El 28 de abril se cumplen treinta años del fallecimiento de Raúl Sendic. Tuve oportunidad de conocerlo a mis quince años (1954). Transcribo mi recuerdo escrito años después: “A mediados de la década pasada, un puñado de jóvenes -muchos aún adolescentes- se reunían en una fría e inhóspita pieza de Casa del Pueblo. Discutían “hasta por los codos”, empezaban a subir la cresta de la vida revolucionaria con dificultades, varias veces errando, incomprendidos por muchos, pero siempre alegres y optimistas. Eran “los de la Juventud”. Su número aún escaso, se olvidaba porque su fervor, su militancia y su palabra, apuntaban hacia un fortalecimiento del Partido Socialista, emanado de una generación que venía a vivificar la lucha proletaria, que estaba dispuesta a “transformar el mundo”, costase lo que costase. Como todo grupo que trae algo nuevo y que aún es inmaduro, solía ser pedante, molesto para muchos compañeros. Pero sus integrantes estaban dispuestos a aprender sin saciarse y a enseñar sin cansarse. Y eso en definitiva, es lo que importa. Los defectos, en esas condiciones, se corrigen. Entre ellos, uno de los “viejos” estaba siempre maquinando novedades, inquieto por introducir innovaciones. Se trataba de Raúl Sendic. Muchacho fuerte, desaliñado, vivaz. Simpático como pocos, bromeaba y reía de continuo. Una vez, mientras se prorrogaba más de la cuenta una “conversada” reunión, entró sonriente a la pieza con una bomba: un texto que había inventado para un mural que exhortase a la unidad sindical: “¡Contra el capitalismo!” anunciaba; y le seguía un versículo de “Martín Fierro”:
Los hermanos sean unidos
que ésa es la ley primera
mientras ellos se pelean
los devoran los de afuera”
Una viva emoción sacudió a los presentes. Y como el revolucionario se nutre de acción, pronto quedó confeccionado el mural y a los pocos días, se exhibía orgullosamente en las paredes de Montevideo.” (1)
El hombre y su época
Un fundamento medular del materialismo dialéctico enseña que se piensa como se vive, que el ser determina el pensar. La conciencia, función de un cerebro material, depende de condiciones materiales, de las condiciones de vida en las que se forja. También intervienen elementos genéticos, en una abigarrada conjunción de lo social y lo natural.
Oriundo de Flores, Raúl nace en una familia rural (1926). Sus padres son de orígenes vasco francés (Sendic) e italiano (Antonaccio), típica familia descendiente de inmigrantes. A él le influye el Profesor de Historia Atilio Grezzi, cuando terminaba el liceo (1946), al igual que al destacado periodista Carlos María Gutiérrez. Al llegar a Montevideo fue Secretario General de la Federación de Estudiantes del Interior por seis meses. Pronto se vinculó a la FEUU -como estudiante de Derecho- y a las Juventudes Socialistas (así se llamaba) y veinte añero ocupó cargos de dirección en ambas.
Fue un líder: estudioso, creíble, confiable, valiente, estimulador. Valiente no solo por el arrojo físico, expuesto frente a los militares con su célebre frase: “Soy Rufo y no me entrego”, prefiriendo morir baleado, sino por su calidad político moral de encarar y romper cuando se necesita. Estimulador de compañeros, y en tal sentido recojo ejemplos directos. El mayor elogio recibido en mi vida provino de él, cuando llegaron por primera vez los cañeros de UTAA a Montevideo. Se me apersonó y pidió; “habláles vos, que a vos te entienden”. Y, cuando en 1965 tomamos caminos diferentes, me habló en términos firmes pero fraternos. Raúl fue un pensador sólido en sus principios y combinó el pensamiento y la acción, pues solía ser el más agudo, el más consecuente, y cuando había que jugarse estaba en primera fila.
