Uno de los momentos más importantes en la trayectoria de Seregni fue, paradójicamente, el de su despedida de la vida pública, en el Paraninfo de la Universidad, el 19 de marzo de 2004. Un grupo de estudiantes de aquella Generación del 83 organizó el homenaje. Seregni ya estaba en las etapas finales del cáncer que causaría su muerte, cuatro meses más tarde. Ese pedacito de vida, desde que los muchachos llegaron a la casa en que veraneaba, en Costa Azul, hasta su discurso en la Universidad, fue un reencuentro con la esperanza. Se lo veía ilusionado, comentó la invitación con amigos, y también con la gente que lo saludaba en la playa, que siempre lo retenía un momento, para hacerle algún comentario, momentos que el vecino Seregni no eludía, siempre afable.
El discurso del Paraninfo debería estar en la mesa de luz del genuino frentista, como la biblia para los creyentes. Habla, entre otras cosas, sobre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades. Habla de su derecho a disentir, y así lo reclama, casi al final de su último discurso: “Una reflexión final que hago, mis amigos, sin ninguna clase de dramatismo. Tengo plena conciencia de que cuando uno abandona la vida pública se confina en el ropero del desván –y valga la expresión un poco arcaica–; yo lo decidí y, ustedes me conocen, lo voy a cumplir. Pero quiero decirles esto: a mí me gusta vivir, amo la vida, no me aferro a ella; he dicho mil veces, la vida es pugna, la vida es lucha, pero si es cierto el precepto latino de “cogito, ergo sum”, no menos es cierto que si yo vivo, existo y soy, puedo pensar, y entonces, mis amigos, dentro del ropero seguiré pensando. Y si en un momento siento la necesidad de pelear, lo haré contra las puertas del ropero.”
El día en que el Frente Amplio cumplía 25 años, 5 de febrero de 1996, 8 años antes del discurso del Paraninfo, Seregni se había sentido obligado a renunciar a la Presidencia de la fuerza política que había ayudado a constituir, junto a ciudadanos destacados de todos los partidos políticos. El día de su renuncia, el FA comenzaba a transitar un lento crepúsculo, a pesar de que todavía le faltaba ganar las elecciones nacionales, y gobernar durante 3 períodos consecutivos. La existencia de un frente político, constituido por partidos independientes, se justifica ante circunstancias excepcionales, y desaparece con el motivo, en nuestro caso, al desaparecer la dictadura, y volver el país a transitar por cauces democráticos. Pero el Frente Amplio siguió existiendo, Seregni lo dejó a dos pasos de ganar la primera elección.
El mundo había cambiado, el socialismo real ya no estaba en condiciones de convocar a la construcción del futuro. Sin embargo, en este pequeño país, se produjo el milagro de que la izquierda sí mantuviese viva la ilusión de ser el vehículo para construir una sociedad sin clases sociales, y, aunque ya no lo proclamase, de trabajar por la dictadura del proletariado, porque de eso trataba el socialismo que se nos propuso, y que propusimos.
El discurso en el Paraninfo pudo ser amargo, pudo haber deslizado algo parecido a un sermón político, porque no en vano había sido su referencia principal durante 25 años. Esa fuerza que había contribuido a crear le daba la espalda sin un motivo grave que justificase tanta indiferencia por parte de la Mesa Política. Simplemente le soltó la mano y lo dejó ir. Entre su renuncia a la Presidencia del FA y el discurso de despedida pasaron 8 años. El nexo con la fuerza política fue sólo protocolar, o, a lo más, un recurso político, un ornamento para aprovechar su imagen. Las últimas palabras públicas de Seregni fueron de agradecimiento y estímulo para esa generación que nació a la vida ciudadana en 1983, una generación que contribuyó a crear cosas importantes como ASCEEP, PIT o FUCVAM.
No pudo estar cuando la fuerza política que condujo a lo largo de 25 años ganó las primeras elecciones, ni fue testigo de los tres gobiernos nacionales que condujo el FA. ¿Hubiera cerrado la boca ante episodios como los de la venta de PLUNA, el uso de las tarjetas corporativas, la conducción de ANCAP, la tolerancia con el régimen chavista (Seregni se negó a recibir a Chávez cuando llegó por primera vez a Montevideo), los sueldos de ALUR, la extranjerización de la tierra, entre tantas otras cosas? Encerrado en el ropero, como se imaginaba debía ser la desaparición pública de un dirigente político, aceptaba la limitación pero advertía que hasta en esa situación, le quedaban los puños para golpear las puertas del ropero.
Poco a poco, el Frente Amplio ha ido abandonando el rumbo que el gral. Seregni le dio para volver a los orígenes de la ortodoxia de la izquierda, cada vez más apegado a un relato que no deja de ser fórmulas para llegar al poder y mantenerse en él. El recientemente proclamado candidato por el FA osó referirse a la extinguida URSS en términos como: “la URSS fue una vergüenza y la izquierda está pagando sus horrores”, o “el campo progresista terminó identificándose con una experiencia lamentable, que ni siquiera era socialista”, o “además, socialismo sin democracia no existe”. Sinceras o demagógicas, estas expresiones del candidato electo del Frente Amplio, fueron paradas en seco por Juan Castillo, Secretario General del Partido Comunista, que le advirtió que había “arribado a conclusiones erróneas”, y que “sus palabras no son las que necesita la izquierda”. A renglón seguido, Castillo le aconsejó la forma correcta de hablar desde la izquierda. Ni qué decir del manoseo de Carolina Cosse por parte del MPP, y el nuevo capítulo de los títulos de quien, finalmente, será la compañera de fórmula del candidato del FA.
¿Escuchará la Generación del 83 los golpes de puño de Seregni en las puertas del ropero, o se conformará con lo que le ofrezcan, en caso que el Frente consiga revertir la situación?
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