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¿El retorno de los brujos?  

¿El retorno de los brujos?   
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La semana pasada el diputado evangelista del Partido Nacional Álvaro Dastugue en una entrevista en Búsqueda desató la polémica. Sus cuestionamientos a diversas leyes aprobadas en los últimos años hicieron arder las redes sociales y generaron contradicciones en la interna blanca.

¿Estamos frente a una ofensiva religiosa en la vida política? ¿El mayor pecado de Dastugue fue su incorrección política? ¿Se deben censurar opiniones de ese calibre cuando se representa a una colectividad? ¿Quedó embretado el Partido Nacional por las opiniones de un diputado? ¿Se trata de una oscura operación interna? ¿Son coherentes los blancos que critican a Dastugue y votaron en contra de todas esas leyes? ¿Cuán fuerte es esta corriente de opinión cuasi medieval en la sociedad uruguaya?


La Constitución, la Biblia y el pastor político por Ian Ruiz

Recientemente el pastor Álvaro Dastugue llevó su prédica a la opinión pública y mediática, a la hora de señalar que si el Partido Nacional llega a gobernar en el próximo período, tiene el deber de revisar todas las leyes de la agenda de derechos aprobadas por el Frente Amplio. Las preguntas que cabe hacer en tal situación son, ¿le ganó su rol de líder evangélico neopentecostal y católico?, ¿habló en nombre de la iglesia Misión Vida para las Naciones? Quizás fue un olvido de que esas palabras podían tomar el color de su partido político.

En Blanco quedó más de una mente al enterarse de sus declaraciones al Semanario Búsqueda que no identificaron a nacionalistas, ni los de afuera. Su manera de pensar dejó ver actitudes incorrectas o supuestas anomalías con el pensamiento actual de los uruguayos creyentes y ateos, que lejos de ser Dios, usaron las redes sociales para encargarse de juzgarlo y hacérselo saber.

Es que Dastugue, el primer pastor evangélico en la historia del Parlamento en nuestro país, tiene cierto compromiso personal con su confraternidad evangelista desde que asumió el papel como diputado. La misma se trata de respetar la Constitución y las leyes, siempre y cuando estas no contradigan la palabra de Dios. En su pensamiento, toda ley que se opone a la ley de Dios, no es ley. Clarito, pero sin ir más lejos, si comienzas a investigar la biblia, encuentras pasajes como “ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.” 2 Timoteo 2:4. En esa frase, se entiende que si eres sirviente divino no deberías mezclarte activamente en los negocios rentables para así agradar a aquel que te convocó. ¿Esa no es ley de Dios? Contiene muchas páginas la biblia, cualquiera puede olvidarse y tener perdón divino. Aunque Dastugue no es el único eclesiástico olvidadizo o que ignora esas palabras Divinas. El poder político evangelista si bien en el Rio de la Plata no es muy numeroso, viene pisando fuerte en la toda Latinoamérica desde hace varias décadas, a tal punto que hasta ha colocado presidentes. La situación no habría tomado mayor alcance, si los propios compañeros de Álvaro Dastugue del Partido Nacional no hubieran emitido su opinión personal en rechazo a las palabras del pastor político. En modo de crucificarlo, algunos alejándose de su opinión y otros deslindando responsabilidad, no faltó el que lo bendijo con su elocuente silencio. El respaldo más esperado que sorprendente, fue de la diputada Verónica Alonso de quien Dastugue es un aliado político. El Partido Nacional emitió un comunicado en el que se desvinculaba de los dichos del diputado evangelista que había señalado que se deberían revisar leyes aprobadas como el matrimonio homosexual, la producción y venta de marihuana estatal, y la legalización del aborto. En el mismo partido quienes personalmente criticaron al pastor y diputado Dastugue son en su mayoría, los integrantes del  Parlamento que no acompañaron la aprobación de las leyes en mención. Paradoja, se le llama. Ahora despiertan las dudas de si esas palabras reflejan algún plan interno del Partido si logra ganar las próximas elecciones. La declaración del Partido Nacional, hace suponer que no, al reivindicar “el derecho de todos los individuos a vivir según sus concepciones personales, sin más restricciones que las derivadas del ordenamiento jurídico”. Pero en un país en que nada es seguro últimamente, es de uruguayo tener eso de aceptar empezar con dudas, para terminar con certezas. Al parecer el profeta del amor queriendo hacer de su credo una constitución, pretende que todos obedezcamos la voluntad de un Dios, preferiblemente del suyo promoviendo en el intento, una posición excluyente y odiosa. Esas opiniones “medievalistas” abrirán alguna grieta en el nacionalismo de cara a las elecciones internas para la conquista del poder partidario y hasta puede arrastrar alguna secuela para las Nacionales. Álvaro Dastugue, el pastor descuidado, nos hizo ver que la esfera laica y la religiosa se cruzan y es en esa intersección donde se encuentran dos protagonistas, el político y el pastor, ambos detrás del rebaño (votantes) y el poder (dinero).


