varios ministerios, el Poder Judicial, el Congreso de Intendentes y representantes de las organizaciones no gubernamentales de lucha contra la violencia doméstica. La iniciativa comenzó a funcionar a la uruguaya, ocho años después y no supera el ritmo de tres reuniones por año.
Mientras en el país los femicidios son moneda corriente los parlamentarios se tomaron años en incorporar la figura delictiva al código penal. Con mayorías parlamentarias del Frente Amplio, otro tanto costó aprobar la Ley Integral contra la Violencia de Género, que apuesta a revertir el flagelo desde varios ámbitos. Aprobada la iniciativa el Ejecutivo no asignó los recursos necesarios para brindar el respaldo material a las víctimas. Quedaron por el camino, hasta nuevo aviso, la apertura de nuevos refugios y la creación de juzgados especializados, entre otras medidas necesarias.
Por ahora la clave del asunto no parece estar en la creación de nuevas herramientas sino en la voluntad política de poner a funcionar las que ya hay. En este contexto declaraciones como las de la vicepresidenta, Lucía Topolansky, al afirmar que no se considera feminista y opinar que el machismo depende de “cómo una se plante en la vida”, demuestran que la Unidad Temática del FA tendrá mucho trabajo y deberá empezar por casa.
Para la Tribuna por Celina McCall
No es fácil en los días que corren, traicionar al género e ir contra la corriente. Acabo de vivir la experiencia de la maternidad, a través de mi hija, mamá primeriza, de una nena. No hay nada en el mundo que te muestre más lo que es ser mujer, que pasar por esa experiencia. Se quiera o no, nosotras tenemos un rol particular en la sociedad, que es diferente al del hombre. Ni mejor ni peor, diferente. Ser mujer es una experiencia única, con dificultades, altos y bajos, y – para las que somos madres – donde muchas veces prevalece el instinto de protección de la cría. Eso, a veces, te hace tomar opciones tal vez contrarias a las que desearías, pero el instinto es más fuerte que todo. Muchas veces, conciliar eso es embromado.
Me crié en una familia matriarcal, en mi casa no había hombres. Desde chica sabía que la vida no era fácil y que desde siempre había que estudiar en doble, trabajar en doble, luchar en doble. Eso te fortifica, contrario a la idea simplista que la vida te debe ser facilitada. Como escribió Natalia Jinchuk en un editorial para Mirada Couture: “emprender, un negocio o una familia, requiere de mucha fuerza interna, de pasión, y de la templanza suficiente para ver más allá del obstáculo o del berrinche”.
Creo que las feministas radicales le hacen mal a sus congéneres. Lo que hacen es discriminación inversa y acaban obteniendo un resultado totalmente opuesto al que buscaban. Es cierto que en los países donde hay más empoderamiento femenino hay menos violencia contra la mujer, pero en esos países eso se consiguió a través de la educación y no mediante cuotas o imposiciones.
El Ministerio de Igualdad de Género y Diversidad de las Mujeres es un pleonasmo, una redundancia. Probablemente anti-constitucional, ya que todos somos iguales ante la ley. Pienso que si a las mujeres les diesen un ministerio para crear, preferían el de la Juventud, para ayudar a sus crías. Pero eso no da votos. Por lo menos no está en la agenda, por ahora. Pero a la mayoría les disgustará la idea de un nuevo ente (o antro) para generar más empleos desnecesarios y más gasto inútil.
Tenemos el ejemplo de la ley de Violencia contra la Mujer que fue votada en diciembre pasado y que entre las normas establecidas, tiene la creación de un organismo especializado para recibir y atender a las mujeres que hayan sufrido cualquier tipo de violencia, “con el fin de garantizarles protección y orientación”. Todo muy lindo y romántico, pero se olvidaron de darle recursos y hasta ahora nada ha sido implementado ni se implementará, porque no hay plata para tal ni habrá. Este nuevo alardeado Ministerio tendría el mismo destino: el ostracismo. O como decía mi abuela: será “pour la galerie”. O sea, ideas demagógicas para la tribuna y para contentar a un grupo en particular, que generalmente es una pequeña minoría. Seamos serios. Pensemos en resolver lo que nos aflige a todos como sociedad. No estamos exentos de problemas cada día más asustadores.
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