El fin del Uruguay batllista
A mediados del siglo pasado Uruguay vivió la declinación del batllismo. Su reformismo ubicó al país como el más avanzado de la región. Pero pasada su época de esplendor, cada vez transó más con los latifundistas, con el imperialismo, y se desflecó sin tocar las estructuras de poder. El batllismo devino en el terrismo, y tras el “golpe bueno” de Baldomir, llegó el auge de la “Suiza de América” enancado en los buenos precios de la Segunda Guerra y pos guerra, tiempos llamados de “las vacas gordas” y de orgullo nacional como testimoniaba “El Día”, diario batllista, enseguida del Maracanazo: “los campeones del mundo son hijos del país más libre del mundo”; de la solidez de la democracia liberal, y aún de la industrialización limitada de Batlle Berres (1945-1955). Por entonces, Uruguay actuó como peón de Estados Unidos, pilar de la OEA. Declaró la guerra a Alemania y Japón (1945), lo que le permitió ser cofundador de la ONU, firmó el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) y el Convenio Militar de 1952 con EE.UU., y secundó todas las agresiones (a México, Guatemala, Cuba, etc.) Mientras el mundo asistía a la lucha entre dos bloques liderados por Estados Unidos y la URSS, en tanto crecía la izquierda (socialista, comunista) y luego, con la Guerra Fría, la afirmación de esa izquierda en posiciones disímiles. El Partido Comunista (PC), identificado acríticamente con la URSS, el Partido Socialista (PS), socialdemócrata, crítico de esa experiencia, liderado por Emilio Frugoni, y por los años 40 y sobre todo 50, en un proceso de luchas entre esa tendencia y otra marxista, identificada con Aneurin Bevan (británico), liderados en Uruguay, por Vivian Trías y Raúl Sendic. De esos años 50, un folleto de las Juventudes Socialistas, titulado “Paz sin imperialismo ni dictaduras” afirma: “Es incuestionable que el actual panorama internacional presenta dos grandes focos de poder, dos poderosas fuerzas imperialistas, explotadoras, agresivas, que se disputan el dominio total del mundo: el imperialismo capitalista occidental bajo la égida norteamericana y el imperialismo ruso (…) A esos dos focos de poder imperialista, oponemos la tercera fuerza del socialismo internacional, anticapitalista y democrática, que expresa los intereses y anhelos de liberación de todos los pueblos que sufren la explotación imperialista.”
También se asiste a una áspera lucha en el movimiento obrero-popular entre la Unión
General de Trabajadores (UGT) de orientación comunista, la Confederación Sindical del Uruguay (CSU) con peso socialdemócrata y vinculada al sindicalismo norteamericano, y los sindicatos autónomos. Después, hubo acuerdos de la CGT y los autónomos y con la virtual desaparición de la CSU, emergen la Central Única de Trabajadores (CUT) en 1961 y luego, la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) en 1964. En esa lucha ideológica, Raúl Sendic es el que hace funcionar la Comisión Gremial del Partido Socialista, en un tiempo en que nunca hubo tantas agrupaciones obreras socialistas.
La Revolución Cubana y consecuencias en Uruguay
Durante la primera mitad del siglo veinte y principios de la segunda, Estados Unidos pasó de la política del “gran garrote” de Theodoro Roosevelt (1900-1933) a la del “Buen Vecino” de Franklin Delano Roosevelt (1933-1953), intervino en Nuestra América, gestó la OEA, enfrentó a los nacionalismos del ABC (Argentina, Brasil, Chile), agredió a Guatemala (1954) y se endureció con la Revolución Cubana (1959). Esta y, en menor grado, la Argelina, impactaron a la generación “sesentista”, en realidad de la década de los 50. Demostró que no alcanzaba con ser el “partido picana” –según definiera Frugoni- o legalista, cuando el imperialismo norteamericano arrasaba con la legalidad, y los revolucionarios cubanos demostraron que era posible derrotarlo en el terreno armado. También lo comprendieron las derechas del continente, lo que motivó el surgimiento de organizaciones fascistas, como la JUP (Juventud Uruguaya de Pie), el MEDL (Movimiento Estudiantil por la Democracia y la Libertad), etc. La división de la izquierda se acentuó cuando el PC bajo la dirección de Rodney Arismendi -después de expulsar al fundador del Partido, Eugenio Gómez, acusándolo de “culto a la personalidad”- sigue la orientación del XX Congreso del PCUS (PC de la Unión Soviética) en 1956, que fundamentó los “tres pacíficos”: coexistencia entre sistemas opuestos, emulación económica y tránsito al socialismo, legal y democrático. Desde entonces, el PC negó la lucha armada, se opuso a métodos de radicalización, aunque luego gestara su aparato armado. Se opuso, por ejemplo, a la consigna de los cañeros: “Por la tierra y con Sendic”.
NOTA
(1) José E. Díaz- Julio Louis. “¡Tierra ahora!. La rebelión de los peludos”. Publicación Oficial del Partido Socialista. 1963
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