Con 238 títulos estrenados comercialmente, la paupérrima temporada que termina empeora los niveles ya mediocres de años anteriores. El 75% de las producciones que ocuparon las salas de cine fueron de regulares a malas. En el resto hubo films vistosos e interesantes, y quince títulos de muy buen nivel que valdría la pena destacar.
Somos una familia (Japón, Hirokazu Koreeda): Una niña es hallada en la calle pasando frío por una familia pobre. Es adoptada de inmediato, aunque ilegalmente. Un accidente imprevisto terminará revelando secretos y pondrá a prueba la verdadera naturaleza de los lazos parentales. Un desgarrador mecanismo de relojería, una lección de virtuosismo para la construcción emocional y narrativa de la trama. Fue la mejor ficción del año.
Dolor y gloria (España, Pedro Almodóvar): Pasado y presente de un cineasta enfermo en un film que es el alma de Almodóvar al desnudo, con una poliédrica forma de narrar que, paso a paso, conduce al final más inteligente de toda la obra del cineasta, donde ficción y realidad se dan la mano porque para él ambas vertientes son su vida.
El irlandés (USA, Martin Scorsese): Épica e intimista a la vez, amplía y sintetiza el mundo del cine gangsteril, no sólo porque saca del círculo barrial su tema y lo proyecta sobre la gran Historia de un país construido a sangre y fuego, sino porque la zona final medita sobre la soledad de los poderosos, el paso del tiempo y la llegada de la muerte.
La favorita (Gran Bretaña, Yorgos Lanthimos): La historia real de la enfermiza e inepta reina Ana, su consejera y una advenediza. Majestuosas tomas en angular dan paso a una obra mordaz y un análisis durísimo del instante en que el poder pasa de estar vinculado con la destreza de sobrevivir, a convertirse en un mecanismo sexual y suicida.
Jamás llegarán a viejos (Gran Bretaña, Peter Jackson): Rinde homenaje a los soldados que participaron en la Primera Guerra Mundial empleando metraje original coloreado y remasterizado, testimonios reales y material inédito hasta el momento. Reflexión sobre las secuelas mentales y espirituales del conflicto. Fue el mejor documental del año.
Cold War (Polonia, Pawel Pawlikowski): El título no alude al período histórico, sino a la confrontación que implica vincular nuestra felicidad personal a la de otra persona. La pareja protagónica es opuesta por origen, edad, cultura, aspecto e intereses, pero les une la atracción física, el amor, la fe y la música. Sensual y espiritual a la vez.
Un elefante sentado y quieto (China, Hu Bo): Un día, desde el amanecer a la noche, con varios personajes intentando tomar un tren para escapar de la espiral descendente en la que se encuentran. De resultado riguroso, sombrío y absorbente, fue la mejor ópera prima del año, pero su joven director (29 años) se suicidó una vez terminado el rodaje.
Custodia compartida (Francia, Xavier Legrand): Otra muy buena ópera prima, sobre una pareja divorciada en la que ambas partes luchan por la custodia del hijo menor de edad, sin advertir que convierten al niño en rehén de esa situación límite. Un drama muy impactante y perturbador, construido en forma poética y seca, y con final vertiginoso.
Pájaros de verano (Colombia, Ciro Guerra y Cristina Gallego): Explica el origen del narcotráfico en Colombia, cuando en los años 70 la juventud abraza la cultura hippie y la marihuana, mientras los agricultores guajiros se conviertan en millonarios. Riqueza y poder en una guerra que pondrá en peligro las tradiciones. Mejor film latinoamericano.
Nuestra hermana menor (Japón, Hirokazu Koreeda): Un hombre fallece y sus hijas se enteran que existe una cuarta hermanita fruto de otra relación. El Japón tecnificado y alienante aquí deja paso a la belleza interior, adquirida por absorber la naturaleza y saber convivir con ella, apoyándose en una cámara tan sutil que parece no existir
La guerra silenciosa (Francia, Stéphane Brizé): Los trabajadores de una automotora aceptan un recorte salarial para salvar la empresa, más tarde son despedidos y terminan organizándose para denunciar estafas y recuperar su trabajo. Un film que no parece un drama laboral sino el retrato turbulento de un soldado feroz en el fragor de la batalla.
Rojo (Argentina, Benjamín Naishtat): Argentina en los años 70, un entorno de violencia soterrada dispuesta a estallar en cualquier momento ante el constante avance del tumor de la dictadura. Un drama descarnado con formato de thriller, donde el terror vital se halla siempre presente, aunque esté enfocado mediante imágenes de gélida desnudez.
Ausencia de mí (Argentina, Melina Terribili): Más que un documental sobre el músico y militante comunista, es una disección de Alfredo Zitarrosa como ser humano exiliado, censurado, nostálgico de su país, al que espera recuperar sin saber que le será imposible. Desde el amor y el dolor, el film edifica en forma muy intensa la memoria colectiva.
Spider-Man: un nuevo universo (USA, Peter Ramsey, Robert Persichetti Jr., Rodney Rothman): En un universo paralelo donde Peter Parker ha muerto, un liceal es el nuevo Spider-Man. Sin embargo, cuando Kingpin construye el Super Colisionador trae una versión alternativa de Parker, quien intentará regresar a su universo antes que la realidad colapse. Fue la mejor animación del año.
Había una vez… en Hollywood (USA, Quentin Tarantino): Por un lado, las andanzas de un actor en decadencia y su doble de riesgo, y por otro la presencia de sus vecinos Sharon Tate, Polanski y el Clan Manson. La bizarría de Tarantino aquí fue no contar la realidad histórica optando en cambio por el sueño, la fantasía y la catarsis del escapismo.
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