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“PARÁSITOS” Y UN OSCAR PARA LA MEJOR HISTORIA.

“PARÁSITOS” Y UN OSCAR PARA LA MEJOR HISTORIA.
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El pasado domingo la ceremonia nº 92 del Oscar le reservó al mundo una inesperada sorpresa. Por primera vez desde 1956, año en que se constituyó la categoría de “mejor película extranjera”, el título ganador en ese apartado se llevó además el máximo galardón, el de “mejor película” a secas. El film surcoreano Parásitos, de Bong Joon-ho, hizo historia (y de la mejor) en los anales de la Academia.

 

NEGOCIOS. Antes de referirnos al film conviene hacer una reflexión. La Academia no está descubriendo la pólvora: el cine surcoreano existe desde hace bastante tiempo, y Bong Joon-ho no es el primer realizador proveniente de ese país que se ha hecho famoso a escala mundial. ¿O ya nos olvidamos del furor que en la primera década de este siglo causaba el cine de Kim Ki-duk? ¿Y qué decir de la enorme hilera de actuales adeptos a la obra de Hong Sang-soo? Lo que parece claro es que los votantes de la Academia, cuyo 70% supera los 60 años de edad (es decir, son de gusto conservador), acaban de descubrir algo que el resto del mundo tiene asumido desde hace dos décadas. Pero la explicación para las cuatro estatuillas que el domingo pasado conquistó Parásitos no acaba aquí.

No hay que olvidar que el Oscar no es (nunca lo fue) un premio a “lo mejor del año”, sino a “lo más redituable”. En esa ecuación no debe pasar desapercibido que en este momento a Hollywood le está costando mucho finiquitar negocios en el área de Lejano Oriente: China parecía un mercado promisorio, pero en la actualidad las cosas se complicaron por diversas razones (algunas ajenas al cine, incluso); Japón desde hace años es un rival, y no un probable socio, en estas lides; y la India tiene una industria del cine poderosísima, pero nunca quiso tener mucho que ver con nuestra zona del planeta. Eso deja a Corea del Sur (país amigo desde hace 60 años) en óptimas condiciones para iniciar fructíferas relaciones de negocios con la meca del cine. En lo específico, hay que hacer notar al lector que Parásitos es una coproducción entre las empresas surcoreanas Barunson E&A y CJ Entertainment, más un aporte artístico del grupo japonés TMS Entertainment, y que ya se sabe que por lo menos CJ ha estado echando raíces de producción en USA. Creo que esto explicaría el batacazo del domingo pasado de manera más certera que suponer que los académicos se calzaron las neuronas en forma súbita y por una vez premiaron la calidad. No: siguen mirando el negocio. Lo que sucede es que en Oriente aún hay ejecutivos que piensan que negocio y calidad no son necesariamente antónimos.

PELÍCULA. Esa es la gran lección que deberían aprender los magnates y ejecutivos de la producción, distribución y exhibición del cine estadounidense: calidad no tiene por qué ser veneno de taquilla. Y Parásitos es prueba de ello. Esta obra maestra, en cartel en Montevideo, donde ya la vieron trece mil quinientas personas, era la mejor de las candidatas al Oscar, y eso habida cuenta que en un apartado competía con las notables El irlandés de Martin Scorsese y 1917 de Sam Mendes, y en el otro rubro enfrentaba a Pedro Almodóvar y su magnífica Dolor y gloria. Pero Parásitos es otra cosa. Es una experiencia que mezcla diversos géneros (humor negro, cine social, drama, thriller, incluso una pizca de suspenso y terror), y lo hace en forma totalmente armónica, dando vida a un film sorprendente. Bong Joon-ho es experto en ese tipo de cosas, y siempre lo ha hecho bien: practicó un saludable humor negro en Perro que ladra no muerde (2000), mezcló drama y thriller en Memorias de crímenes (2003) y Madre (2009), unió dos géneros difícilmente compatibles, el terror y la comedia, en The Host (2006), visitó la ciencia ficción en Rompenieves (2013) y redondeó una parábola infantil en Okja (2017). Por eso Parásitos es una summa creativa del joven director (tiene 50 años), y no parecen exagerados los cuatro Oscar conquistados el pasado domingo, ni el Globo de Oro o la Palma de Oro unánime del pasado Festival de Cannes.

La película narra la vida de una familia surcoreana (marido, esposa, hijo, hija) que viven en un miserable entrepiso de un barrio paupérrimo de Seúl. Todos desocupados, apenas sobreviven entre changas y mangazos. Pero al hijo se le presenta la oportunidad de dar clases de inglés a una estudiante que proviene de una familia acaudalada, y a partir de ese momento los cuatro protagonistas tratarán de sacar el máximo provecho al asunto: sin diplomas ni preparación, aunque con mucha sagacidad y desespero, la hija se hará pasar por profesora de artes plásticas, el padre entrará como chofer y la madre como empleada doméstica de esa familia de la alta sociedad surcoreana. Y es por esa vía que Bong Joon-ho enfrenta a dos Coreas del Sur que no quieren mirarse ni encontrarse: la de una burguesía opulenta, que goza de todos los beneficios del súper desarrollo, y la de los pobres, los parias, los olvidados de la sociedad, que tienen que ingeniárselas entre la picardía y el delito para sobrevivir día a día. Toda esa confrontación tendrá lugar en el seno familiar, y debido a ese carácter real de los personajes y los sucesos, la lucha de clases no es una metáfora en Parásitos, porque las líneas entre lo bueno y lo malo son muy difusas y todos los personajes tienen tonalidades, fortalezas y debilidades que no permiten encasillarlos con facilidad. Todo tal como sucede en la vida real. El resultado obtenido por Bong Joon-ho es un ejemplo magistral de lo que significa hacer cine de cara (no de espaldas) al gran público, porque Parásitos es entretenida, inteligente y siempre sorprendente en sus inesperados giros de estilo. Título ineludible de la actual temporada.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".