Reflexión Semanal: Medios de comunicación del Estado: ¿voz del gobierno?
Unas declaraciones de Sergio Puglia hace unos días movieron el avispero cuando afirmó que las radios y el canal oficial son voceros del gobierno y que reciben mucho apoyo a pesar de que nadie las escucha o ve. Los comentarios y críticas fluyeron por doquier y la misma Asociación de la Prensa (APU) condenó los dichos de Puglia. ¿Qué rol deben jugar los medios de comunicación estatales? ¿Deben competir con los contenidos que difunden los privados o apostar a una programación más cultural? ¿Son más de lo mismo o representan una alternativa? ¿Trasmiten información imparcial? ¿Deben depender del poder político de turno? ¿No debería instrumentarse un organismo autónomo como la BBC? ¿Se contrata solo a comunicadores afines al gobierno? ¿Deben pelear por el rating o difundir cultura?
La comunicación pública, a media cocción por Ian Ruiz
Se ha reavivado el debate sobre si en Uruguay los medios de comunicación públicos son sistemas independientes, o si poseen la característica tradicional de medios públicos que están al servicio del gobierno y de los partidos políticos dominantes.
Normalmente éste tipo de medio de comunicación en toda Latinoamérica es utilizado por los gobiernos para propósitos propagandísticos y el clientelismo, en lugar de contenidos de calidad al servicio de múltiples intereses públicos.
En el caso de Uruguay, desde el comienzo de su emisión, los medios públicos siguen identificándose con contenidos educativos, ignorados por los medios privados que dominan la industria. El medio de comunicación público es un ideal valioso, pero en ocasiones se confunde con la propaganda gubernamental y su condescendencia.
Nuestro país es uno de los pocos en la región, donde podemos decir que los medios de comunicación de propiedad privada también cumplen la función pública. Las frecuencias otorgadas y reguladas por el Estado cubren las necesidades de información de la ciudadanía, o por lo menos de cierta parte que simpatiza con los mismos. Ser privados no significa que los propietarios pueden hacer o decir lo que les complazca. Aunque cada señal, tiene sus espectadores, por lo que crea contenidos y opiniones apuntando allí.
Todos los medios de comunicación, sean públicos o privados que deben sostener el pluralismo en la información, a veces fallan. De cierto modo los medios tienen derecho de poseer su propia tendencia, pero sería más leal para todos los consumidores que se nos la declarase, en vez de que nos finjan neutralidad.
Para agregar más condimento a la cocción, los medios de propiedad privada, son en mayor parte financiados por el Estado. La “pauta publicitaria” que le ofrecen los gobiernos, hace que la mayoría de las veces los grandes medios privados reciban más dinero del Estado, que los medios dependientes del mismo.
De esto debió olvidarse Sergio Puglia, al quejarse de que -las radios y el canal oficial son voceros del gobierno y que reciben mucho apoyo a pesar de que nadie las escucha o ve-. No le quita veracidad, pero no está mal aclarar que todos los ciudadanos financiamos también a los medios privados, los cuales poseen programas que dejan mucho que desear desde lo imparcial.
TNU y las emisoras radiales del estado poseen una programación que también responden a las expectativas de los televidentes a lo que los medios dominantes, no satisfacen, apostando a la diversidad cultural, social, étnica, ideológica, religiosa e incluso la pluralidad política. Para asegurar la mayor pluralidad posible, tienen como estrategia, brindarles a las productoras independientes el espacio para presentar el material que producen. A veces con los concursos entran en juego que quienes los ganan, lo hacen por favoritismos o por estar más inclinados al gobierno de turno. Otro tema delicado, que se presta a debate.
En el caso de la televisión pública, debe apostar a que además de su tradicional rol educativo maneje los mismos géneros que la televisión privada. Uruguay debe destinar los medios de comunicación públicos a fomentar la posibilidad de debate, creación de nuevos contenidos, puntos de vista mixtos, y permitirle la palabra a la sociedad con el fin de expresarse. Es decir, que continúe funcionando como un complemento de la televisión abierta privada y no competencia, como últimamente lo ha intentado ser.
