Home Política Ni malo conocido ni bueno por conocer  por Ruben Montedonico
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Ni malo conocido ni bueno por conocer  por Ruben Montedonico

Ni malo conocido ni bueno por conocer   por  Ruben Montedonico
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Donald Trump, el de perfil despreciable para muchos de nosotros, cual borracho pendenciero o maleducado haciendo berrinche, quiso quedarse en la Casa Blanca, pero sólo consiguió reventar lo que tantos quisieron hacer suponer (o imponer) al mundo: «su democracia”. Ese modo de “estilo de vida” que se difundió, es una antigua falsedad sostenida con desestabilizaciones, sobre el amago al recurso de la fuerza o esta misma -aplicada por las invasiones, supuestas convocatorias, ejercida y mantenida (tradicionalmente) con la presencia de marines rangers– que estalló a sus sostenedores en EE.UU. y que sabemos no es algo original ni privativo del actual mandatario.    

La enclenque estructura comicial -sin respeto a la voluntad ciudadana- deposita en el Colegio Electoral nombrar al Poder Ejecutivo (con el Poder Judicial federal actuando como árbitro en lo contencioso) sufrió una estocada cuando Trump se autonombró ganador -antes de terminado el conteo- de un proceso al que calificó de fraudulento. Adam Przeworsky, nació en Varsovia bombardeada, luego ocupada por los nazis, en el año que ocurrió la Masacre del bosque de Katin -sugerida a Iósef Stalin por Lavrenti Beria- analizó horrorizado los sucesos post comiciales en su país de adopción. El autonombramiento en medio del escrutinio y otras acciones de la autoridad repercutieron con sobresaltos tales en el polaco-estadunidense (y otros) que lo llevaron al docente a afirmar que “la democracia en Estados Unidos ya está rota”.   

Como nunca antes el hecho electoral (con turbulencias) tuvo tanta concurrencia; emisión récord de sufragios adelantados y por correo; incertidumbre sobre el resultado del voto popular en los estados con más compromisarios designados por los partidos; continuará con una incógnita instancia en el Colegio y, quizá, la incursión de la Corte Suprema de Justicia, la cual se completó con el nombramiento, apresurado, de una nueva ministra de prosapia conservadora. En un rubro contiguo se calculan los escaños en el Senado para determinar quién lo controlará: ¿Legislativo demócrata?     

Sin embargo, todo lo anterior deja su lugar a partir de los hechos que lo promueven: la intempestiva posición, lectura, interpretación y acción del presidente. Siendo patrón llegó a la Casa Blanca (algo que en otros casos le fue negado a un empresario de alcurnia, Nelson D. Rockefeller), haciendo grandes promesas y cumpliendo sólo alguna, para terminar despotricando contra la arquitectura electoral,  -y a algunos medios- acusándola, de dar datos falsos, profiriendo amenazas contra el sistema –que, dice, obstaculizó su reelección- .lo que se constituyó en algo inédito y de desprestigio nacional de la «democracia a la estadunidense», al quedar pulverizada por efecto del estallido del presidente/candidato. El autocalificado socialista Bernie Sanders predijo buena parte de esta actuación presidencial.   

Lo peor que pudiera haber acontecido no hubiese sido que resultara triunfador Trump sino lo que sucederá con cualquier presidente de EE.UU.: gran parte del mundo seguirá influido por su sistema, que únicamente ofrecerá ventajas sustantivas a los pocos que se beneficien de él, mientras castigará -como hasta ahora- a los más. Przeworsky y otros podrán conmocionarse, pero es lo que el capitalismo ha significado como colonialismo sin bandera en países periféricos -dirigido alternativamente (en algunos casos) por sus potencias centrales-.   

Si Trump estuviera cuatro años más, el mundo enfrentaría a quien se ha puesto el pedazo mayor del imperio y un partido estadunidense (el Republicano) bajo su égida; con Biden, se producirá lo mismo al representar a otro sector dominante, con una práctica de fondo similar a la del desplazado y que encarna iguales valores. En el caso del demócrata la variante estará en la forma, el modo (en particular con los europeos y japoneses) manejando un estilo dulcificado -volverá a los parisinos acuerdos sobre el clima, aunque no los cumpla-; mientras, continuará hostigando a ciertas naciones (como China y algunas latinoamericanas) que atienden intereses distintos a los que “agradan” a la futura administración, la CIA y la visión de las armadas (amenazando con las diligentes divisiones 82 y 101). Será, otra vez, el caso de Cuba, que lleva soportando 15 periodos (más el tramo final del de Eisenhower) y dispuesta a penar en el siguiente con Joseph Biden, según indican las cifras.    

A Trump hay que reconocerle episódica coherencia: anunció que intervendría de todas las formas imaginables en el escrutinio (que añadió la reiterada condición de plebiscito -ahora sobresaliente- sobre su mandato) y está cumpliendo ese plan en el período post electoral. Podrá resultar escandaloso que haya ordenado parar a funcionarios que cumplían con el trabajo de contar sufragios, pero con una legislación poco clara y los desbordes autoritarios actuó como si estuviera -según se considere- loco, sostienen algunos, o muy cuerdo, otros, que me incluyen: así funciona la “democracia” en EE. UU. Lo que sucede no es sorprendente, pero la diferencia con el ayer radica en la forma estentórea que Trump lo hace, sin medir consecuencias ni sopesar que está al borde del abismo, que en realidad termina siendo un sepulcro sistémico para millones de estadunidenses y una exhibición al mundo.    

La certeza inicial que tenemos es que las encuestas acertaron al ganador, aunque fallaron estrepitosamente sobre los datos de la Cámara Baja. Va transcurriendo, hasta el 8 de diciembre, un tiempo en que se pueden efectuar impugnaciones, y se espera al conocido abogado y ex alcalde Rudolph Giuliani –demócrata de inicio, devenido republicano- desde su talante represivo y en la ocasión como asesor de Trump, invente alguna cosa que justifique su presencia e ingresos.     

De todas formas, habrá que esperar 70 días (hasta el 20 de enero) para ver qué chicanas planea Trump, quien se empeñará en poner un sello indeleble entre el público, si acaso alguien evoca su paso por la Casa Blanca. 

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