En una Unión Europea (UE) dirigida sustancialmente por el interés de Alemania- atribuyéndose la conducción conservadora a Angela Merkel-, Portugal constituyó gobierno de izquierda -con socialistas, comunistas y el Bloque de Izquierda-, conjunto conducido desde noviembre de 2015 por el premier António Luís Santos da Costa (conocido como António Costa), dirigente del Partido Socialista. Tras los comicios de octubre de 2015 compuso autoridades ejecutivas y legislativas de gobierno juntando centroizquierda e izquierda de raíces europeas.
Claro que la austeridad anterior que le fue impuesta la tuvo que pagar: entre 2011 y 2014 recibió 78 mil millones de euros de la UE y el FMI -por conducto de la troika– ¡para abonar deudas!, tuvo crecimiento del PBI negativo, desempleo de 15%, y al año entregó el gobierno.
Exento de la polvareda y el estruendo de promesas levantadas en Grecia por Syriza, contrariando la tendencia conservadora dominante en la geografía occidental, el gobierno de Lisboa cumplió -callada y modestamente para el mundo- con la finalidad primaria de finalizar el año pasado con crecimiento cercano al 2% -que debe confirmar la Comisión Europea, que sólo pronosticaba un positivo 0,4%-; baja del desempleo en el primer trimestre a 10%; reducción del déficit fiscal anual al 2,1% del PBI, aunque su deuda con banca y FMI sigue siendo la segunda más alta de los hasta ahora 28: 130%.
Sin críticas desmesuradas al capitalismo ni propósitos de sustituirlo, con fronteras y limitantes propias de sus propuestas, ha logrado por encima de sus modestos recursos capear las vicisitudes de otras conducciones europeas mediterráneas. Por supuesto, no se viven situaciones como en abril del 74 con Revolución de los Claveles; tampoco hay asomos parecidos con aquellos que acabaron el sombrío y largo período dictatorial del Estado Novo de orientación salazarista.
Un cientista social y filósofo, Vasco Pulido Valente, calificó al régimen actual como “gobierno de la geringonça”-de mezcla informe-, utilizando un término con acepciones negativas en portugués y castellano: pues esa fue, finalmente, la palabra que de forma positiva definió a la alianza presidida por Costa. Este conjunto reúne a 86 diputados socialistas; 19 del Bloque de Izquierda y 17 de comunistas, a su vez en coalición con los Verdes y el legislador del Partido Animalista: en total, 123 representantes que integran la mayoría absoluta de la Asamblea de la República de 230 integrantes.
La concreción de esta unidad pudo haber causado sorpresa fuera de Portugal, pero es producto de un esfuerzo prolongado llevado adelante por sectores populares que redujeron el tono de sus diferencias en función de dos fines centrales: derrotar a la derecha y su modelo económico de aceptación de la austeridad que le era exigida -que gustoso aceptaba- y, consecuentemente, mejorar las condiciones de vida populares.
Cuando se conocen estas claves resulta, entonces, más fácil entender la conjunción de propósitos primarios del actual gobierno y comprender que la gestión unitaria no dio inicio después sino antes de los comicios de 2015. Lo anterior no borra la naturaleza de los
partidos aliados en suma con la fuerza socialista mayoritaria: los comunistas seguirán cuestionando el capitalismo, combatiendo al imperialismo; contrarios a pertenecer a la OTAN -sobre todo en lo referido al capítulo militar- y al euro, y se mostrarán partidarios de las nacionalizaciones de recursos y sectores estratégicos. Los integrantes del Bloque, por su lado, que agrupa a marxistas independientes, a socialistas de izquierda y a trotskistas, componen un sector anticapitalista y antiglobalización, con desarrollo de acciones y propaganda en favor de la igualdad sexual y preservación de la flora y la fauna.
Al inicio de un segundo año de estabilidad gubernativa y parlamentaria corresponde destacar el acatamiento de las fuerzas en presencia en la coalición por mantenerse unidas por encima de las diferencias conocidas. La alianza ha posibilitado medidas que redundan en circunstancias de mejoría de las condiciones de amplios sectores populares. Así, fue posible en esta esquina atlántico-europea subir el salario mínimo a la vez que cerrar el paso a la derecha en su pretensión de reducir el aporte patronal a la seguridad social; aumentar las jubilaciones; establecer la jornada laboral semanal de 35 horas; incrementar la inversión estatal -particularmente en salud-; reducir el IVA a 13% (excepto para bebidas alcohólicas); mantener la gestión oficial del transporte urbano de pasajeros; incrementar las acciones en la línea aérea nacional; no apoyar la enseñanza primaria privada donde existe la pública; ensayar un programa de mayor número de becas y rebaja de pagos en universidades (con consecuencias inmediatas no totalmente satisfactorias) y la entrega gratuita de textos escolares de educación inicial.
Según manifiesta João Galamba -vocero de diputados socialistas-, “estamos demostrando que hay otro camino, hay una alternativa real a la austeridad, que puede existir un gobierno progresista y de izquierdas en Europa. Estamos trabajando para que los ciudadanos se beneficien del sistema y no el sistema se aproveche de los ciudadanos”.
Afirma que el secreto del éxito gubernamental radica en las negociaciones permanentes de la coalición.”Hemos aprendido a apartar aquellos temas que nos dividen y trabajar desde los puntos que tenemos en común, dialogando siempre. Es saludable comparar posiciones y trabajar para llegar al consenso, no de manera puntual, sino de manera permanente.”
No deben eludirse o saltearse aquí opiniones que siempre piensan en que este conjunto puede desaparecer o cambiar rápidamente en algún momento. De esta manera y siguiendo la receta que realiza día a día el conteo de fuerzas en el parlamento, se sostiene que Costa puede decidir extremar las diferencias con los comunistas y prescindir de ellos para conseguir mayorías de diputados apoyándose en el anticomunismo de algunos integrantes del Bloque y atrayendo a otros de centroderecha.
También los hay que apuntan a que lo realizado por el gobierno hasta ahora está bien pero que resulta insuficiente para el futuro, que entenderá lo de hoy como un acuerdo conservador -retrógrado e impropio, incluso, de la izquierda-: uno que no pasa de ser republicano y liberal.
Otros sostienen que existen vallas difíciles de sortear, como las referidas a la sanación de la banca con aportes públicos; la generación, transporte,cableado, venta y cobro de la electricidad; qué naturaleza y tratamiento deben darse a las energías alternativas; cuál será la relación con la UE, el euro y la OTAN; cómo se encararán las cuestiones relativas al mundo laboral y el empleo.
Para estas interrogantes no puede darse una única respuesta, pero cierta elemental encuesta dice que en Portugal el pensamiento predominante está orientado a que no cambiará el gobierno antes de las elecciones generales de 2019. En la intención de voto de este tiempo el Partido Socialista aparece con ventaja de diez puntos sobre su más cercano adversario, por lo que de mantenerse la situación es difícil prever cambio de rumbo en la siguiente década.
Cuando todo indica que el ciclo progresista está tocando a su fin en Sudamérica; en momentos en que crecen y amenazan democracias liberales agrupaciones de derecha, extrema derecha y nacen expresiones ultraconservadoras por distintas latitudes, Portugal da ejemplo que otros sistemas son posibles y comienza -como un sencillo fado de los que cantó Amália Rodrigues- a transitar caminos satisfactorios para hoy con incertidumbres para mañana.
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