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Resurge el conflicto magrebí por Ruben Montedonico

Resurge el conflicto magrebí por  Ruben Montedonico
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En la esquina del Mediterráneo con el Atlántico -que pudiéramos considerar el centro del Magreb- una vez más el mal relacionamiento de las naciones se tradujo en el rompimiento de las relaciones diplomáticas: Argelia retiró su embajada de Marruecos. El fondo -por lo menos de 1976 a la fecha- resulta del apoyo de los gobiernos de Argel a la República Árabe Saharaui Democrática y el Polisario (RASD). Es el único Estado musulmán cuya lengua oficial es el español, además de que hablan árabe y diversas formas de bereber. Desde el rompimiento, hay quienes se refieren a “la guerra fría” del Magreb: me parece exagerado.

La independencia y la constitución como Estado en ese territorio significó

la diferencia insalvable entre Argelia y Marruecos, país que junto con Mauritania invadió la tierra del Sahara Occidental, que no descolonizaron (la regalaron) Franco ni su rey sucesor. Ese regalar de España lo que no era de su propiedad ha traído las controversias y disputas al territorio. Tras un inicio de guerra, en que el Polisario logró expulsar a los mauritanos, el régimen de Rabat mantuvo la ocupación de El Aiún, el puerto de Dajla y construyó un muro militar conocido como “triángulo útil”, diagonal que parte de la cercanía de la frontera con Argelia y se extiende por miles de kilómetros hasta el sur.

Ni la antigua Organización para la Unidad Africana (OUA) ni su sucesora, la Unión Africana (UA) han podido hacer algo en el conflicto y ocupación de un Estado miembro (la RASD) por otro Estado miembro (Marruecos): la organización continuadora heredó todo lo que quedo pendiente de su predecesora y recibió, en una primera instancia, sólo un cambio de nombre.

Las Naciones Unidas, a través de la Minurso (misión específica en torno al conflicto) ha sido incapaz de realizar un referéndum sobre el caso, obedeciendo a los intereses de Rabat y a algunos de los representantes amigos  (miembros permanentes) del Consejo de Seguridad.

El investigador español Haizam Amirah Fernández, en unas declaraciones señala lo siguiente: en “los tuits del expresidente Donald Trump sobre Marruecos, Israel y el Sáhara Occidental, anunciaba dos cuestiones: por un lado, que Marruecos normalizara relaciones con Israel; a cambio, Estados Unidos reconocería la soberanía marroquí sobre el territorio del Sahara Occidental”. Trump, asegura, seguía el plan de su yerno, Jared Kushner.

A pesar del cambio presidencial en EEUU, en consonancia con lo pactado, Marruecos logró introducir en la UA -en carácter de observador- a una potencia extracontinental, Israel, con quien el reino anunció la reanudación de las relaciones diplomáticas en diciembre de 2020, formalizadas por los cancilleres -Yair Lapid y Naser Burita- el 11 de agosto pasado, como  producto del plan de Kushner conocido como Acuerdos de Abraham, que involucran, además, a  Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Sudán.

Es cierto lo que comenta Amirah de que con esto Argelia “da un golpe sobre la mesa en una jugada que tiene una lectura regional; ambos países ansían la hegemonía en el Magreb y es un síntoma de la paulatina desintegración de una región clave para la estabilidad del Mediterráneo, de la Unión Europea, de África” sumados a los efectos de la primavera árabe. Pero también resulta lo ocurrido en tranquilidad para el Pentágono -que mantiene un puesto seguro en Tan-Tan (frente a Canarias) para sus fuerzas del Africom en el Atlántico, así como en las costas marroquíes frente a Gibraltar. Todo lo anterior a cambio de la promesa a Marruecos de que EEUU convalidará sus rapacerías a los saharauis en el territorio que ocupa.

Es evidente, por otra parte, que en todo momento resultan favorecidos EEUU, Inglaterra, EAU, Arabia Saudita e Israel, que proveerán productos, engendros militares y de espionaje (alguno hasta dinero) al conflictivo reino, a cambio de la explotación comercial de las zonas ocupadas. Pese a los últimos datos sobre espionaje, afirmo que también ayudarán España y Francia, con los mismos aportes e idénticos intereses. La porción ocupada, llena las aspiraciones de quienes apoyan la agresión y la adhesión.

Pasados casi 30 años sin que ocurra una resolución pacífica, tras las provocaciones y envalentonamiento de las fuerzas marroquíes, el año pasado el Polisario reanudó la guerra de liberación. Esta ruptura de relaciones encuentra a Argelia confiada en su propia fuerza política y aún en su poderío militar -superior técnicamente al de Marruecos- en caso de que el conflicto derive a otras vías.

Desde América Latina, tempranamente Cuba y México mostraron su solidaridad y abrieron los sistemas educativos a estudiantes saharauis. En Uruguay, sobrevino el reconocimiento años después, cuando Tabaré Vázquez fuera por primera vez presidente. De un lado y otro me llegaron entremeses de lo ocurrido. Dos personas que se unieron a la representación del reino viajaron desde Montevideo, por donde se afincaban oficialmente: un transportista con intereses entre Marruecos y España y otro, un marino europeo. Recibieron las atenciones más exquisitas que se pudieron imaginar; eso sí, sin presencias femeninas, alcoholes ni mucho menos, drogas. Todo lo contrario de cuando tuvieron que oficiar de cicerones en Montevideo: el europeo debió reponer varias veces las porciones de alcoholes y elementos aspirantes para satisfacer a los enviados del reino a tratar de convencer a Uruguay de no reconocer a la RASD.

El diplomático saharaui, mi queridísimo Bujari Ahmed llegó corriendo a México a contarme que -después de unos tres meses de estar en Montevideo- fue invitado a una reunión para conocer a “alguien que lo ayudaría” y que aceptó a ir a la casa de la calle Dalmiro Costa. Uno de sus habitantes, que ese día cumplía años, Eduardo Galeano, cumplió al presentarle a alguien del Ejecutivo. A los 15 días el presidente Vázquez instruyó a la cancillería a reconocer a la RASD como un Estado independiente. Años después de la declaratoria, el europeo terminaba su relato diciendo “la fiesta de esos mozos se acabó aquel día”.

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