Faltan más principios sólidos y menos conveniencia política

por Matías Rodriguez

Comparto mi apreciación respecto a lo declarado por el Diputado Dastugue y su repercusión en los distintos medios.

Considero que los partidos políticos se unen por lineamientos y no por pensar exactamente lo mismo, es natural que no todos pensemos igual -eso es transparencia- así que no creo que haya quedado embretado el PN. En la misma línea de la transparencia considero muy correcto el pensamiento del diputado Dastugue, más allá de estar uno de acuerdo o no con lo que piensa y cree; es de reconocer que no tiene tapujos en decir quién es y cuáles son sus principios. Creo que en la política hacen falta más principios sólidos y menos conveniencia política, muchos políticos no dicen abiertamente cuáles son sus bases, o su pensamiento es fluctuante por no tener un fundamento, algunos hasta se rigen por actores internacionales anónimos o sectas y nadie lo habla porque es secreto. Creo que se está estigmatizado a alguien por sus creencias de las que no tiene nada que ocultar.

Me parece correcto que haya actores políticos que representan a los cristianos ya que la proporción de cristianos en Uruguay aún es mayor que la proporción de parlamentarios con esa creencia, creo que no tiene nada de malo. No me parecería correcto que se censuren opiniones por ser parte de una colectividad. En cuanto a las declaraciones sobre las leyes del cannabis y aborto: si se estaba esperando un resultado, y el resultado fue contrario y hasta estar peor que la situación anterior, ya sólo por esto: ¿no es lógico revisar las leyes? Entiendo que es maduro aceptar los errores y retroceder, en caso contrario hay estancamiento y retroceso. ¿Qué tiene de malo si dice que no hubiera votado a favor del matrimonio igualitario? ¿Que no es lo mismo que votaron algunos copartidarios? Vuelvo a lo mismo, eso habla de transparencia, de alguien que habla y hace lo que le parece correcto más allá de que lo etiqueten como retrógrado, homófobo o medieval. Si usted piensa que algo que está pasando no está bien y atenta contra el futuro de las familias de su país, ¿no trataría de reconstruir el futuro de las próximas generaciones? Yo si pudiera, haría lo que esté a mi alcance.


La corrección política al parecer paga por Alejandro Sciarra

No conozco personalmente al Diputado Dastugue. No me cae bien, ni mal. No sé si utiliza correctamente los recursos humanos y económicos de su iglesia, que no es la mía, ni seré yo quien lo determine. Sólo sé, que la política incluye el arte de zafar matando al prójimo y que me asquea la injusticia.

La inquisición no comenzó con la entrevista de Búsqueda. Todos (y hablo puertas adentro) conocíamos desde siempre su posicionamiento con respecto a la ley de la marihuana, a la ley del aborto, y a la ley de matrimonio igualitario. Y nadie hizo ningún escándalo antes.

