In memorian: Ruben Abrines, acuso recibo de tu carta-despedida de la vida: valiente como siempre. Chau querido.
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Una pandemia que asuela el planeta y parece que este año tampoco nos dejará, ha traído un sinfín de alteraciones en usos y costumbres de las personas. Cuando los avances de la robótica y la cibernética de las primeras décadas de este siglo habían alertado acerca de las formas que adoptaría el trabajo en el futuro, la crisis sanitaria global encendió los focos rojos sobre una práctica en estado germinal que rápidamente creció y fue adoptada por varias empresas productivas y de servicio: el teletrabajo, algo sobre lo que los asalariados y sus gremios deberán estudiar rápidamente el siguiente tiempo.
Junto con otros muchos cambios en la vida cotidiana e innovaciones de diverso tipo, el calendario electoral siguió su curso en busca de evaluar, con sus métodos y temporales tiempos de duración, los pareceres (muchas veces domesticados) de sus respectivas ciudadanías. Estos ejercicios que alternadamente practican nos depararán al fin de diciembre que el mundo contará con otros 40 o 50 presidentes y legislaturas que determinen quiénes ejercerán los ejecutivos y serán gobiernos.
Si transitamos entre ellos, desde Nuestra América nos atraerán y harán posar la atención sobre las que celebrarán Colombia (en mayo y, posiblemente, en junio) y Brasil (en octubre, con la vuelta de Lula).
Esto ocurrirá este 2022, pero sin olvidar que -como es costumbre- en seis meses de gobierno Perú tendrá su cuarto gabinete ministerial; Argentina parece haber llegado a algún arreglo con el FMI; el triunfo aplastante de una fuerza que se reivindica como socialista en Portugal (sepulturera de dos agrupaciones de izquierda); del desafío que le espera a Emannuel Macron en Francia y que en Hungría el mandamás Viktor Orban pretende reelegirse -entre otros actos cuestionados o preparados- quiero agregar algunas cosas sobre algunas herencias continentales que nos dejó el 2021con los comicios en Honduras y Chile.
En el caso de la nación centroamericana -con seguridad la que atraviesa en el subcontinente el peor momento económico (duradero por décadas) de las grandes mayorías- la presidencia de Xiomara Castro intentará superar la tiranía compuesta por intereses extranjeros de control de la región (EEUU), la oligarquía local que controla asimismo la mayoría de los medios de comunicación y la innegable unión de los dos anteriores con la jerarquía de la iglesia católica, responsable -entre todos- del golpe de Estado contra su marido, el presidente constitucional (Manuel Zelaya) en junio de 2009.
Su gobierno traerá, supongo, un mejor tiempo para sectores de las grandes masas de la ciudad y el campo hondureños, postergadas a través de la historia, y junto a otros integrantes, darán -probablemente- nuevos aires a la institucionalidad latinoamericana. Pero sería inocentemente inapropiado ignorar las sombras reaccionarias que se ciernen sobre la ejecutiva: desde la inmediatez de resoluciones que se exige por parte de los grupos oprimidos que no visualizan un mañana con algunas soluciones, pasando por un sector militar con una orientación clara de favorecer las apetencias fuereras sobre bienes del territorio y sus vecinos (admitiendo una fuerza externa en operaciones en la base aérea de Soto Cano-Palmerola) y con la intervención oligárquica en el partido que ganó las elecciones (Libre) que obligó a la expulsión de 18 de sus diputados -a pocos días del cambio presidencial- al haber los mismos apoyado una fórmula contraria a Xiomara Castro para el gobierno del Legislativo unicameral, dando paso al grave tema de una dualidad de directorios en el seno de ese poder.
En política exterior, entre otras decisiones, tampoco es menos importante el anuncio de que continuarán las relaciones político-comerciales con la isla de Taiwán (conocida como China nacionalista), desechando la unión ofrecida desde Pekín.
En el sur del continente, Gabriel Boric asumirá como presidente en marzo próximo y adelantó quienes lo acompañarán en el gabinete de gobierno. Destacan los hechos que una mayoría de mujeres serán ministras (incluyendo las carteras de Interior, Defensa y Relaciones Exteriores); siete de los 24 grandes cargos que lo secundarán son menores de 40 años, algunos -como él- emergentes de la militancia, activismo y agitación estudiantil. Como resumen, se afirma que se trata de un gabinete con formación de clase media alta y personajes que -entremezclados- intentan representar diversas corrientes sociales dominantes en la sociedad chilena.
Desde la proclamación como presidente electo y en los primeros tiempos como presidente, se espera poder medir qué influencia tendrá el mandatario sobre los redactores del nuevo texto constitucional que procura borrar los vestigios institucionales de la dictadura pinochetista.
Asimismo, dos temas urgentes se visualizan para los primeros días del nuevo gobierno: el de las reivindicaciones de los pueblos originarios, donde Boric deberá pasar de las promesas de campaña y postelectorales a la concreción de algunas cosas. Es posible que éste lo encare personalmente con un grupo de ministros y vices. Un segundo frente que tiene abierto es el de la migración, en donde su actual titular (que se tomó una larga licencia y acaba de renunciar) y la cancillería han estado ausentes, mientras el gobierno de Sebastián Piñera sólo se asomó para censurarla y judicializarla. Habrá que ver qué medidas adopta Boric sobre la pandemia.
Cuando se opina acerca de qué sucederá, al compartir algunas críticas de izquierda, digo que Boric deberá construir una nueva Concertación con quienes desde el Legislativo lo apoyen (antiguos concertantes de los cuales incorporó a cuatro a los ministerios) y junto a otros países formen una especie de liga de unas naciones progresistas, no anticapitalistas (es, decir, que no ataquen el dominio internacional detentado) para dar paso a regímenes -permítaseme expresarlo así- de café descafeinado.
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