Los contenidos de los medios estatales no son exitosos, si los valoramos por el nivel de rating, pero los índices de audiencia no son la escala de medida adecuada para evaluar la notoriedad de las emisoras públicas. En los medios públicos, las programaciones y las discusiones que se generan en esos espacios son exitosas siempre y cuando sean reflejadas por otros medios.
En lo personal, diría que los medios públicos deben ser independientes del gobierno de turno y de las influencias de los partidos políticos, aunque la participación conjunta de todas las partes en el proceso de consolidación de dichas emisoras seria lo fundamental. No supone que deban interferir en la programación del medio, ni definir la política de cada producción o programa, sino impulsarlas. A mi criterio, se debería sumar la participación de las Universidades (público-privada) para cooperar.
Ser independiente del gobierno es uno de los desafíos de cualquier emisora pública que debe jugar un rol democrático. La creación de un movimiento organizado que pueda influir en la legislación para conseguir una administración autónoma y proporcionar el financiamiento apropiado, sería más que oportuno para obtener dicha independencia.
Los medios de comunicación públicos, se alejarían entonces de los enfrentamientos sociales e ideológicos que nacen desde la desinformación o hiperinformación de las personalidades que regañan desde lo privatista, y tendríamos un medio de comunicación a la altura de la BBC.
——————————————————————————————–Hablan de nosotros por Fabián Cardozo
“Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti” — Oscar Wilde
Puglia se equivoca. Más allá de que considero que sus palabras se expresan desde el prejuicio y la ignorancia sobre nuestro trabajo diario, también reconozco que alienta un debate que hay que dar siempre. Hemos escuchado, leído y visto diversas opiniones sobre el papel de los medios públicos pero nunca se ha establecido un debate de fondo sobre su utilidad y sobre todo si sus responsables deben depender del gobierno de turno o de un organismo autónomo (comprendida esta idea dentro de la nueva Ley de Servicio de Comunicación Audiovisual de urgente y necesaria vigencia).
No hay integrante del sistema político del Uruguay que pueda decir que tanto en la radio como en la tevé pública se le niega espacio para difundir sus ideas. Faltaría a la verdad si alguien expresa encontrar en nuestra programación un “desbalance” a la hora de presentar alguno de los temas de la coyuntura política del país.
Además, RNU, TNU y TV CIUDAD dan espacio a expresiones culturales que tal vez sean difíciles de encontrar en otros medios entre el tema musical de moda y telenovelas turcas. Allí está el valor agregado de los medios públicos, tantas veces castigado por colegas y por quienes establecen su presupuesto. Los medios públicos hablan de nosotros. Y también habla de nosotros nuestra visión sobre ellos.
Ni siquiera me permito dudar del trabajo profesional de mis compañeros, que tiene claro que no somos “más de lo mismo “para llevar adelante la programación a diario, a veces teniendo que olvidar situaciones de precariedad contractual de las que también poco se discute. “El amor es más fuerte”, decía el estribillo de una canción que marcó la adolescencia de los 90 y que vuelve a instalarse en la banda sonora de nuestras vidas de vez en cuando.
Me preocupa sí, que detrás de las palabras de Puglia exista una idea de estado simplemente “observador” y como mucho, regulador de la gestión de los privados. Eso alienta posiciones en el sentido de mirar con malos ojos que existan medios públicos con presupuesto digno que permitan buenas producciones, prudentes salarios y condiciones de trabajo para sus funcionarios más posibilidades de desarrollo de una verdadera propuesta alternativa y así llegar a la masividad tan reclamada. Sucede que para algunos hay áreas donde mejor que el estado “no se meta”. Y eso habla mucho también, de nuestro lugar como ciudadanos.
Puglia invita, ¿pero quién paga? por Georgina Mayo
Desde la cabecera de la mesa de su programa televisivo, Sergio Puglia la emprendió contra TNU y RNU. Dijo que nadie los escucha, que solo difunden información a favor del gobierno y que se llevan gran parte del presupuesto nacional. Así, de la nada, entre la entrada y el plato principal.
No por ser un exabrupto, el concepto deja de merecer una mínima reflexión. Porque las tres mentiras de Puglia son más que una agresión y un manoseo a quienes trabajamos para la radio y la televisión pública. Expresan un reflejo antidemocrático y hasta servil.
