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Sangre y huesos en un traje de poesía

Sangre y huesos en un traje de poesía
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El Público, escrita en 1930, fue clasificada como “irrepresentable” por el propio Federico García Lorca y se estrenó décadas después de que el dramaturgo granadino fuera fusilado por el fascismo. En Montevideo, antes de la puesta de Marta Pazos para la Comedia Nacional, pudimos ver una versión de esta obra en 2018 dirigida por Fernando Rodríguez Compare en un espacio no convencional. En aquel momento recordábamos algunas palabras que el propio Lorca confesaba a Felipe Morales en una entrevista publicada en 1936: “El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse habla y grita, llora y desespera. El teatro necesita que los personajes que aparezcan en escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vea los huesos, la sangre”. Y analizando su propia época el dramaturgo agregaba: “Hoy en España la generalidad de los autores y de los actores ocupan apenas una zona intermedia. Se escribe en el teatro para el piso principal y se quedan sin satisfacer la parte de las butacas y los pisos del paraíso. Escribir para el piso principal es lo más triste del mundo. El público que va a ver cosas queda defraudado y el público virgen, el público ingenuo, que es el del pueblo, no comprende que se le hable de problemas despreciados por él en los patios de la vecindad”.

Nos parece relevante la confesión de Lorca porque en la obra El Público se asiste, al comienzo, a la celebración de un montaje a cargo de un “Director de teatro al aire libre”, un montaje “originalísimo” de un espectáculo titulado Romeo y Julieta. Pero la celebración, irónica en realidad, se oscurece cuando se interpela al director sobre la veracidad del amor entre los personajes. El “originalísimo” se defiende con frases como “¡Yo no estoy adentro!”, que recibe como réplica “¡Basta! Usted mismo se denuncia”.

El director que describe Lorca en El Público está bastante lejos de proponer personajes a los que “se les vea los huesos y la sangre”. Y como para subrayar esto se le reclama por un teatro en que se sepa “como orinaba Romeo”, un teatro que vaya hasta los huesos, por un “teatro bajo la arena” ¿Y qué hay debajo de la arena? Quizá gusanos coloridos -parece proponer Marta Pazos- que reptan entre huesos y calaveras humanas, gusanos que debaten sobre la irrelevancia de las formas al momento de hablar del amor, ya que éste se manifiesta más allá de que uno transmute en “en pez de luna” y otro en “ola de mar o en alga”.

Durante el transcurso de El Público asistimos a un juego poético surrealista que se entrelaza con la discusión sobre las posibilidades expresivas del teatro sin que los límites puedan precisarse. Si seguimos esta línea de reflexión pareciera dibujarse un manifiesto, o más aún, un programa sobre cómo debería entenderse el trabajo escénico. Un programa quizá no coherente con las obras más conocidas de Lorca (o al menos no coherente con las formas en que las hemos visto representadas). Esto puede explicarse a partir de la mencionada entrevista que Lorca otorgara a Felipe Morales, donde afirmaba: “Yo en el teatro he seguido una trayectoria definida. Mis primeras comedias son irrepresentables (…) En estas comedias imposibles está mi verdadero propósito. Pero para demostrar una personalidad y tener derecho al respeto he dado otras cosas”

El propio Lorca admite que en sus primeras obras “imposibles” está plasmado su “verdadero propósito”, pero para ser respetado tuvo que dar otras cosas, en un contexto que quizá no hubiera comprendido sus primeros trabajos. Lo cierto es que el teatro no tan representativo del interés de Lorca, el que escribió para “tener derecho al respeto”, fue el que se erigió en la estética oficial lorquiana. Y ver El Público nos permite conocer la zona de su trabajo que él mismo consideraba fundamental, una zona que Margarita Xirgu y sus seguidores desconocieron o no comprendieron.

El Público habla de teatro, de la representación, de abandonar la máscara. Y abandonar la máscara puede trascender al teatro. Quizá el propio espacio escénico en realidad es un ámbito que permite que las máscaras que se llevan fuera queden de lado y otras manifestaciones de la personalidad puedan mostrarse. Las alusiones al amor homosexual son más o menos explícitas pero están presentes durante toda la obra. Rodríguez Compare las trabajaba desde signos que hacían referencia al universo gay más subterráneo. La propuesta de Marta Pazos, que traduce visualmente la poética surrealista de Lorca con una potencia plástica impactante, no obvia trabajar este aspecto de la personalidad estética del espectáculo. Y en este sentido no podemos dejar de recordar el escándalo que generó, por trabajar de soslayo algunas ideas que aquí aparecen desenmascaradas, la versión de Bodas de sangre de Mariana Percovich.

La puesta de Pazos es visualmente fascinante. La propuesta plástica parece brotar del mismo inconsciente que produjo las imágenes poéticas que anidan en el texto. Cada integrante del elenco, más allá del personaje que representen, habita ese universo surrealista y juega un rol plástico en el mismo. Una vagina ubicada en centro del espacio se convierte en el eje desde el que nacen y desaparecen personajes, lo que nos remite directamente al corto El amante menguante, corto que integra el filme Hable con ella de Pedro Almodóvar y que parece sublimar algunos deseos del protagonista.

Estamos ante una propuesta escénica que fascina desde lo plástico, y que conmueve más allá de la comprensión racional de la trama. Y que nos devuelve a un García Lorca sin máscaras, que hurga bajo la arena para mostrarnos la sangre y los huesos.

El público. Autor: Federico García Lorca, versión de Gabriel Calderón. Dirección: Marta Pazos. Elenco: Roxana Blanco, Fernando Dianesi, Joel Fazzi, Mauricio González, Sofía Lara, Dulce Elina Marighetti, Rosario Martínez, Pablo Musetti, Andrés Papaelo, Jimena Pérez, Mané Pérez, Gustavo Saffores, Fernando Vannet, Florencia Zabaleta, Eugenia Bideau, Sofía Mañana. Diseño de escenografía: Marta Pazos. Coreografía: Martín Inthamoussu. Diseño de Iluminación: Nuno Meira. Diseño de vestuario y caracterización: Agustín Petronio. Composición musical y diseño de sonido: Hugo Torres. Fotografía: Carlos Dossena.

Funciones: Miércoles a sábados a las 20:00, domingos a las 19:00 (hasta el 20 de abril). Teatro Solís.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.