En 2023 el calendario regional considera elecciones en territorios que pueden agruparse por convocar cambios o coberturas presidenciales, legislativas, regionales o en un caso para que la ciudadanía sopese una redacción constitucional.
Al dejar atrás algunos comicios -incluidos los no comentados de Cuba, que renovó la totalidad de 474 miembros de su Asamblea Nacional en marzo, con voto voluntario y concurrencia del 70 % de los ciudadanos- me llamó la atención -por la influencia que pueden tener en algunos organismos y regiones- los de Argentina, dos estatales de México y el plebiscito constitucional de Chile.
Gómez Leyton sostiene que “el gobierno de Boric es la continuidad de los viejos gobiernos concertacionistas”. Sobre el caso chileno, comparto la coincidencia de afirmar con el maestro que el actual gobierno continúa la concertación.
El educador ofrece una explicación de lo ocurrido: “Cuando se analizan las bases programáticas de la propuesta gubernamental de Boric y el Frente Amplio se destaca una cierta narrativa progresista de carácter antineoliberal, la cual durante la primera vuelta se acentúa aún más por la influencia del Partido Comunista de Chile. Sin embargo, esa propuesta pierde en la 1ª vuelta, pues Boric solo obtiene el 25% de los votos (…) eso significa, que su propuesta no tiene apoyo. (…) Por esa razón modifica su programa no solo para ganar a la extrema derecha, sino, principalmente, para conseguir los votos y la adhesión de los partidos de la ex -Concertación, especialmente, de aquellos que se denominan ‘socialismo democrático’, o sea, del PS de Chile y el Partido por la Democracia, entre otros. Para ello, debe abandonar la retórica antineoliberal”.
Y concluye: “La virtud de este gobierno es que sintetiza los 32 años de gobernabilidad neoliberal. Si gobiernos de la Concertación fueron gobiernos progresistas con neoliberalismo corregido, este sería un gobierno neoliberal con progresismo ausente. Son francamente un fraude total. (…) Esto no es extraño en América Latina: la mayoría de los progresismos que han llegado al gobierno tanto en la primera ‘ola roja’, 1999-2015, como la actual ‘ola rosa’, 2018-2023, han debido moderar y “jibarizar” sus críticas al orden neoliberal y lo han terminado administrando».
Desde mi punto de vista, el texto no aprobado en septiembre de 2022, contenía algunos artículos que contemplaban ciertos reclamos implícitos en octubre de 2019: con la no aprobación del texto se dio la palada final al entierro de toda la expresión de rebeldía que contenían los ánimos de cambio.
En el caso mexicano estamos frente a dos bastiones del PRI, partido que gobierna los estados en disputa (de México y Coahuila) que enfrentan los desafíos que les hace Morena desde el dominio general. A Coahuila ya lo dan por perdido tanto las encuestas hasta el menos leído de los analistas; en cuanto al Estado de México (Edomex), aunque demuestra una mejor vertebración priísta, todo indica que correrá la misma suerte que el anterior, quedándose gobernando solo Durango, uno entre los 32 estados del país.
Es fácil pensar en la pérdida del Edomex por parte del PRI equivalente a una catástrofe del grupo «dueño” por décadas del gobierno -socio del poder económico mexicano- que parece ocurrirá, siendo el depositario directo de la felicidad generada por dicha debacle y sus consecuencias, Morena (su gran adversario) junto con su conductor presidencial.
Respecto a los estados, al gobierno federal y su conducción, nos remitiremos a una opinión (no desmentida ni corregida), evidentemente creciente, surgida en su interior, planteada por un político y analista, Pedro Miguel (La Jornada, 2020): “La abnegación y la combatividad de la militancia (de Morena) son conducidas a la lucha intestina. Es patente en varios el abominable recurso al ‘marketing’ político. Y de debate de ideas y de reflexión y acción ante los problemas nacionales, ni una palabra”.
En tanto, Massimo Modonesi -un intelectual-referencia de la izquierda, con opiniones discutibles- al analizar el momento estatal postelectoral de junio de 2021, apuntaba que López Obrador “a pesar de mostrar cierta maestría en la acrobacia política, caminará en la cuerda floja hasta el fin de su mandato”. Agregaba a lo anterior que “al mismo tiempo, la transformación social no puede ser tarea de una sola persona y un grupo de allegados, sin generar condiciones de un real trastocamiento de la correlación de fuerzas por la irrupción de las clases populares en el escenario político. En caso contrario, se podría vivir la dramática paradoja de un giro restaurador sin que haya habido una revolución ni algo que se le parezca” (NuSo, junio de 2021).
Para finalizar, la elección general de Argentina no la imagino sin segunda vuelta; menos aún con la dificultad para conocer a los candidatos faltantes a la presidencia entre las distintas fracciones que dicen que tendrán uno propio (que surgirán de un proceso intrapartidario -PASO- el 13 de agosto), para señalar alguno que figure en el momento en la delantera o primacía. El candidato(a) que triunfe el 22 de octubre, si no alcanza cierta mayoría sobre el que consiga el segundo lugar (lo más seguro), de acuerdo como demanda la ley, pasará con este a una segunda compulsa el 19 de noviembre y quien resulte ganador será proclamado presidente, asumiendo el cargo el 10 de diciembre siguiente.
Como se observa, será recién a partir del resultado de las PASO cuando con más apropiados fundamentos podré exponer ciertas especulaciones sobre resultados electorales de un país atribulado por la crisis económica y social. En este momento solo me resulta posible creerle a Julio Gambina cuando indica que asistimos a tiempos de mutación de las relaciones económico-sociales en el desarrollo del sistema y “el problema a resolver es la construcción en este tiempo histórico de una alternativa estratégica en contra y más allá del capitalismo, que pueda superar la defensiva, luego de medio siglo de ofensiva capitalista”.
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