La razón es simple: si no existieran los medios públicos existiría un monopolio de los medios privados. En ese “mundo ideal”, las familias y los grupos económicos que controlan los medios ya no serían hegemónicos sino los únicos que dispondrían qué ven y cómo se informan los uruguayos. De eso, al poder total, hay un paso.
Nunca pensé que Puglia, iniciado en el canal 5, hubiera usado nuestra pantalla para hablar a favor del gobierno que le abrió la puerta en los años 90. Y si Puglia mirara hoy TNU sabría que lo que disparó es una infamia. Lo que difundimos no es información a favor o en contra del gobierno. Es información.
Es claro que los medios públicos no se parecen a los privados. Entre las siete posibles diferencias está que la señal de TNU se emite para todo el país, que no tiene dueños que puedan bajar y subir titulares de prensa, que no emite propaganda partidaria (si lo hiciera seguramente cobraría el minuto a todos por igual) y que no paga medidoras de rating para, a su vez, salir a vender pautas publicitarias sobre mediciones de audiencia compradas sin ningún control público.
A los medios públicos no les sobra presupuesto, les sobran las carencias de infraestructura. Pero eso no supone ser peores. En lo que me toca, la tarea periodística noticiosa, me sentiría cómoda en una medición de primicias conseguidas día a día y le duelan a quien le duelan.
Los trabajadores de TNU y RNU no somos peores que los colegas que trabajan en los medios privados (muchísimos de ellos amigos personales y excelentes profesionales), sin olvidar que algunos trabajan en medios públicos y privados. Es más, cuando alguna vez en TNU alguien creyó que era una buena idea disfrazarse de canal privado colocando alguna cara que le pudiera “sonar” a nuestros espectadores, el resultado no pudo ser peor. Sí que lograron mover la aguja (para abajo) en calidad y en audiencia. Trabajar en un medio privado no da un certificado de calidad, como servir un almuerzo (por rico que le quede) no convierte a Puglia en Mirtha Legrand.
Puglia no nació ayer, por lo que no debería confundir público con oficialista. Así como yo no confundo a los dueños de los medios privados (con sus intereses económicos y políticos), con los periodistas a quienes emplean, que en condiciones de libertad no siempre óptimas, en la gran mayoría de los casos honran nuestra profesión.
Siempre está el mote de “oficialistas” por Juan Carlos Giacosa
Como dijo alguien la libertad es libre y por suerte en Uruguay se puede opinar y decir lo que se quiera, yo agregaría siempre que se haga con respeto. Cuando el Sr. Puglia habla de reducir presupuesto de TNU y RNU, eso sin dudas de concretarse va a repercutir en las fuentes de trabajo y afectará decenas de familias. Y este es el aspecto más grave. Decir que estos medios no tienen audiencia sin tener mediciones a nivel de todo el territorio que respalde tal afirmación y guiarse por un muestreo en el área metropolitana, es subjetivo e ignorar a casi la mitad de la población.
Se habla del Rating. ¿Quién lo mide?, ¿Bajo qué parámetros?, ¿Abarca a todo el país?, ¿Se hace de forma gratuita o se cobra? ¿Nadie se ha preguntado por qué ya no aparece canal 5 en las mediciones? Por suerte los que recorremos el país sabemos que la audiencia de TNU en el interior es importante, pero como no hay un relevamiento al respecto no cuenta y es más fácil decir no los ve nadie.
Alguien puede dudar la audiencia de La Hora de los Deportes los domingos, pero no se ve reflejado en las mediciones. ¿Se puede dudar la audiencia que tiene el Carnaval, el fútbol, Juegos Olímpicos y otros eventos trascendentes que transmitió TNU? Bueno les cuento que tampoco se vio reflejado en su magnitud en las mediciones de audiencia. Entonces me permito dudar de las mismas.
Cuando se expresa además que solo se difunde información favorable al gobierno es falso pero además una falta de respeto a periodistas, comunicadores y productores que en estos medios nos desempeñamos. Hay compañeros que ingresaron en gobiernos blancos y colorados y otros que entraron a TNU con gobiernos del FA. Pero siempre está el mote de “oficialistas”.
