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Reivindicando el mito por Juan M. Bertón

Reivindicando el mito por Juan M. Bertón
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Voces publicó en las últimas semanas algunas columnas de opinión de Miguel Pastorino, tendientes a desmitificar ciertos relatos sobre la hostilidad de las religiones, la católica en particular, hacia el conocimiento científico. En la columna publicada el 21 de mayo, titulada ¿Ciencia vs Religión? El mito del conflicto, Pastorino dice:

El mito del conflicto entre ciencia y religión ha sido construido por el positivismo en el siglo XIX y es un relato que no deja de tener adeptos, a pesar de que hace ya tiempo quienes se dedican a la historia de la ciencia (…) lo han refutado sistemáticamente. Alcanza solo con ir a las fuentes, no a los manuales que repiten el mito”.

Creo que no se puede refutar el evidente conflicto entre religión y ciencia, porque hay hechos históricos que no admiten dobles lecturas. Pastorino complejiza –con muchos datos e información– el análisis de unos hechos que sin duda tienen muchos matices, algunas injusticias y verdades a medias, pero que vistos en perspectiva parecen claros.

Voy a comenzar por elegir uno de los temas centrales del evidente conflicto: la teoría de la evolución de las especies, encarnada en la obra del naturalista británico Charles Darwin. Lo elijo porque los hechos y los efectos de ese conflicto innegable perduran hasta hoy. Para resumirlo voy a elegir tres ejemplos: uno institucional, uno del colectivo social, y otro del protagonista principal.

Sobre el primero, el botón de muestra: tuvimos que esperar hasta el año 1996 para que el papa Juan Pablo II dijera que el evolucionismo es conciliable con el dogma católico. Ciento veinte años, más de un siglo. Y no cualquier siglo; un siglo en el que las ciencias biológicas avanzaron a un ritmo tan evidente, que lo de Juan Pablo II se parece más a una confesión culposa que a una alegre propuesta. El País de Madrid cita a dicho Papa afirmando que “hoy sería posible poner de acuerdo dos puntos de vista que parecían irreconciliables«. En definitiva, quien admite el conflicto centenario es el propio Juan Pablo II.

Sobre el segundo punto, tenemos noticias no ya del año ’96; tenemos noticias de hoy. A pesar de que el Papa dio el brazo a torcer, existen miles, millones de personas que creen que el libro del Génesis debe interpretarse de forma literal. Una encuesta citada por la BBC en 2010 dice que el 40% de los estadounidenses cree que el hombre fue creado hace 10.000 años, tal y como luce hoy en día. Que 150 millones de estadounidenses, en pleno siglo 21, nieguen el consenso científico porque su religión les dicta otra cosa, es exactamente lo que entiendo por conflicto entre religión y ciencia.

Sobre el tercer punto habla la familia del propio Charles Darwin en su relanzada Autobiografía (Nórdica Libros, 2019). Si bien se utiliza la supuesta fe religiosa de Darwin para ilustrar una suerte de compatibilidad entre la religión y sus ideas, entiendo que la autobiografía es categórica sobre ese punto. Leonard, hijo de Charles, menciona procedimientos legales para impedir la publicación de la mencionada biografía por parte de sus familiares, dada “la crudeza” de las expresiones de Darwin relativas a sus creencias religiosas (2019, p.16). Recién hoy podemos leer el mencionado texto de forma completa, ya que la “aspereza” y lo “poco meditada en cuestiones religiosas” le valió que se publicara con pasajes eliminados. ¿Sobre qué versaban esos pasajes? Sí; versaban sobre el conflicto entre el nuevo conocimiento y los viejos dogmas.

Las religiones en general, y la católica en particular, tuvieron un peso muy grande en la vida de las personas durante siglos. Representaron el poder político –o convivieron fuertemente–, llevaron la bandera del conocimiento –explicando cómo funcionaba el mundo– y de la moral –definiendo lo bueno, lo deseable. Hoy las religiones han sido apartadas del poder político y han dejado de ser fuente importante de conocimiento. Les queda el recinto de la moralidad, que es muy válido, pero que no tiene nada que intercambiar con la ciencia. Y ese lugar mínimo de las religiones hoy, y su escaso papel en nuestra vida, no es fruto de la reflexión ni de un retiro armonioso; es el confinamiento natural que sufrieron tras resistirse a lo evidente. El conflicto existió y existe, y el cuerpo científico siempre salió mejor parado en lo que a producción de conocimiento se refiere.

La ciencia se apoya en métodos, no en verdades. Por eso mismo, no tiene reparos en cambiar; los errores y reinterpretaciones son parte de su lógica y fortaleza. No pretende decir cómo debemos vivir; no le interesa –o no debería interesarle. Tampoco debe tener reparos en admitir lo que no sabe: la ciencia no puede decirle a alguien que Dios no existe. Sí pudo decir, aunque a los delegados de Dios no les gustara, que las especies conocidas de nuestro planeta evolucionaron de unas anteriores y que no hubo arcas, ni costillas, ni diseños de siete días – descanso incluido. Esas verdades, que hoy nos parecen evidentes, tuvieron la férrea oposición de la iglesia católica durante todo el siglo XX, y como vimos, todavía existen quienes reniegan de ellas. Agrego, además, que no son las religiones los únicos enemigos que enfrenta la ciencia; lamentablemente, existen otros.

Es un facilismo ponerse del lado de la ciencia y tachar a las religiones de oscurantismo. Entiendo que hay matices, que los límites históricos son difusos, que religión y conocimiento científico incluso conviven dentro de las mismas personas. Pero dicho esto, creo que el conflicto no tiene nada de mítico; es tan cierto como actual. Las religiones se han reconvertido y aceptan –con más o menos pesar– su papel relegado en la producción de conocimiento; deberían también aceptar y reconocer que han puesto muchas piedras en el camino.

 

El Papa acepta que el evolucionismo es conciliable con el dogma católico. Diario El País (Madrid), edición del 23/10/1996.

Darwin gana su primera batalla judicial en EE UU frente al nuevo creacionismo. Diario El País (Madrid), edición del 20/12/2005.

EE.UU.: ¿Dios «creó» o «guio» al Hombre? BBC Mundo (Londres), edición del 20/12/2010.

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