En círculos políticos republicanos y entre los demócratas, así como en estamentos de gobierno federal estadunidense se hacen comunes y evidentes los vaticinios acerca de los resultados de las elecciones del 3 de noviembre para escoger a los candidatos a presidente y vice del país y al Congreso: los del asno y 24 gobernadores buscarán mantener el control actual sobre Representantes y ganar la mayoría de las 34 senadurías en la compulsa.
En cuanto a las candidaturas presidenciales emergentes de la consulta popular para escoger a 538 electores compromisarios que escogerán al presidente y vice se considera que el resultado primario del 3 de noviembre -favoreciendo al demócrata- se mantendrá en este cuerpo, lo que impediría un segundo mandato de Donald Trump.
Hace poco más de un mes el pretendiente Joseph Biden apuntó que ante las evidencias anticipadas por las encuestas el actual mandatario y aspirante republicano a la reelección intentaría postergar la convocatoria de noviembre, potestad que únicamente posee el Congreso y que nunca invocó, ni durante la guerra civil. Sin embargo, Biden deslizó que la actual crisis sanitaria -técnica y popularmente llamada Covid-19- está aportando el pretexto.
El 30 de julio me llegó a la mesa de trabajo una traducción de Trump donde BBC/News Mundo indica que éste dijo ese día que había que retrasar las elecciones del 3 de noviembre alegando que «el voto por correo universal» haría que los comicios fuesen los más inexactos y fraudulentos de la historia y esto sería «una gran vergüenza para EE.UU.». «No quiero que se retrasen, pero tampoco quiero tener que esperar tres meses y luego descubrir urnas desaparecidas y que la elección no significa nada», afirmó. “Lo que la gente está mirando ahora es si (…) son ciertas todas estas historias acerca del hecho de que las elecciones serán un fraude y serán amañadas”, declaró el presidente; según estudios de contexto nacional y de los estados, hasta ahora no existe evidencia de fraude.
Estas polémicas declaraciones fueron dadas el mismo día que los catastróficos guarismos económicos indicaron que el país se contrajo en el segundo trimestre de 2020 (abril-mayo-junio) en 9,5%, peor que el habido hasta ahora en 1958.
Quienes critican el voto postal argumentan que la gente puede sufragar más de una vez, usando el correo y luego concurriendo en persona. Biden, afirmó que su mayor preocupación es que «este presidente va a tratar de robar esta elección», e incluso subrayó que considera la posibilidad de que Trump se niegue a dejar la Casa Blanca si pierde o los comicios son postergados.
A principios de este mes, seis estados –California, Utah, Hawái, Colorado, Oregón y Washington– comenzaron a planificar la implementación de un voto por correo universal para las presidenciales y enviarán boletas postales automáticamente a todos los votantes registrados.
La pretensión continuista al frente del Ejecutivo por parte del actual mandatario es de raigambre tal y guarda relación directa con el desprestigio que el presidente atribuye a una forma de votación popular (más la eventual injerencia extranjera en sus asuntos internos) de signo tan acendrado que se ubica en relación directa con el desprestigio con que se refiere a los comicios del país. El inevitable acercamiento de encuestas nacionales sobre el comportamiento de la ciudadanía y la orientación que le darán al voto -algo que simultáneamente es de conocimiento de los candidatos y sus equipos de campaña-, ese aprovechado para marchar en paralelo con el desprestigio sobre los comicios que desarrollan sectores republicanos y Trump.
De acuerdo con quienes se asoman a las realidades políticas de Estados Unidos este tipo de campaña sólo tiene como objeto el desprestigio de la consulta que redunde en el del acto en sí mismo, para que sirva de argumento para que Trump ocupe la Casa Blanca más allá del 20 de enero -al igual que otros lo harían en el Congreso federal y los congresos estatales que así lo consideren- para sancionar luego de qué manera se escogería a los continuadores de ese camino.
Haciendo a un lado momentáneamente otras consideraciones -tan importantes política y simbológicamente- hay que anotar que para desarrollar y aplicar esta inesperada cuan descabellada estrategia se necesita mucho más en el imperio que los solos deseos de un gobernante ególatra y una piara de burros descarriados. No se sabe de sectores del capital o agrupamientos militares acompañen estas descabelladas concepciones.
Pesarán en el ánimo de los electores para cambiar cuanto antes la conducción de ese país el que la nación pasó a ser el segundo productor en el mercado mundial (perdió el primer lugar en favor de China); maltrato a las minorías (asentadas en el país y los movimientos migratorios); la pérdida de millones de sitipuestos de empleo y el tratamiento público de la pandemia (que expuso descarnadamente las imprevisiones sanitarias).
Sin embargo, una larga nota aparecida en The New York Times habla de cierto convencimiento de Trump que se ha hecho a la idea que puede perder en noviembre y en el Colegio Electoral. Tras lamentar este hecho, intentando superar situaciones personales autodestructivas de hoy que conspiran contra su eventual reelección («Cuando empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos»), ha elegido a los responsables de una posible derrota: el mal manejo del coronavirus por parte de China, el cierre de la economía y los demócratas que -según ha dicho a sus asesores- le “robarán” la elección. Pese a ello -apunta la publicación- no quiere que se le vea como un “perdedor”-una etiqueta que repudia- en la campaña contra el ex vicepresidente.
En el análisis de la visión del votante estadunidense, su círculo más cercano y cotidiano admite que el presidente siempre ha tenido dificultades para manejar sus sentimientos, que exceden los bordes del decir presidencial tradicional. Su recurso al lenguaje racista -como sobre disparar a los saqueadores- es algo que desde hace mucho ha debilitado la presidencia.
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