Los periodistas y productores de TNU no somos funcionarios públicos tenemos contratos laborales privados y a término, es decir no estamos atornillados como algunos creen y la inestabilidad es grande. Aquel que ha mirado en serio Info TNU, sobre todo los políticos, saben bien que todos tienen voz: sindicatos, organizaciones sociales, culturales, gobierno y oposición. Es una falta de respeto poner en duda nuestro profesionalismo y jugar con nuestros puestos de trabajo, sustento de nuestras familias.
Los medios públicos TNU, RNU y TV Ciudad son alternativas necesarias y diferentes a las empresas privadas de comunicación y por ende tienen objetivos distintos. Comparto que tal vez sea el momento de un gran debate político y social sobre el futuro de los mismos. Seguramente el ejemplo de la exitosa BBC de Londres sea el más adecuado. Un directorio integrado con representantes de la academia y de todos los partidos políticos pueda brindar mayor transparencia. Consultar a la población sobre qué medios públicos le gustaría y que ello sirva de insumo para armar un proyecto. Es una discusión que el país debería darse, con respeto y tolerancia.
Estado, gobierno, sociedad y Medios Masivos por David Rabinovich
Permita el lector que me remita a una vieja historia de “nuestro pasado reciente”. A la salida de la dictadura el Dr. Julio Mª Sanguinetti recurrió a su amigo y prestigioso intelectual, el Dr. Carlos Maggi, para que ocupara la presidencia del Sodre. Para las radios y el canal, en especial para el canal oficial, Maggi tenía un ambicioso proyecto que apuntaba a ofrecer cultura, entretenimiento e información de calidad. Maggi, que de eso sabía mucho, quería hacerlo un canal competitivo: excelente y para grandes audiencias. Sin embargo al poco tiempo renunció porque la presión de los canales privados le impidió al Presidente de la República avalar su proyecto. Muy en particular en todo cuanto al informativo se refería. No lo digo yo, lo contó el Dr. Maggi en el teatro Macció hace años y lo reiteró en algunas ocasiones (pocas) por otros medios. Esos mismo canales privados, cuando culminaba la campaña por el voto verde1, censuraron –en acuerdo con el mencionado “estadista”- un spot donde Sara Méndez pedía que la ayudaran a encontrar a su hijo Simón (votando verde claro). Un asesor de Sanguinetti, que contó espantado el episodio, opinaba que el spot podría haber definido la votación.
Ese es el funcionamiento del sistema hegemónico de medios. Mantiene tal poder `de facto´ que la ley de comunicación audio visual -un modelo según Naciones Unidas – todavía está por reglamentarse y por lo tanto pendiente de aplicación.
El estado es un conjunto de instituciones que atienden, en teoría -y si el sistema fuera una democracia en el mejor sentido de la palabra- los derechos de las personas antes que los intereses de los más privilegiados. El gobierno constituye la organización concreta, elegida para administrar por un período de 5 años la convivencia en su territorio. Para proyectar el futuro de las normas que rigen la sociedad cuenta con un poder ejecutivo y otro legislativo donde están los ‘representantes’ que elegimos. En el funcionamiento del estado hay otros actores como el poder judicial, otros instrumentos como los entes autónomos y las empresas públicas… Cada 5 años la ciudadanía vota y le otorga a un conjunto de representantes la tarea de ‘gobernar’. En todo el proceso electoral, -en el Uruguay estamos siempre en campaña- inciden de forma muy importante los medios. Esos mismos medios que siembran en la ciudadanía el temor al ciclón extra tropical que vendrá dentro de 8 días, al rapiñero enajenado que mata sin motivo hasta en el país más seguro de América, a la crisis que significa la mejora de las condiciones de vida de mucha gente, a las empresas que se funden y nos dejan sin trabajo (por el ‘costo país’ claro)… pero no miran con los mismos ojos -ni tratan con la misma letra – a los empresarios que eluden, estafan, afanan, vacían empresas y se llevan a guaridas fiscales sus fortunas.