La caza de brujas comenzó cuando el Diputado Amado tuiteó (sí, todo comenzó con un tuit) una foto del titular de Búsqueda que expresaba que Dastugue entendía que de ganar la próxima elección el Partido Nacional, estos derechos debían ser revisados. Y con la mala intención de siempre, Amado incluyó en sus 140 caracteres, que dicha afirmación quizá era la postura “oficial” del Partido Nacional.

Reaccionar no es nuestro fuerte. Automáticamente, la reacción generalizada fue la de desmarcarse individualmente, uno por uno de manera sistemática, quemando en la plaza pública al Diputado Dastugue. ¿Al compañero?

Díganme por favor, esta lapidación, ¿fue porque creen sinceramente que van a correr al Frente Amplio por izquierda o porque verdaderamente creen que la ley del aborto y la ley de la marihuana significan avances en la custodia de los derechos humanos? Sea cual sea la respuesta, no encuentro mi lugar entre ustedes.

No me gusta la posición de Dastugue contraria al matrimonio igualitario. No la comparto. Creo sí, que se trató de un avance en los derechos de las personas. Pero hasta donde yo creía, en el Partido Nacional no existía la condena por manifestar con sinceridad y transparencia lo que uno siente y defender con firmeza lo que uno cree. Pensé que era parte fundamental de la historia del Partido. Y creí que por eso, el día que se votó en el Parlamento dicho proyecto, se dejó libertad a los legisladores para que hagan aquello que su conciencia pedía (y vaya que muchos votaron en contra).

En Uruguay, al parecer, se ha despertado una suerte de prohibición de expresar públicamente la fe. Para todo lo demás, salir a la luz está bien (y ya lo creo que está bien). Pero cuando uno expresa públicamente su fe, fue. Todo lo que diga será usado en su contra. Y todo posicionamiento será invalidado bajo el mandamiento del santo laicismo.

Pero vaya si lo que uno cree, será parte inseparable de lo que uno es. Yo soy católico. No es algo que tengo, ni algo que padezco temporalmente. Yo soy. Y estoy convencido de que la ley del aborto es destructiva. No por mi religión, sino porque creo en la existencia de vida desde la concepción. En lo mismo que creyó el Presidente Vázquez cuando apretó el botón de “veto” por su condición de médico. Yo soy católico. Y creo que la ley de la marihuana provoca un daño irreparable a nuestra sociedad. Y nada tiene que ver con mi religión. Yo soy católico. Y creo firmemente que dos personas del mismo sexo pueden vivir en matrimonio civil (el único válido para el Estado laico). Yo seguiré teniendo mi Sacramento (el único válido para la Iglesia Católica), que recibirán varón y mujer. ¿Y a ustedes qué les importa? ¿O quieren también echar mano en las normas de mi Iglesia?

Qué fácil resulta pegarle a Dastugue. La corrección política al parecer paga. Paga, por ahora. Créanme que a la larga, cansa.


Contubernios por Isabel Viana

Hay situaciones que, por oscuras, por poco transparentes, es difícil juzgar. Este artículo no pretende poner sayos a nadie en particular. Pero si decir que, desde el punto de vita ciudadano, hay situaciones que aparecen entreveradas, opacas, poco alentadoras, en materia de actuaciones políticas.

Cada quien es libre de practicar su religión, en este país. El artículo 5º. de la Constitución de la República así lo establece claramente: “Todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay.” Establece así mismo que  “El Estado no sostiene religión alguna.”, indicando claramente la condición no confesional del Estado uruguayo y su independencia respecto a la institucionalidad religiosa. Explicitando la libertad de cultos y la viabilidad de ejercerlos en el país, agrega el artículo citado: “Declara, asimismo, exentos de toda clase de impuestos a los templos consagrados al culto de las diversas religiones.

Recibimos cómo herencia del pasado colonial europeo a la religión Católica, como religión de Estado. La independencia del Estado y la Iglesia Católica en nuestro país se ha ido perfeccionando a lo largo de la historia: a la separación de la iglesia católica del Estado siguió la asunción por éste de funciones públicas que la corporación religiosa ejerciera: educación, hospitales, registro civil, cementerios, que salieron de la órbita religiosa para pasar a ser funciones públicas.  A los practicantes del catolicismo inicial se sumaron a posteriori grupos de luteranos, calvinistas, evangelistas. Todos ellos se movieron en el ámbito definido por la ley para practicar sus cultos.

