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¡Qué falta nos hace la audacia de Chaplin! por Ernesto Kreimerman

¡Qué falta nos hace  la audacia de Chaplin!  por Ernesto Kreimerman
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Aunque núcleos nazis se habían autoconvencido de ello, Charles Chaplin no era judío. Un semanario propagandístico del nacionalsocialismo y antisemita, el Der Stürmer, “denunciaba” en 1926 que «Charlie Chaplin es un judío”. Sus películas tratan sobre un ladrón de poca monta que entra repetidamente en conflicto con la ley». Pero el director de cine británico Ivor Montagu sabía que Chaplin no era judío. Y agregaba que el actor pensaba que “desmentirlo sería caer en el juego de los antisemitas», y eso no lo iba a hacer. Montagu diría que lo que impulsó a Chaplin a concebir la película fue la solidaridad con los judíos.
Tres años de trabajo le insumió preparar este proyecto. No sólo era difícil lo gestual, sino los diálogos pues éste sería su primer proyecto para el cine sonoro. Es que The Great Dictator es una de las películas más significativas no sólo por haberse atrevido con un tema de tremenda actualidad, inmersos en una dura polémica, denunciando el hecho más sangriento del siglo XX, la segunda guerra mundial y por presentar una parodia del líder del nazismo, Adolf Hitler. También fue su primera película sonora.
Se suman dos elementos más que hacen al significado de la obra y al coraje democrático del cineasta: primero, el discurso final sobre la libertad y después la muerte de Charlot, su caracterización más universal.
Chaplin había llevado al cine mudo a un nivel de enamoramiento del público con el actor, con una comunicación sin palabras sonoras, pero todos vibrando por la magia de los ojos y de la gestualidad. El ingreso de Chaplin al universo sonoro fue impulsado por su creación más jugada y lograda de su carrera.
Éxito absoluto de público no de crítica, uno de los escasos premios de la Academia que recibió Chaplin fue recién en 1972, de manera honorífica. Fue compensado por una ovación de más de doce minutos. Emocionado, diría: “Las palabras son fútiles, débiles…”.
Tiempos modernos
La crítica social estuvo en sus filmes, especialmente referida a la desigualdad de clase. En 1936 estrena “Tiempos Modernos”, y muestra las consecuencias de la revolución industrial y la deshumanización del hombre. Se trata de un alegato reivindicador de la condición humana. Es un poema a la lucha contra la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la intolerancia política. Problemas de ayer, pero también problemas de hoy, que Chaplin los presenta en clave de humor. Tiempos modernos tiene una dosis de esperanza en el futuro, ubicando el amor por encima del dinero y el poder.
El gran dictador
Chaplin tuvo muchísimo éxito en la era del cine mudo. Como Eisenstein, estaba persuadido que el problema no sería el sonido, sino las palabras. 1931 es el año en el que realiza su última película muda, City Lights.
Entre ésta y el Gran Dictador, mediaron años de experimentación. Pero el Charles Spencer Chaplin que regresa, plantea dramas sociales duros y los desnuda en sus películas. Es mucho más que el personaje Charlot. La quimera del oro, Luces de la ciudad, El chico, Candilejas y El inmigrante, sumadas a El gran dictador y Tiempos modernos son una constatación de ello.
The Great Dictator por su compromiso democrático, su producción, y su valor crítico, es de las películas más recordadas. En plena guerra mundial, una parodia del líder del nazismo, Adolf Hitler, cuya prédica seguía en expansión. La película tiene dos momentos excepcionales: el discurso sobre la libertad que se sitúa glorioso al final de la película y la muerte de Charlot, su personaje, que se valía del silencio para ser y hacer reír. Chaplin tenía que reconvertirse, y lo hizo.
Chaplin y el compromiso
Europa había cambiado: la violencia de la segunda guerra mundial y la difusión del nazismo en el Reino Unido y Estados Unidos. Más de un año le absorbió el guion. Le dio forma definitiva a su desafío, a la conciencia democrática: fue ésta la primera gran producción en tomar partido contra los nazis. Más de ocho décadas pasaron y hoy “el gran dictador” se transformó en un filme de denuncia de profundo alcance.
La película se estrenó el 15 de octubre de 1940. El compromiso democrático de Chaplin y su lucha contra el nazismo quedaron plasmados en este documento por la democracia y la solidaridad con los judíos.
El diario New York Times comentó que se trataba de «un magnífico logro de un artista verdaderamente grande y, tal vez, la película más significativa jamás producida». Pero Chaplin corrigió: «Si hubiera conocido los horrores de los campos alemanes de concentración, no podría haber hecho El gran dictador».
Chaplin debió soportar muchos ataques. Los más virulentos del magnate de la prensa, decididamente pronazi, William Randolph Hearst. Así, el genio británico era incluido en la lista negra de artistas vetados en Hollywood.
Chaplin pensó en cancelar el proyecto debido a las críticas de los círculos políticos conservadores, pero fue el presidente, Franklin D. Roosevelt, quien lo alentó para no abandonar el desafío.
Cuando se graba y editan los últimos 270 segundos, la pieza se completa. Ese llamado en pro de la democracia, las libertades, y la hermandad de los pueblos. Incluye esta declaración de principios: ‘Soldados: en nombre de la democracia, debemos unirnos todos’.
Para los nazis, Chaplin no fue más que “un repugnante malabarista judío”. El estreno de la película quedó limitado a EE. UU., Reino Unido y México antes de la rendición de la Alemania nazi. En Francia, se pudo ver en 1945; en Italia recién 1946, muerto ya Mussolini. En España debió esperar hasta 1976. En 1952 las autoridades estadounidenses le retiran su visa. La prédica antibelicista del actor irritaba a los maccarthistas. Recién volvería en 1972 para recoger su Oscar honorífico.
La historia del cine democrático, de compromiso, nos enseña que la defensa de los valores democráticos está marcada por la rebeldía y la solidaridad. Hitler murió, sí. Pero el autoritarismo y las campañas de odio, los escenarios violentos y de miedo, no. Más bien que en estas horas, hoy mismo, está resurgiendo, manteniendo la esencia de su discurso.
Por eso está bueno ir al rescate del llamamiento que inspira el cierre de la película: “Blancos o negros, judíos o gentiles… los seres humanos somos así: queremos hacer felices a los demás, no desgraciados”.
Es que la audacia de Chaplin ahora nos hace tanta falta. El mundo necesita de más audacia, democracia y solidaridad. Necesitamos más gentes como Chaplin.

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