El rol de los medios de comunicación estatales debe estar vinculado al respeto y a la atención de nuestros derechos de tener una buena comunicación: entretenimiento sano, cultura de buen nivel, información honesta. El proyecto de Carlos Maggi sigue vigente. Una buena TV pública, buenas radios, van a competir necesariamente con los contenidos que difunden los privados. Una programación más cultural no es necesariamente aburrida. Las radios públicas ya no son más de lo mismo y representan una alternativa. Escucho las radios públicas porque me gustan más que las privadas y podrían ser mejores todavía. Me consta que no se contrata solo a comunicadores afines al gobierno. Su corresponsal en mi pueblo, es un ejemplo.
Por último quiero señalar que pelear por el rating y difundir cultura, son dos caras de la misma moneda. Una radio y una TV que informe, eduque y sea culta puede y debe ser competitiva. Por definición se trata de hacer una sociedad mejor, no sólo de ganar plata.
1 El voto verde anulaba la ley de caducidad acordada por blancos, colorados y militares en 1986, una vez que el comandante en jefe guardara las citaciones de la justicia en su caja fuerte.
Cambios en los medios público-estatales: el momento (hace rato que) ha llegado por Gabriel Kaplún
Desde aquella mañana de 2005 en que Sergio Sacomani me invitó a conversar en su oficina de Director de las radios del Sodre hasta hoy han cambiado muchas cosas. Aquel día encontré a Sergio barriendo en un hall de entrada muy deteriorado. No recuerdo si era revoque caído o escombros de una reforma que estaba empezando. Sí que me habló de sus planes y me pidió ayuda para alguno. Sergio ya no está pero muchos de aquellos planes se concretaron, gracias a él y a mucha gente que ha trabajado y trabaja en las radios estatales. Se potenciaron los perfiles diferenciales de las distintas emisoras de Radiodifusión Nacional del Uruguay (RNU), se mejoró mucho la calidad de emisión, se desarrolló una programación variada conducida por comunicadores, periodistas, músicos, creadores y críticos de primera línea y con diversas orientaciones ideológicas y estéticas. Se mejoró enormemente la infraestructura, el equipamiento de los estudios y la red de transmisión, que le permite llegar a casi todo el país. Se tejió una red de corresponsales y en algunos lugares se empezaron a desarrollar contenidos locales o regionales que ocupan una parte de la programación para esa zona.
Recuerdo también las dos veces que discutimos públicamente con Sergio. La primera fue al comienzo de su gestión, en un evento académico que organizamos en la Universidad, la segunda en uno que organizaba RNU junto con radios públicas de otros países latinoamericanos a fines de 2012. En ambas le planteaba que, si bien me parecía admirable y muy valioso el trabajo que estaba haciendo, había que avanzar hacia una institucionalidad que le diera a las radios y a todos los medios público-estatales una mayor independencia del gobierno -de cualqier gobierno- y alguna forma de participación de la sociedad -los dueños de esos medios-. Por mi parte reconocía que, por suerte, las radios de RNU no se comportaban como medios gubernamentales oficialistas, pero que su institucionalidad no garantizaba eso, en tanto él mismo había sido designado por el Presidente, que en cualquier momento podia también sacarlo. Dije también que, como habíamos propuesto cuando la elaboración del programa de gobierno del Frente Amplio e 2004, un primer paso en esa dirección podía ser crear un organismo consultivo integrado por representantes de distintas organizaciones de la sociedad, cuya opinión fuera escuchada a la hora de tomar las decisiones estratégicas sobre programación y gestión y sirviera de caja de resonancia y recepción de aspiraciones, propuestas o desacuerdos de la ciudadanía con la implementación cotidiana de esas decisiones. La primera vez dijo que estaba de acuerdo pero antes había que mejorar lo que había, dado el estado de pobreza y deterioro en que había encontrado las radios al asumir la dirección. Que también había que mejorar mucho la gestión haciéndola más agil dadas las trabas burocráticas que tenían para funcionar, y que ya llegaría el momento para cambios como esos. En 2012 ese tiempo no había llegado aún y nuestra discusión fue entonces un poco más fuerte.