Hoy es visible la aparición y rápido crecimiento de nuevas congregaciones, con estilos y presencias diferentes: basta escuchar la radio o mirar televisión durante la noche para tomar contacto con formas de religiosidad diferentes. Hablan en los medios “pastores” (término que definió en la Reforma a personas que conducían a comunidades de fe, que no son sacerdotes, puesto que no es necesaria su consagración) y prometen ya no “el cielo”, sino en general, solución a problemas materiales como encontrar trabajo, tener éxito en los negocios, resolver problemas de salud o de pareja, abandonar adicciones a drogas nocivas. Los medios para acceder a esas “soluciones” son variados: pueden ser “sembrar “ dinero,  trabajar en lo que la congregación decida, usar el jabón de la descarga, colocarse colectivamente bajo un manto. Estas comunidades atraen fieles de distintos orígenes, muy a menudo de escasos recursos. Muchas de esas congregaciones han sido denunciadas como verdaderos mecanismos de poder para quienes las guían. Cuando ese poder (económico, político) se hace efectivo es cuando aparecen los acuerdos o asociaciones que percibo como indignas: ocurren cuando instituciones de carácter religioso, (liberadas de impuestos por ello), se vinculan a la contienda política actuando ambigua y simultáneamente en los campos religioso y político.

Todos somos libres de practicar la religión que nos venga en gana. El contubernio, la asociación censurable, ocurre cuando se mezcla mal lo público y lo privado, lo estatal y lo religioso, cuando desde lugares públicos se difunden opciones privadas o se toman decisiones a partir de ellas.

No parece limpio o transparente que se usen convocatorias religiosas para fines políticos,  para conseguir adherentes a fracciones partidarias, para direccionar fondos o mano de obra a tareas políticas. También está fuera de las reglas del juego democrático el que desde situaciones de poder, se haga caudal de la pertenencia a determinadas congregaciones religiosas y se pretenda que la criterios propios de las mismas sirvan para impugnar o criticar las decisiones de poderes del Estado. Es peor aún el hecho de que haya congregaciones que aparezcan suministrando dinero a sectores políticos: son órbitas que deben mantenerse cuidadosamente separadas.

El manejo del poder público requiere ética personal e institucional, transparencia en las acciones y acatamiento riguroso de las leyes. Las medias tintas o las acciones confusas se perciben, desde el llano en que nos movemos los ciudadanos, como peligrosos contubernios y fuentes de desconfianza en personas e instituciones. Las canchas sucias no habilitan juegos limpios.


Se trata  de Derechos Humanos por Fabiana Goyeneche

No se trata de lo “políticamente correcto”; eso que hoy se señala como una suerte de defensa de los eufemismos como bandera de derechos.

Se trata del poder del lenguaje, de llamar cada cosa por lo que es, y cuando algo nace, nombrarlo. Porque ese bautismo da cuenta de su existencia.

Por eso a quien se identifica como mujer se la llama mujer; a quien desciende de la diáspora africana se le llama afrodescendiente, y a quien rechaza el reconocimiento de derechos cuando se trata de la comunidad LGBT, se le llama homofóbico.

No se trata de condenar la libertad de expresión. Si hay alguien que no debe temer a la censura es un legislador, ya que la Constitución lo protege con inmunidad de toda responsabilidad por sus votos u opiniones. Aún de las más aberrantes.

A veces nos quieren hacer creer que la hegemonía cultural se ha consolidado a favor de los derechos conocidos como parte de la “nueva agenda”. Algunos días el error lo cometemos quienes estamos tan en contacto con su defensa que tendemos a creer que hemos conseguido un consenso social y estamos logrando el cambio cultural. Otros, la falacia la construyen sus detractores, pretendiendo ser una minoría oprimida cuando en realidad no hacen más que defender el discurso opresor.

