El sol ha cruzado el Pacífico durante cientos de millones de años, difíciles de imaginar en su inmensa rutina, para comenzar cada jornada de la historia del mundo, en las heladas tierras rusas del cabo Dezhnev, el punto más oriental de la Tierra. Poco a poco se va adentrando en el continente asiático, entibiando a su paso la Península de Kamchatka, para llegar, primero a lo que fue el imperio ruso, y, tras él, parte de la efímera experiencia soviética en las millones de veces que el sol dio vueltas alrededor de este recóndito hogar, perdido en el Universo.
Se supone que la Tierra tiene unos 4.6 billones de años. No en su estado actual, por supuesto. Lo dice el debilitamiento del campo magnético que se mide desde 1829. Este escudo es imprescindible para la existencia de la vida. Según esas mediciones, el campo magnético que protegía al planeta en sus comienzos, habría sido tan potente como el del sol, por lo que ninguna forma de vida pudo ser posible hasta que su debilitamiento permitió la llegada de la luz, y la aparición de las formas más elementales de vida. El deterioro progresivo del campo magnético terrestre trajo, como consecuencia, que el sol hiciera su trabajo, pero su lenta y sistemática desaparición hará que la Tierra no resista la brutal radiación proveniente del cosmos. A los efectos prácticos, el sol ha cruzado el Estrecho de Bering millones y millones de veces, pero dejará de hacerlo en un tiempo infinitamente más corto, y la tierra será vapuleada por fuerzas tremendas. Lo que quede de nuestra peripecia humana arderá como paja seca, la historia, los dramas humanos, sus hazañas y sus miserias, sus faraónicos monumentos y el dinero acumulado ya no importarán a nadie.
En su imparable peregrinar por nuestros cielos, el sol ha conocido las más primitivas formas de vida, ha visto la mutación que dio nacimiento a los primeros dinosaurios, y sus cadáveres, luego que la nube de polvo se disipara. Vio las lentas marchas de los primeros hombres, y sus primeras fogatas, en la puerta de las cavernas. Un testigo excepcional, que desaparece en cada atardecer, y aparece, puntualmente, por Oriente, cada mañana de nuestras vidas.
La insignificancia del individuo es alarmante, no podría resistir al asedio de la radiación, ni al de las pestes, y su vida depende, aunque no sea consciente, de una invisible filigrana que los hechos casuales y el trabajo de su especie tejen para él. Sin embargo su omnipotencia lo vuelve cínico y despiadado si se trata de encontrar su propio destino.
En definitiva, de eso ha dependido la especie humana. El impulso que los individuos le dan a sus determinaciones suele mover montañas y arrastrar a pueblos enteros hacia sitios desconocidos, sean territorios o ilusiones, apenas sostenidas por la necesidad de creer en algo que nos salve de lo desconocido.
Lo desconocido es esa fuerza destructora que sospechamos nos está esperando en cualquier lugar. Más tarde o más temprano llega. O, lo peor, convive con la materia de la que estamos hechos, y come de ella todos los días, sin cesar. Sólo un salvador puede hacernos olvidar el ruido de las tripas que, con el pasar de los años, se vuelven extraños seres que habitan como huéspedes pedigüeños nuestro interior. Entregar la vida a una fe, a una religión política, tiene sentido en la medida que nos haga parte de la tribu y nos enseñe los códigos de la tribu. Sólo así somos capaces de sobrevivir mentalmente, y de soportar la angustia de no tener pertenencia a lo conocido. La libertad individual tiene un alto costo. Y la libertad intelectual tiene un costo todavía mayor. El que no se engaña, el que no se la cree tendrá una vida difícil. Esa es la regla del juego.
Mucho antes de que la coraza magnética que nos protege de los rayos cósmicos ceda, y las fuerzas del cosmos hagan de nosotros antorchas humanas, seguramente, saldremos de la miseria intelectual en que nos movemos. Están pasando cosas en el mundo, no las percibimos con la suficiente claridad. El dinero está desapareciendo, por ejemplo. Pero la riqueza continúa su marcha hacia un número menor de personas. Es cierto. Sin embargo, varios multimillonarios están donando la mitad de sus fortunas para aliviar las penurias de los menos favorecidos en esta carrera loca. ¿Eso querrá decir que el capital se está humanizando? No, eso no quiere decir nada, porque el capital sigue concentrándose cada vez en menos manos. Tal vez tenga que ver con el fisco, que ha puesto la lupa sobre esos súper millonarios, y en algunos países el Estado puede hacer que paguen más los que más tienen. Mark Zuckenberg, el creador de Facebook, es uno de ellos; Bill Gates y su mujer Melinda son otros de ese extraño círculo; el británico Richard Branson, y también su mujer, se unieron al grupo Giving Pledge, junto a otros que han donado tanto o más que él para obras de caridad; el indio Azim Premji lleva donados 8 mil millones de dólares con el fin de hacer una reforma a fondo de la educación pública de la India; Sara Blakely, ha destinado su donación a becas para la educación superior de mujeres sin recursos, así como ha promovido varios centros educativos de calidad para niñas en edad escolar y liceal.
Tan fácil como les resulta hacerla, la ponen a disposición de causas nobles, y si quienes son la flor y nata del capitalismo lo hacen algo bueno tendrá, deben pensar otros multimillonarios. ¿Qué hace, entonces, que estos ejemplos no se promocionen demasiado? En primer lugar debe tener un halo de suspicacias alrededor porque están violando la regla número uno del código del buen capitalista. Al mismo tiempo, sobre todo en Estados Unidos, está reglamentada y aceptada la financiación de obras filantrópicas. Esto, también quiere decir que es parte de un buen negocio a futuro. La inversión alivia al Estado en sus planes de ayuda a los sectores de la población que no tienen alternativa, y el Estado me deja en paz por un tiempo. La torta seguirá creciendo porque todos estos filántropos, que están en edad de seguir creando juguetes caros y tan imprescindibles como las comunicaciones se pueden rehacer muy rápidamente. También saben, porque sus asesores saben mucho más de lo que sabe la totalidad de los mortales, que si no la miseria crece sus negocios no crecerán.
El sol seguirá su camino, alzándose cada día por el Oriente, y Warren Buffett, que prometió donar el 99% de su fortuna, y que cada año entrega el 4% a obras de beneficencia, es otro que conoce muy bien las reglas del juego. No es ninguna torpeza sacar de la miseria a cientos de seres humanos. Algo le dice que en la excepcionalidad de su decisión hay algo bueno, incluso para su bolsillo.
El capitalismo enfrentará retos difíciles en los próximos años. Ya lo está haciendo. Inesperadamente, dos gigantes países que hasta pocos años atrás eran la luz del comunismo hoy son los adalides de un capitalismo insoportable, con sueldos de miseria y un poder opaco que haría ruborizar a cualquier gobernante de nuestros países. En Oriente están pasando cosas que no estaban en la agenda mundial 50 años atrás, cuando la izquierda latinoamericana se conocía de memoria el libro rojo de Mao. Hoy, China, es uno de los principales acreedores de varios países de la región. Podrá tener crisis pero el de China es un viaje sin retorno. El capitalismo salvaje va a desaparecer, porque en Occidente son varias las luces de alarma que siguen encendidas, y porque en Oriente el sistema tendrá un margen de tolerancia social mucho menor del que se pueda creer.
Los nietos de Mao se reencontraron con casi 6 mil años de civilización, y esa es una fuerza muy potente, para la que el socialismo fue sólo una breve distracción.
POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES
Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.
Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.
Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.
Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo.
Conozca aquí las opciones de apoyo.