Home Reflexion Semanal ¿Rinde ser ambientalista?

¿Rinde ser ambientalista?

¿Rinde ser ambientalista?
0

La renuncia del diputado Lust a Cabildo Abierto y su decisión de formar un partido ambientalista plantea varios interrogantes. ¿Se precisa un partido ambientalista? ¿No alcanzó con los proyectos ambientalistas del pasado y su fracaso? ¿No son Gustavo Salle y Cesar Vega ambientalistas en serio? ¿Es confiable un político que abandona el partido por el que salió electo y se queda con la banca parlamentaria? ¿Asistimos al nacimiento de la versión masculina de Greta Thunberg uruguaya?

Migajas del poder
José Luis Perera

Decía Alain Badiou: “Todos sabemos que las cosas van a seguir siendo lo que son. No hay un solo ejemplo en todo el mundo de verdadero cambio político producido por el voto. Y siempre se reemplaza a un esclavo del capital con otro esclavo del capital. Hoy, el esclavo de la izquierda está algo triste y el de derecha está contento. Esa es la gran diferencia”.
Coincido con él. Los problemas que aquejan a la humanidad son de índole variada, y jamás han sido resueltos por los partidos políticos. Menos aún por aquellos partidos que se centran en uno solo de los problemas y minimizan o se desentienden del resto.
Por solo tirar algunos elementos sobre la mesa, digamos: falta de oportunidades económicas, desempleo, inseguridad, racismo, pobreza, desigualdad, contaminación, inseguridad alimentaria y nutricional, educación, violencia, corrupción, guerras, explotación, etc.
¿Deberíamos tener un partido político para cada uno de esos problemas? Y en caso de tenerlos, y que cada uno de ellos obtuviera una pequeña cuota del pequeño poder que se logra en elecciones (migajas de un poder de cuarta), ¿serían capaces de lograr algún tipo de solución o parche a alguno de esos problemas? Mi respuesta es NO.
El interés fundamental y principal de los partidos políticos es obtener votos para poder acceder a cargos de gobierno; y una vez obtenido ese pequeño espacio del pequeño poder al que se les permite acceder, hacer todo lo posible por no perderlo. Los políticos (individualmente) suelen hacer lo mismo, y se aferran a lo obtenido de la manera que pueden (en este caso una banca en el parlamento). El diputado Lust (como tantos otros anteriormente) renuncia a su partido y tiene dos opciones para no perder su pequeñísima cuota: 1) pasarse a otro partido, y 2) formar su propio partido. Tal vez así logre obtener en las próximas elecciones una banca y con ello un suculento salario pagado por todos nosotros durante otros cinco años.
Y eso es más allá de las intenciones, por supuesto. No estoy diciendo que lo que busca Lust sea eso, ni que lo que Vega o cualquier otro busquen lo sea. Lo que digo, es que el resultado es y será ese. El medio ambiente ni se enterará, y ni ese ni ninguno de los otros problemas serán siquiera rozados. Invito al lector que piense en algún logro del PERI (Partido Ecologista Radical Intransigente). La experiencia mundial no es demasiado promisoria en ese sentido. Hoy en día el partido verde alemán (que accedió a cuotas de poder importante) ya ha perdido su esencia “anti-convencional” y aun habiendo conseguido incluir en las discusiones políticas del día a día los temas ambientales más importantes, de “anti-partido” pasó a “partido del establishment”, y entre otras cosas apoyó la guerra de Kosovo.
Creer que votar a un partido ecologista resuelve los problemas ambientales, es como creer que se incluye cambiando una a o una o por una e.

Ambientalismo. ¿Sí o No?
Raúl Viñas
El sistema político uruguayo se caracteriza por ser uno de partidos. Unas pocas grandes formaciones explican estadísticamente más del 90% de los votos en cada elección. Representando ideologías e ideas que van desde la derecha a la izquierda más tradicionales, la mayoría tienen arraigo, tradición y potencia económica que permiten mantener ese statu quo.
En ninguno de esos partidos ha sido posible tengan un espacio más que simbólico las ideas ambientalistas y menos aún las ecologistas. No hay ningún sector en los grandes partidos del Uruguay que siquiera se denomine ambientalista o ecologista. La razón de ello es clara, para esos partidos las ideas del ambientalismo y el ecologismo, si bien atractivas para parte sus votantes, son muchas veces un problema cuando se trata de lograr los resultados de corto plazo con los que procuran ir de elección a elección.

Así las promesas ambientalistas que se puedan hacer en campaña se chocan contra un muro infranqueable cuando llega el momento de las leyes de presupuesto y las rendiciones de cuentas, las que marcan la verdadera medida del compromiso ambiental.

Eso porque los gobiernos y los partidos, aún en la oposición, necesitan manejar expectativas y generar hechos para los que necesitan del concurso de fuerzas económicas que, impulsadas por un justificable afán de lucro, pretenden ventajas, por ejemplo en el acceso a recursos, sin tener en cuenta consideraciones ambientales ni la situación más allá de su horizonte temporal de operación.
El ambientalismo no es contrario al desarrollo, pero pretende que ese “desarrollo” se logre atendiendo en el largo plazo a la sostenibilidad y en el corto a la generación de condiciones que mantengan o mejoren la calidad de vida de los humanos y los otros seres con que compartimos el planeta.

