Se cumplieron 10 años de uno de los acontecimientos más graves de la historia reciente del Uruguay. La investigación pareció ser concluyente, cuando el principal investigado ya no estaba vivo para ser sometido a las pericias a que se refiere el informe final.
Sólo de forma intencional se puede cometer tantos errores desde que los bomberos acudieron a apagar un fuego a la casa de la calle Elba 4210, del barrio Aires Puros, la noche del 30 de octubre del 2009. Nunca el MLN (Tupamaros) llegó a tener la cantidad de armas que el incendio en lo de Feldman puso al descubierto. Para tener una idea de la magnitud, cuando el MLN copó el Centro de Instrucción de la Marina, se llevó 550 armas de distintos calibres, 220 granadas y 70.000 proyectiles. Eso era todo lo que tenía el cuartel asaltado por los Tupamaros. El contador Saúl Feldman, mantenía ocultas entre 704 y 1040 armas, cifras imprecisas, que forman parte del cúmulo de contradicciones, que acaba con un informe que atribuye a Feldman la patología del síndrome de Diógenes, que consiste en la compulsión por acumular cosas. El dictamen contradice el hecho de que en sus dos casas, las de Aires Puros y Shangrilá, Feldman mostraba un comportamiento distinto, y también que en su profesional no era “un hombre con signos de abandono personal”, como lo describiría un informe acorde con esa patología. ¿Cómo podía padecer el síndrome de Diógenes en una casa, y no en la otra? Un hecho de tal impacto, que implicó la muerte de dos personas y tres heridos durante el asalto a la casa de Shangrilá, no mereció más que un fuerte impacto inicial, y rumores que se fueron apagando. Al año del descubrimiento del arsenal, el entonces Juez de Crimen Organizado, Jorge Díaz, archivó el caso, apoyándose en ese informe psiquiátrico sin ninguna base seria.
Con aquellas armas se podría haber llevado adelante acciones de guerra. Mientras el MLN dedicó años a desarrollar un lanzagranadas que nunca sirvió para nada, Feldman tenía varios RPG 7, de origen ruso, un arma capaz de parar un tanque. Las armas no formaban parte de un depósito desordenado, estaban listas para ser usadas, protegidas por vaselina y diario. Otra pregunta más: ¿Cuál era la relación entre Feldman y Graciela Bascou, la persona que habitaba antes esa casa? Según declararon vecinos a la prensa, la hermana de Graciela Bascou pasó la tarde anterior al incendio en la casa de la calle Elba. ¿No vio nada raro?
En dicha casa, también, se encontró una planta de recarga de munición. ¿Fue instalada como otra demanda de su patología? Muchas preguntas quedaron en el aire, demasiadas preguntas. ¿Cuál era el cargo que ejercía en el Ministerio del Interior Washington Castillo, coronel del Ejército de Cuba, que intervino en todas las actuaciones policiales, y puso en contacto al comisario de la 12, Fernando Rivero, con Jorge Vázquez? ¿Por qué el comisario Rivero no se comunicó directamente con la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, y decidió llevar el caso él mismo? ¿Por qué el comisario Rivero, a pesar de la gravedad que suponía semejante hallazgo citó a Feldman para la hora 15, en la comisaría, en lugar de hacerlo conducir inmediatamente a la dependencia policial, tan pronto se descubrió el arsenal?
El caso se fue oxidando de a poco sin que nadie tuviera, por lo menos, la curiosidad de armar el rompecabezas. Además, poco después, Miriam Mazzeo Soto muere como consecuencia de un atentado con explosivo en su casa del Buceo. Los restos del explosivo encontrado en lo de Miriam Mazzeo coincidían con el encontrado en lo de Feldman, y la garrafa de tres kilos que se utilizó estaba descrita en un papel que la Policía encontró en lo de Feldman. Pero tampoco se siguió la investigación, a pesar de que su familia reclamó con insistencia saber la verdad.
Estos fueron hechos gravísimos, y son sólo algunas de las incógnitas que quedaron sin respuesta una vez que el juez Díaz decidió archivar el caso. Se pudo estar frente a la hipótesis de actos preparatorios de actuaciones criminales. En aquellos momentos, el Presidente del país era el Dr. Tabaré Vázquez, y su hermano Jorge, viceministro del Interior. Jorge Vázquez es contactado por celular por el coronel uruguayo-cubano Washington Castillo, razón de más para que se aclararan todas las dudas, sobre todo cuando cinco días antes del descubrimiento del arsenal había tenido lugar la primera vuelta de las elecciones en que el candidato a la Presidencia era, nada menos que José Mujica, uno de los más conocidos Tupamaros. El desorden no estaba en la mente de Feldman sino en la investigación, que entreveró la baraja.
La izquierda uruguaya tiene que asumir un camino, inequívocamente, democrático. Una parte, tal vez mayoritaria de la izquierda, está convencida que ese es el camino que más beneficios dio al Uruguay y al mundo, pero, una minoría que atropella con su discurso intransigente vende la imagen de que haberse opuesto a la dictadura militar es un certificado de fe democrática. La inmensa mayoría de los uruguayos condenamos y soportamos con pesar el régimen militar. Dar señales inequívocas quiere decir, también, tener una actitud transparente y responsable ante hechos como el que implicó el descubrimiento del arsenal que escondía Saúl Feldman, y la investigación de la muerte de Miriam Mazzeo Soto. También, esa señal inequívoca, implica un rechazo claro a las dictaduras regionales, y una separación entre pueblos y gobiernos, que no arroje dudas. ¿Qué uruguayo no puede conmoverse y condenar, sin medias tintas, a un régimen que ha sido capaz de expulsar de su país a 5 millones de ciudadanos, como el de Maduro?
Hechos, no palabras, que a las palabras se las lleva el viento, y los daños quedan.
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