Pachequsimo tropical

“No importa que el gato sea blanco o sea negro. Mientras cace ratones, es un buen gato.” Deng Xiao Ping

 

La situación continental latinoamericana tiene a toda la izquierda en un brete.

La época donde campeaban aires progresistas parece que se termina.

Los viejos paradigmas terminaron sepultados bajo adoquines en Berlín.

Y a falta de nuevos modelos, cada uno agarraba el bote salvavidas más a mano.

Muchos gobiernos intentaron cambiar un poco el  injusto sistema imperante.

Alguno lo logró, aquellos fracasaron con total éxito y a otros se les fue la moto.

Nadie es profeta en su tierra, dicen,  y el Frente Amplio no es consciente su rol.

En nuestro oriental escepticismo no valoramos lo que tenemos como construcción política

y despreciamos olímpicamente lo que muchos, en otros lares, envidian y tratan de emular.

La cuestión es que seguimos arrastrando muchas veces, viejas prácticas de los años sesenta.

Nos costó sufrir una dictadura para revalorizar la importancia de la democracia como sistema.

Y aprendimos que hay cosas que bajo ningún precio, toleraríamos ocurran en nuestro país.

Sin embargo defendemos muchas veces retoricas populistas que se disfrazan de revolucionarios.

El slogan: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” usado por chinos y soviéticos en su momento

para justificar apoyo a dictaduras en Chile o Argentina fue funcional al terrorismo de Estado.

La defensa irracional, escudada en el antiimperialismo yanqui, de regímenes autoritarios en Rumania,

Polonia, Cuba o Kampuchea es una mancha en gran parte de la izquierda uruguaya, y duele mucho.

Seamos honestos: Luis Almagro es tan agente de la CIA como lo era Lech Walesa, el líder de Solidaridad.

Nadie se chupa el dedo, las clases dominantes no van a ceder alegremente y sin lucha su cuota de poder.

Las grandes corporaciones multinacionales no se han vuelto abuelitos generosos que hacen beneficencia.

El sistema sigue siendo profundamente injusto y es en la marcha por un mundo mejor que la izquierda irá

construyendo un nuevo paradigma económico, social y político que alcance a forjar patria para todos.

Lo que no se puede dejar de lado, es que son los pueblos que construyen el futuro y no hay imposiciones

posibles ni deseables, y allí la participación libre y soberana de la gente no es negociable bajo ningún concepto.

Gobernar es convencer,  y eso  jamás se logra a punta de bayoneta, sea izquierda o derecha la mano que la empuñe.

No podemos defender cualquier cosa, ni cualquier régimen y Venezuela no puede ser una excepción.

Gato blanco o negro no importa, pero que siempre lleve grabado a fuego en la piel el sello de la democracia.

Alfredo Garcia