Los criterios y la visión ambientalista suman racionalidad a las políticas de largo plazo, atendiendo a las condiciones y perspectivas de una región o un país y analizando en forma integral las opciones y propuestas relacionándolas con el conjunto de acciones que ya se realizan en un territorio
Un límite del ambientalismo es que no todas las propuestas de “desarrollo” son aceptables ambientalmente, no siempre es posible remediar los efectos negativos de un proyecto y en ese caso la propuesta debe ser rechazada. Eso para algunos es llegar puntualmente al ecologismo más radical, pero que en realidad es el reconocimiento de la inconveniencia de un plan o propuesta.

Ejemplo de ello fue la propuesta de Aratirí en su momento de extraer hierro a cielo abierto, destruyendo el ambiente y por ello sin sostenibilidad. Algo inadecuado para nuestro territorio que una visión ambientalista habría rechazado de plano, evitando al país, entre otras cosas, los costosos juicios que todavía están en proceso en cortes internacionales.

Evidentemente la visión ambientalista tiene mucho para sumar en el sistema de toma de decisiones agregando racionalidad y una visión de largo plazo que escapa al horizonte de elecciones quinquenales que constriñen al sistema político.
El ambientalismo funciona mejor y es más aplicable en ámbitos de decisión colegiados, abiertos al control ciudadano, con estructuras y procesos de control protocolizados y efectivos. Está demostrado que uno de sus mayores enemigos son las decisiones unipersonales y sin control de pares, como son en nuestro país los contratos que por decreto pueden negociar y firmar con empresas el Presidente de la República y su Secretario, comprometiendo en el proceso al país, incluso en lo ambiental, más allá de su período de gobierno. Una estructura jurídica que ya se trate de ambientalistas o no, es necesario desmantelar.

Cabildo cerrado
Leo Pintos

La interna de la coalición gobernante se calentó con la renuncia del diputado Eduardo lust a Cabildo Abierto. Sin embargo esta movida no debiera sorprender a propios y extraños, puesto que Eduardo Lust ya venía en cierta medida distanciándose del partido encabezado por el General Manini Ríos. En una columna en Voces, allá por 2020, me referí a Lust como el legislador más lúcido de Cabildo Abierto, con posturas y opiniones en diversos temas que se daban de frente con la cúpula dirigente del partido. Basta repasar el proceso que llevó a la obtención de su banca para entender que su proyecto político siempre fue personal. Y ello no va en desmedro del diputado, sino todo lo contrario. Ser ambientalista en un país eminentemente agroexportador es ir al choque con la clase política dirigente y el lobby que se mueve a su alrededor. Ante esa perspectiva, sabiendo que la interna cabildante tenía una libreta completa de facturas para pasarle, optó por emprender un camino propio que parece de difícil sostenimiento.
Es que a la variabilidad climática natural de nuestro planeta, que ha modelado la demografía a lo largo de milenios, se suman las consecuencias de la sobreexplotación de los recursos naturales, y Uruguay no escapa a esa lógica. El fenómeno natural de La Niña –agravado por su inusual prolongación en el tiempo- impacta en el régimen de lluvias en la región, pero sus consecuencias se ven agravadas en Uruguay por las políticas que imponen determinados modelos productivos con profundos impactos en el ecosistema. La política forestal afecta la disponibilidad de agua en los suelos. En estos días UPM inauguró su segundo vivero, que producirá 32 millones de plantines al año a cambio de 150 puestos de trabajo. Por estos días científicos advirtieron de las consecuencias negativas para los humedales de Montevideo de mantenerse el trazado previsto para la extensión de la ruta 102, lo que supondrá el ahorro de algunos minutos para quienes deben trasladarse por la zona. La producción sojera exige de la tierra su máximo rendimiento, para lo que se requiere la utilización de fertilizantes, herbicidas y pesticidas que luego envenenarán acuíferos y cursos de agua. Franja costera sufre las consecuencias de la falta de ordenamiento y control en el desarrollo del turismo. La enumeración de los errores pasados y futuros es extensa y no deja afuera a ninguna de las fuerzas políticas que han gobernado. El razonable cuidado del medio ambiente es vital para nuestra supervivencia. Por ello se necesitan instituciones gubernamentales fuertes, sostenidas por políticas ambientales criteriosas que arbitren el avance de lo productivo sobre el medio ambiente. Algo que el Ministerio de Ambiente está lejos de poder hacer, porque al poder político no le interesa. Por eso creo que el proyecto político del diputado Eduardo Lust no tiene posibilidades ciertas. Quizá logre retener su banca a costa de votos que en 2019 fueron al fiasco del PERI, pero no dejará de ser un proyecto personal sin mayor sustento político capaz de incidir en las políticas productivas que impactan en el medio ambiente.

POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES

Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.

Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.

Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.

Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo. Conozca aquí las opciones de apoyo.

//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js
Semanario Voces Simplemente Voces. Nos interesa el debate de ideas. Ser capaces de generar nuevas líneas de pensamiento para perfeccionar la democracia uruguaya. Somos intransigentes defensores de la libertad de expresión y opinión. No tememos la lucha ideológica, por el contrario nos motiva a aprender más, a estudiar más y a no considerarnos dueños de la verdad.