Hoy es un pastor evangélico que declara contra la agenda de derechos, mañana un diputado que desconoce el aborto, y aunque las religiones son un hilo conductor en este relato, tan evidente como la pertenencia al mismo partido, ninguna de esas condiciones tienen la exclusividad en posturas conservadoras.

Se trata de Derechos Humanos; que Uruguay ratificó y reconoce como universales, inalienables y progresivos. En criollo: cuando Uruguay reconoce un derecho, no puede retroceder luego a no reconocerlo más. Y eso significa que una vez declarados, ni el más reaccionario, conservador y religioso de los legisladores puede derogarlo. Porque los derechos humanos en Uruguay no se dan, y por lo tanto no se quitan.

Y nos alerta del cambio cultural. De la distancia que aún nos falta recorrer para derrocar el discurso conservador que embiste con violencia cada derecho consagrado. Que no tiene pudor en expresar que las mujeres deben renunciar a abortar, aún a costa de su salud o su vida; que los consumidores deben renunciar a la marihuana, aún a costa de hacer crecer el narcotráfico; que las personas homosexuales deben renunciar a formar una familia, aún a costa de tener menos derechos que las demás.

La agenda de derechos se mantiene y se defiende. Especialmente en estos días que nos quieren hacer creer que ya no hace falta.

Porque las ideas opresoras aún viven, porque el ejercicio pleno de los derechos aún no ocurre. Porque “el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro, surgen los monstruos.”


¿El legislador, para qué sirve? por Gastón Villamayor

Ante que todo, quiero expresar mi asombro por la reacción que generó en muchísima gente las declaraciones del diputado Dastugue, creo que fue de todo este evento mediático lo que más me llamó la atención. Dastugue representa a un montón de gente que muy a mi pesar piensa como él, pero ¿acaso no hablan con la gente?, ¿en dónde viven los que se horrorizaron? Me resultan bien peligrosas esas micro-realidades paralelas en las que viven muchos, cada vez más.

¿Son medievales las opiniones de Dastugue? Absolutamente, pero desconocer que tantísima gente piensa así, es no entender nada. Es estar alejado de la realidad, es confundir redes sociales con sociedad, es confundir retuits con opinión pública y está bravo que no se perciba esa dicotomía tan alejada de la realidad. Si mal no recuerdo casi un 70% de los uruguayos según las encuestas no están de acuerdo con la ley de regulación y control de cannabis (no olvidemos que en Uruguay fue la dictadura que legalizó el consumo de estupefacientes hace más de 40 años, Dec-Ley 14294 y los gobiernos sucesivos mantuvieron esa política convirtiéndola hoy en política de Estado), y sobre las otras dos leyes importantes de la Agenda de Derechos “matrimonio igualitario” e “interrupción voluntaria del embarazo” ¿no resulta comprensible que un pastor evangelista piense de esa manera? No entiendo el alboroto.

Al margen de eso, cada vez que algún eclesiástico suele opinar públicamente sobre asuntos políticos, es fuertemente rechazado por mucha gente, como si desconocieran el derecho de pensar, opinar y expresarse libremente, pero lo que más me da gracia es que corre una suerte de latiguillo que reza: “si quieren hacer política que sean candidatos y salgan a juntar votos”; bueno, ¿no es lo que hizo el Pastor Márquez? Si no gusta, habría que revisar la democracia representativa que tenemos y capaz lograr una más autoritaria; pero nadie propone algo así; posiblemente yo estaría de acuerdo.

Otra arista importante de este asunto es el rechazo que causó se quieran “revisar las leyes”, ¿no es potestad de los legisladores?, ¿no los votamos para eso? No entiendo. Me preocupa como se viene desvirtuando el rol del legislador. Recordemos las Mesas de Diálogo por la Seguridad que creó el presidente Vázquez meses atrás, encabezadas por líderes de los partidos con representación parlamentaria. En esas instancias a puertas cerradas no más de 10 iluminados realizaron acuerdos y crearon proyectos de ley que fueron aprobados in-totum por el parlamento sin siquiera debatirlos. Capaz ya que estamos en esta onda de revisar todo, podríamos revisar las competencias de los legisladores, porque me parece que no están cumpliendo bien el rol que les asigna la Constitución, yo que sé.

