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Pelos de Lope

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El teatro del Siglo de Oro y el poder
En su libro “La grandeza. Teatro, poesía y política en la España del Siglo de Oro”, María Condor Orduña describe gran parte de la producción escénica del llamado Siglo de Oro español vinculando la producción teatral a la realidad socio política en que se realiza. Es así que describe la línea principal del libro como “el poder y sus mecanismos, la utilización de los recursos que el arte, singularmente el teatro, le ofrece; la función que le asigna de propaganda política y religiosa, presentando un mundo homogéneo que no existe”. Pero más allá del interés propagandístico del poder, “Lo que al final importa -añade- es ese mundo de arte, de belleza y poesía que crean esos artistas, paradójicamente gracias a aquellos individuos obsesionados por el poder que los impulsaron, subvencionaron y contrataron”. Finalmente: “Toda cultura dirigida estalla por sus costuras; al considerar los esquemas tejidos por el poder se percibe que hay cosas que no encajan”.

La opresión de las mujeres
¿Protofeminismo o misoginia?, subtitula Condor el capítulo destinado a señalar como estallan las costuras del poder en relación al lugar de la mujer. La autora recuerda que las mujeres de la época estaban sometidas a un “confinamiento mental y vital”, y es esta la razón por la cual los personajes femeninos en el teatro muchas veces se muestran muy desenfadados, de alguna forma el teatro compensaba las privaciones de “llevar una existencia tan oprimida y monótona en las casas”. Uno de los temas abordados en ese sentido es la defensa de la libertad en la elección de marido. Un caso típico en este abordaje es la obra de Lope de Vega La dama Boba (publicada en 1613) en donde Finea “originalmente tonta y tornada en lista gracias al amor, se hace la simple cuando quiere; es un ardid para triunfar y demuestra ser muy lista utilizándolo… y haciendo creer a todos que es, en efecto, boba”.

Lo clásico en en nuestro tiempo
Con el juego de palabras implícito en el título de la obra, Ni un pelo de Lope es una muestra más de la gran ductilidad de L’Arcaza para nutrirse de la tradición teatral clásica para verterla de forma popular, sin dejar de recorrer los tópicos que la referencia contiene. En este espectáculo se proponen hacer una versión para dos actores de La dama Boba, conscientes de las dificultades que plantea un texto escrito hace cinco siglos para hablarle al público de nuestro tiempo, pero reconociendo el potencial que contiene. Por eso la compañía advierte “Sabemos que versionar es siempre un dialogo con el tiempo, con las técnicas y los medios de producción de la cultura (…) Aunque sabemos que toda traducción resulta injusta, ya que siempre algo se pierde y algo se salva, esperamos con esta adaptación, acercar al presente lo mejor de este texto, para que así, llegue a muchos teatros y nuevos espectadores.” En este sentido las palabras de la compañía uruguaya recuerdan las de la autora de La grandeza cuando afirma: “somos personas de nuestro tiempo y nuestra mirada es otra, obligadamente crítica, libre e irreverente, hemos de estar por tanto con un pie en nuestro propio mundo y otro en el de ellos, en el presente y en el pasado, valiéndonos por igual y a nuestra conveniencia y oportunidad de los recursos que ambos nos ofrezcan”.

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Fabiola y Güilito son dos cómicos que intentan montar una versión de La dama Boba para pagar sus deudas y poder recuperar su camioneta: La Galatea. Este es un recurso al que L’Arcaza nos tiene acostumbrados, el hacer aparecer alguna compañía ficticia -atravesada por diversas precariedades- que intenta representar un clásico. Esto da gran flexibilidad a las posibilidades de jugar alrededor del clásico. En este caso la “precariedad” del grupo que conforman Fabiola y Güilito es una constante del medio teatral, la precariedad económica y la orfandad respecto a los apoyos estatales. Si bien la disputa con la compañía “Teatro de la Gangrena”, que se ha quedado con las posibilidades institucionales de hacer teatro y los ha expulsado a ellos a la plaza, es un recurso que permite constantemente la aparición del humor, por otro lado recuerda que también en nuestro tiempo las compañías teatrales dependen de prebendas y fondos oficiales para subsistir, y que esto implica, o puede implicar, subordinación a determinados intereses políticos. Quizá las formas de subordinación cambien, pero en lo sustantivo el poder político muchas veces es determinante de las posibilidades del quehacer artístico, en la España del Siglo de Oro y en el Uruguay del siglo XXI.
Veremos entonces a Fabiola y Güilito ensayando y representando una gran cantidad de personajes de La dama Boba y, mientras se lamentan y se indignan por su situación, aparecerá la dimensión “protofeminista” o “misógina” de La dama Boba. La discusión sobre el carácter misógino de la obra es recurrente, pero lo cierto es que mientras el texto “original” está presente poco hacen al respecto. Sin embargo, luego de que un accidente los libera del “original”, las posibilidades de versionarlo de acuerdo a una sensibilidad más contemporánea se multiplican hasta el exceso. Por ejemplo, cuando Güilito pregunta que hará Finea con la dote Fabiola responde: “La toma y la invierte en la bolsa. Con ese dinero se compra una camioneta con una tabla de windsurf…y se va por los campings, haciendo funciones de teatro…pero subvencionada por el estado…” El juego entre respetar o no al original culmina recordando que el propio Lope sabía que lo que no se sabía se improvisaba y que “la vida es la obra, que se escribe sola y nunca se acaba hasta que se acaba…”
El espectáculo tiene recursos escenográficos mínimos y un vestuario que juega entre lo histórico y su parodia. Los recursos clown de Richard Riveiro y Fabiana García permiten a los personajes desdoblarse constantemente manteniendo el pacto ficcional y, por momentos, haciendo que la platea explote de risa. Es verdad que para quienes siguen a la compañía hace tiempo algunos recursos parecen reiterados, pero el dominio de los mismos es total, y los nuevos espectadores disfrutan como le pasó a quien escribe cuando vio por primera vez El capote. Lo más interesante, analizando Ni un pelo de Lope, y recordando la capacidad de entretener al público, es el diálogo explícito con el clásico del que hacen cómplice al espectador (sin atisbo de pedantería intelectual). Y por otro lado la crítica, algo elíptica, al mundillo institucional teatral y a la forma en que se distribuyen recursos estatales. Ni un pelo de Lope es un espectáculo inteligente y entretenido, nada menos.

Ni un pelo de Lope. Texto y dirección: Richard Riveiro. Elenco: Fabiana García y Richard Riveiro. Fotografía: Alex Andrzejuk.

Funciones: sábados 21:00. teatro de la ACJ (Colonia 1870)

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.