La destitución del Comandante en Jefe del Ejército, general Guido Manini Ríos fue una jugada arriesgada. Sobre todo la primera decisión de Vázquez, de encerrar a un Comandante en Jefe junto a su tropa para cumplir una sanción. Los militares están acostumbrados a guardar arresto en sus cuarteles, junto a sus pares. Si el arresto es a rigor, quiere decir que lo debe cumplir en una celda, o en su dormitorio de oficial. Algunas veces, el rigor no es tan duro, y, prácticamente, la única penitencia es no poder dormir en la casa, con su familia.
Este es un país de roscas, de amigos que trascienden los límites de los reglamentos, de gente que se da una mano para conseguir un empleo público, para hacer fotocopias con plata del Estado o para resguardar el trasero frente a alguna investigación. La corporación de los sindicalistas es muy notoria, actúa a la vista de todos, opina sobre los más variados temas sintiéndose amparados por unos fueros que nadie le concedió, pero es una fuerza organizada con peso electoral, y eso tiene mucho que ver con el espacio que ocupa el sindicalismo, no tanto por los beneficios salariales que ha conseguido, en un país que parece cada vez más comprometido económicamente. Su campo de actuación parece ser otro. La presencia de dirigentes sindicales en Venezuela, hablando en nombre del pueblo Uruguay, o como impulsores de la expulsión de Almagro del FA, o de una militante de Asamblea Uruguay de origen venezolano, ilustran el exceso en que caen las corporaciones cuando fuerzan los límites de su representación.
Los militares tienen restricciones, no pueden opinar públicamente sobre hechos políticos. Pero ¿qué hace falta para salir de la ambigüedad y transformarse en un líder? Ni más ni menos que actuar como actuó el Comandante en Jefe del Ejército: cruzar la línea roja y opinar sobre el mundo de los civiles. Si el Jefe de Estado reacciona rápidamente y corta la relación entre el comandante y la tropa a su mando es posible que hubiese cortado de cuajo el protagonismo creciente de Manini, pero Vázquez no hizo eso, le tiró de la oreja y le señaló el lugar donde debía cumplir la penitencia: allí, donde estaban los suyos, a la espera, siempre, de quien emerja de las situaciones difíciles. La primera mitad del liderazgo había dependido del propio Manini, que viene de una familia de fuerte presencia en el universo político uruguayo, pero la mitad que le faltaba para ser una clara referencia de ese sector del Uruguay, que ha sido pésimamente conducido desde 1985 a la fecha, se la puso en bandeja el doctor Tabaré Vázquez.
El nuevo Comandante en Jefe del Ejército, general José González, en su discurso de inauguración del canal Youtube del Ejército lo dijo claro: “Integrantes del Ejército Nacional, hoy ha ocurrido un acontecimiento relevante en la historia de nuestra institución: el relevo de su Comandante en Jefe, que no constituye ni un cambio de rumbo ni un paréntesis.” El nuevo Comandante en Jefe reafirma que la misión de las Fuerzas Armadas está claramente definida, y que reafirman su vocación de apego a la Constitución y las Leyes. En el cambio de mando, Vázquez oyó las palabras que el general González le dedicó a su antecesor: “Muchas gracias mi general, le deseo a usted y familia un futuro venturoso.” En definitiva, esto viene a mostrar que más allá de episodios, las Fuerzas Armadas mantienen la cadena de mando, tanto en lo profesional como en lo político sin perder la compostura. Tanto Manini como González han hecho buena parte de su carrera militar en las Fuerzas de Paz, de la ONU, ambos tienen una preparación profesional muy sólida y tal vez, más allá del ruido que produjo este recambio se vislumbre una evolución hacia unas Fuerzas Armadas más preparadas para interactuar con la sociedad uruguaya, si es que los liderazgos políticos hacen una lectura que no esté impregnada por la imagen de las que protagonizaron los años y los hechos aberrantes de la dictadura.
El general Manini pertenecía a la Logia de los Tenientes de Artigas. Al parecer fue el promotor de situar en lo alto de la fortaleza del Cerro una enorme bandera de Artigas, que es otra forma refundacional, para llevarlo más al terreno de las emociones patrióticas que a la urdimbre, siempre compleja, de la construcción de una república. Esto de las logias es difícil de entender para un ciudadano común, como si las sociedades secretas estuviesen toleradas y aceptadas dentro, a su vez, de sociedades herméticas, como el Ejército. Así como Manini perteneció a la Logia de los Tenientes de Artigas, donde el Ñato tenía fuertes vínculos, el general González, su sucesor, al parecer, pertenece a la masonería. La otra gran formación secreta dentro de las Fuerzas Armadas. Si se observa la foto de la página de la Presidencia del 20 de marzo, en la que Vázquez da la mano al nuevo Comandante en Jefe del Gobierno, el Presidente apoya, ostensiblemente, el pulgar en la muñeca del general José González. ¿Es la señal clara y explícita en que el Presidente le transmite al nuevo jefe militar el compromiso entre hermanos masones de que están y estarán unidos ante lo que se venga?
Manini pertenece a una familia con vínculos históricos muy fuertes con la historia y la política de este país,. Si algún militar tenía las condiciones personales para representar la corporación militar era Guido Manini Ríos. Uno de sus bisabuelos fue coronel de Aparicio Saravia, Otro de sus abuelos fue ministro de José Batlle y Ordóñez. Su tío Carlos fue ministro en la primera presidencia de Julio María Sanguinetti, y su hermano Hugo, notorio integrante de la JUP, en los años sesenta, terminó compartiendo una cosechadora con el entonces ministro de Ganadería y Agricultura, José Mujica, en la inauguración de la zafra arrocera. Manini fue condecorado por las Naciones Unidas, habla cuatro idiomas, se licenció en Historia por la Universidad Católica en el 2000.
El presidente Vázquez no da pasos improvisados. Si tuviese que tomar una decisión que hiciera mella a la oposición, que por primera vez en 15 años se acerca a desplazar del poder al Frente Amplio, ¿en quién podría pensar? El ahora general retirado Guido Manini Ríos tal vez no haya olvidado sus propias palabras al recibir el mando de las tropas de manos del entonces presidente Mujica: «Estamos en el inicio de un nuevo tiempo histórico en el que seremos protagonistas de profundas reformas organizativas y legales que van a condicionar la marcha de la Institución por muchos años». En esa mirada de largo plazo su decisión estratégica, y de esto sabe mucho, difícilmente esté puesta en el más que seguro riesgo de perder una elección presidencial a la cabeza de un partido creado a la disparada, al influjo de su prestigio. La institución militar quedó en manos de gente de su generación, su pensamiento, seguramente, está puesto en otros escenarios.
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