Este lunes 5 de agosto se cumplieron 85 años del fusilamiento, a manos de asesinos franquistas, de las “13 rosas”, las 13 militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas y del Partido Comunista de España. Trece: Carmen, Blanca, Julia, Elena, Ana, Martina, Dionisia, Pilar, Adelina, Virtudes, Joaquina, Victoria y Luisa. Las edades iban de los 18 a los 29 años.
Pero también asesinaron, esa misma noche y por las mismas razones, un total de 56 ciudadanos de la causa republicana y antifascista.
Un siniestro juicio sumarísimo dos días antes, el 3 de agosto de 1939, las condenó a muerte por fusilamiento. Aquello sucedió apenas cuatro meses después de que los franquistas entraran a Madrid, al grito de victoria y muerte, anunciando el fin de una guerra que ellos mismos provocaron y promovieron, arrasando con la democracia.
En efecto, aquel 3 de agosto de 1939, la indigna sentencia del fiscal del Consejo Permanente de Guerra número 9 encontró a las Trece Rosas como “responsables de un delito de adhesión a la rebelión”. La sentencia, como se ha dicho, alcanzaba a 56 procesados, “responsables de un delito de adhesión a la rebelión”. El régimen victorioso de Francisco Franco, aliados a Mussolini y Hitler, que se impuso a sangre y muerte, había iniciado ya una etapa de “limpieza y orden” que de una dictadura que se extendería por cuatro décadas.
En los documentos originales, la sentencia dice que las acusadas “tenían por misión hacer fracasar las instrucciones político-jurídicas de nuestro estado nacional”. Que los 56 estaban abocados a impartir “las órdenes necesarias a fin de organizarse nuevamente y poder actuar en todas aquellas misiones que pudieran producir actos delictivos que vulnerasen el orden social y jurídico de la Nueva España”.
Según el relato, “las jóvenes afiliadas a la referida JSU” ayudaban a los demás encausados a infiltrarse en las organizaciones franquistas y al propio ejército, para promover acciones criminales.
Paul Preston, historiador y académico británico, estudioso de la historia española del siglo XX, que junto a Ian Gibson y Raymond Carr, contribuyeron de manera excepcional a conocer la sangrienta y enfermiza violencia del franquismo y sus aliados. Preston ha advertido que «la izquierda tanto en el siglo XIX como en el XX y como actualmente, siempre ha estado dividida. Lo que se puede encontrar en Inglaterra, en España, en ningún otro país es la unidad de pensamiento de la derecha en estos mismos países. Podría ser que, resumiendo de forma muy sencilla y muy cruda, las derechas sabían lo que tenían y había que defenderlo coordinadamente -como ahora-. En cambio, los que carecían de todo tenían ideas muy diferentes entre sí para lograrlo, lo que acarreó diferencias brutales en su manera de conseguirlo. Lo más obvio es que desde la socialdemocracia hay que intentarlo legalmente y poco a poco, dentro del sistema, mientras que luego están las manifestaciones revolucionarias para la conquista del poder…».
Preston, en su investigación resumida en el libro “Arquitectos del Terror”, da cuenta de la derecha intentando conservar sus privilegios y su vocación antisemita, fundamentalmente de los generales e ideólogos de los rebeldes anti-república. No obstante, el eje central del franquismo era otro, el de «la supresión de los avances reformistas de la II República que amenazaban el estatus de las clases sociales…”. Ni Franco ni Manuel Carlavilla renegaron de esos postulados, ni aún acabada la guerra. El propio Preston se pregunta, en un capítulo dedicado a los “Teóricos del terror”: «¿Qué funciones jugaba ese «antisemitismo sin judíos? Excepto los incidentes del SEPU la propaganda antisemita no buscaba movilizar a la gente contra los judíos o sus intereses. El verdadero enemigo a perseguir y combatir era otro: socialistas, comunistas, anarquistas, masones, republicanos, nacionalistas periféricos (…) La función de este antisemitismo era esencialmente ideológica. Especialmente el mito de la conspiración judía mundial. Por una parte, en España no había casi judíos, pero el judío estaba muy vivo en la memoria histórica y la cultura popular. Casi nadie conocía ningún judío, pero casi todos reunían una imagen negativa de ellos” (https://archive.org/details/elholocaustoespa0000pres).
“Las 13 rosas” …
El 27 de julio de 1939 ocurre un atentado terrible contra el auto que trasladaba al comandante Isaac Gabaldón Izurzún, su hija Pilar de 16 años y el conductor, cerca de Talavera de la Reina. Todos murieron. Gabaldón destacaba en el aparato represivo franquista, a cargo del “archivo de la masonería y el comunismo” para los fiscales militares en los consejos de guerra contra los republicanos. Por ello, el régimen interpreta que se trata del desafío de un enemigo al que debía castigar de modo ejemplar. Así, atribuyen la autoría a una gran red comunista que no específica. Por ello, rápidamente teje una trama.
El 4 de agosto el consejo de guerra sentencia. Los fusilamientos se cumplen junto a otros “pendientes de ejecución”. El 5 de agosto de 1939 fueron encontrados los cuerpos de las 13 mujeres, “las 13 rosas”, y 43 hombres, “43 claveles”. En ambos grupos de fusilaron había menores de edad. El más pequeño, un varón de 13 años.
“Me matan inocente…”
Los fusilamientos saltaron más tarde a la prensa internacional cuando se conoció que entre los primeros sesenta y tres ejecutados se encontraban trece mujeres jóvenes.
Fue una hija de la científica Marie Curie quien lanza una campaña de denuncia en París por los asesinatos de las Trece Rosas. Francia indignada dejó al desnudo el carácter represivo del régimen franquista que no detuvo su furiosa represión, de cárcel y muerte.
Una de las fusiladas aquel 5 de agosto de 1939, Julia Canosa, escribió una breve carta a su madre y hermanos, un testimonio de angustia y dignidad: “Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que mi nombre no se borre en la historia”.
La historia de la dignidad la escriben los dignos, no los ganadores. España recordó este 5 de agosto a las “13 Rosas”, y en ellas, la memoria de todas las víctimas de la violencia franquista.
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