Las declaraciones de Dastugue pueden compartirse o no, pero hay que diferenciarlas de las que realizó el Pastor Márquez que además de promover el odio podrían constituir delito. La verdad es que no logro darme cuenta si este alboroto se generó amparado en la cultura de hipocresía y moralina que reina en este tiempo y que es promovida con los linchamientos de las redes sociales o si tienen que ver con estar alejados de la realidad. Refiriéndome al Frente Amplio me aventuro a inclinarme sobre la segunda opción, sin pensar mucho, me viene a la cabeza el respaldo unánime que dio el Plenario FA a Sendic en su “problema” con su título profesional, la lista de oradores varones que aprobó el mismo plenario, el asombro que manifestó públicamente ante el aumento del desempleo del último trimestre… y sigo pensando, podría seguir, claramente me parece que no sería muy de cercanía el gobierno como creen, pero es una simple sensación, de un humilde mortal del interior del país.

En fin, estos tópicos abren muchas puertas para profundizar exquisitos debates, pero será en otra oportunidad.  Por mi parte, al decir del gran Voltaire me resulta atinado sintetizar la columna citándolo: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.


Inquisición siglo XXI por Rodrigo da Oliveira

Lejos del humo blanco que podríamos esperar a esta altura, negra y bien negra fue la polvareda que levantó el diputado Dastugue con sus recientes declaraciones acerca de una presunta revisión de leyes que reconocen algunos derechos a algunas minorías, con base en su sexualidad. Airadas voces, cuestionamientos varios y vestiduras desgarradas vimos sobre todo, aunque no solo, a través de las “redes morales”. Salpicó también a nivel político dentro del Partido Nacional, donde hubo que salir a aclarar que no se apoyaban dichas declaraciones, generando poco menos que una generala de “los derechos no se tocan”. Cierto es que no está en la agenda pública hoy analizar o retocar toda esta nueva “agenda de derechos”, más allá de las voces con algún grado de dogmatismo religioso que cada tanto surgen y cuestionan lo aprobado legislativamente.
Mucho más grave parece y aparece el hecho de que prácticamente nadie sostuvo con firmeza lo que parece ser la madre de todo esto y sin la cual ninguna conquista hubiera sido posible: la libertad de expresión. Difícilmente tendríamos hoy el reconocimiento más o menos posible de garantías a estos grupos que en el pasado y aún hoy fueron perseguidos y sojuzgados sin haber alcanzado y sostenido con la vida misma de mucha gente esa cuestión fundamental que es la libertad de expresar lo que uno buenamente crea o piense. La Policía Moral, que tanto daño viene haciendo en aras de una corrección política que se torna insoportable por momentos, dictaminó como “cosa juzgada” el haber plasmado en leyes esas  reivindicaciones históricamente anheladas.
Triste papel resulta el jugado por quienes ayer mismo eran perseguidos y maltratados por defender lo que creían y sentían, y hoy se muestran como custodios últimos de una moralina degradante para esa condición esencial de sociedades como la nuestra, que es la LIBERTAD. Para sentir, para hacer, para decir, para equivocarnos y para perdonarnos, siempre la LIBERTAD. El pensamiento único solo nos encierra y embrutece. La forma de pelear con los dogmatismos, religiosos o políticos, es justamente el abrir el pensamiento y la discusión, para desde ahí enriquecerlo. Flaco favor se le hace a la memoria de las luchas por los derechos civiles con estas actitudes.
¿Lo de Dastugue? El ex dirigente y legislador colorado Pablo Millor decía que en política se permanecía por poseer votos o dinero.
Que nunca se le acabe este último.

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