Un par de años después Sergio murió, poco antes de que se aprobara la Ley 19307 de Servicios de Comunicación Audiovisual, que contiene normas que tienen que ver con esa discusión. En sus artículos 150 a 169 crea el Sistema Público de Radio y Televisión Nacional (SPRTN) como organismo descentralizado con un directorio de tres miembros designados por el Poder Ejecutivo con venia del Senado por tres quintos de votos, de acuerdo al artículo 187 de la Constitución. No es el grado de independencia del gobierno que hubiera querido, pero es un avance en esa dirección. La ley crea también, en sus artículos 170 a 173, el Consejo Honorario Asesor del SPRTN, que básicamente, es aquel organismo consultivo de representación social amplia que proponíamos hace tanto tiempo. La ley 19307 fue aprobada en diciembre de 2014 y ésta y muchas otras de sus disposiciones esperan que el Poder Ejecutivo los haga cumplir. Si discutiéramos con Sergio otra vez -y lamento no poder hacerlo- le diría que, sin duda, el momento hace rato que ha llegado.
La imperiosa necesidad de comunicar por Rodrigo da Oliveira
Pareciera formar parte del decálogo del bien gobernar, sin embargo es un hecho que ha devenido de esa hermana no tan bien vista muchas veces en política, que es la pugna por mantenerse en el poder. Más que ello, los medios que se utilizan para transmitir los supuestos logros de cada gestión, son muchas veces cuestionados por los ajenos, dado que terminan siendo doctrina para los propios.
Es así que la maquinaria puesta generalmente en movimiento para transmitir los objetivos propuestos y alcanzados, termina siendo parte de una burocracia al servicio del poder mismo y no de los ciudadanos a los cuales se pretendía llegar con la información a difundir.
Esto se divide habitualmente en dos partes, los medios de comunicación oficiales y los canales “oficiosos”, representados por órganos que no siendo públicos propiamente dichos, sí son colaboradores más o menos interesados y funcionales al poder de turno, muchas veces desde las campañas o los procesos que llevaron a tal o cual facción al control de la administración.
¿Por qué este distingo? Repetidas veces hemos visto y oído las quejas de los funcionarios, haciendo referencia al poder detentado por los grandes medios de masas y su supuesta capacidad de influir en el comportamiento de las sociedades.
Es así que cuando dicha cuestión no sintoniza con las necesidades temporales de aprobación requeridas por un gobierno dado, se “ayuda” a la gente a percibir las bondades del mismo.
Uruguay no ha sido ajeno a la cuestión y últimamente se han escuchado voces discordantes con el discurso hegemonizante trasladado desde la fuerza de gobierno hacia la población, vía canales de televisión y radios, principalmente. Los Consejos de Ministros abiertos también han concurrido en auxilio de la difusión de dicho mensaje, siendo no poco criticados, ya que se los percibe desde la oposición como un show destinado a propaganda y no como se los presenta, como el pleno del gobierno en contacto directo con la población.
La presencia de canales de TV públicos se ha visto acrecentada con emisoras del municipio de la capital y otras de organizaciones sociales cercanas al gobierno, caso de los sindicatos.
Habitual era el conceder ondas de radio a personas afines a los PPTT durante los períodos pre Frente Amplio, de modo que en esto no se ha innovado.
En estos últimos días se generó un pequeño revuelo parroquial, al expresar un conocido comunicador sus reservas respecto al papel desempeñado por los medios oficiales de comunicación, su coste y su efectividad real, como no fuere la propaganda como tal.
Ampliamente vapuleado por la censura del discurso único y hegemonizante del cual hablábamos antes, trajo al ruedo el eterno tema de la dicotomía rating o cultura, con coletazos de leyes de medios esgrimidos y vestiduras rasgadas -cuando no- por algunos puristas devenidos en defensores acérrimos de una supuesta propuesta cultural que posee un rancio tufillo adoctrinante, Telesur y compañía mediante, por citar sólo un caso.
Los pueblos y sus culturas no necesitan tutores ni custodios, las mismas siempre han sobresalido y se han filtrado, para alcanzar su propio lugar, que es que le dan sus creadores y destinatarios últimos, que son las personas.
Buena medida sería dejar de hacer política partidaria con los dineros de la gente, bajo la excusa de una pseudo política cultural que tiene más de adoctrinamiento ideológico que de tal.
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