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Si Trump gana hay que impedir que el mundo se deshaga por Ernesto Kreimerman

Si Trump gana hay que impedir que el mundo se deshaga  por Ernesto Kreimerman
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¿Qué cosa sucedería en los Estados Unidos si Trump llegara a ganar las elecciones? ¿Y qué si pierde? Hay menos dudas de lo que podría suceder si gana que si pierde. En realidad, muchos más temores. Tocará, como labor, impedir que el mundo se deshaga.

Existe, es cierto, un consenso extendido acerca de los lineamientos que seguirá un eventual gobierno de Donald Trump. La primera de ellas es que de hecho y por la vía que fuere, de los hechos, concentrará el poder, el mayor poder posible, en la propia presidencia. En esa línea erosionará los contrapesos del Congreso y del Poder Judicial. Por lo cual, buscará ajustar el papel del gobierno federal, reducirá elitista y selectivamente ciertos impuestos, así como cumplirá cabalmente con sus amenazas de abandonar de hecho y de derecho las políticas a favor de la preservación de los equilibrios de la naturaleza, contra el cambio climático consecuencia de las irresponsables políticas energéticas y cuidado del medio ambiente. Y todo ello, con una desordenada e impulsiva agenda aislacionista.
“Si no sucede un fenómeno imponderable, Donald Trump intentará ganar las elecciones de noviembre de 2024 para volver a la Casa Blanca el 20 de enero de 2025. Todo parece indicar que ha elegido ese camino”. Textos como éste aparecían en la prensa política de los Estados Unidos al reflexionar en el año 2021 cuál sería la actitud del expresidente cuando en el año 2024 comenzara la acción partidaria de cara a las elecciones internas que definirían al candidato que postularía por el Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos.
En todos los sentidos, Donald Trump rompió con ciertas normas de civilidad, de convivencia ciudadana, de buen gusto para el trajinar político. Atrás quedaron aquellos días en los que el republicano Dwight Eisenhower, héroe de la segunda guerra mundial y dos veces presidente, prefería el discreto silencio de la prudencia institucional ante los demócratas Harry Truman y John F. Kennedy. Más acá en el tiempo, el expresidente George W. Bush estuvo atento a los llamados de su sucesor, el demócrata Barack Obama. Pero la misma actitud y entereza democrática tuvo con Bill Clinton, su antecesor. Sin embargo, ese gesto enaltecedor y principista que han practicado Eisenhower, Kennedy, Clinton, Bush, Obama y Biden, no lo ha tenido Trump. Se ha entretenido atacando semanalmente a Obama y a Biden. Parecía en permanente campaña, apelando a agresiones verbales y descalificaciones, que sólo afectaron a la calidad de su gobierno, de su escaso vuelo intelectual, y causado un triste deterioro del clima institucional.
Su modo de hacerse notar fue y es “no tener la fiesta en paz”, crispar los vínculos, tensionar las relaciones. Algo que se ha propagado, por ejemplo, ha llegado a Argentina e intenta avanzar con Vox y Santiago Abascal en España. Y aunque en la vieja España no lo han logrado, sí lo han hecho en Argentina. Javier Milei en sus pocos y publicitados encuentros con Trump, el estadounidense le dio trato de adolescente. Parcos, porque Milei no habla inglés y Trump tampoco el español. Pero los complejos de Milei lo inhiben de apelar a un traductor…así que fueron escenas estruendosas, de fuertes palmadas en las respectivas espaldas y breves frases gritadas para los micrófonos lejanos, que captaban mejor la música ochentosa de Village People que las pocas palabras que cruzaron (https://youtube.com/shorts/mLgRNNuvEO0?si=TRxZOASq9Fnq9_zJ).
Este retorno de Trump retrotrae la vida política a unos años atrás cuando Trump era expresidente y se dedicaba a polarizar a la sociedad estadounidense con sus ataques y ofensas. En esa búsqueda, buscaba ser el eje de los espacios centrales y periféricos de los medios de comunicación, sin intermediarios. Por ello apelaba y hoy nuevamente apela a las redes sociales, escribiendo a su antojo, verdades y falsedades, sin importar, y al mismo tiempo que invadía las redes, antes y ahora, rara vez las leía para responder o aclarar. Con buena parte de la prensa complaciente, desintermedió su presencia en los medios, evitando así el riesgo de ser incomodado por preguntas que le recordaran que estaba allí para gobernar, para dejar un país al final de su mandato.
Esas costumbres…
Pero esas costumbres se trasladaron a otras geografías, a otros admiradores de Trump. A España, a Argentina. Descubrieron que el trumpismo actuaba como una fuerza de choque oral, reaccionando vehementemente ante cualquier cuestionamiento, por menor que fuere la crítica a su líder único y excluyente. En aquellos años se movía desintermediando la acción comunicativa. Aunque en todos los tiempos los actores públicos se mostraron deseosos de eliminar o disminuir la acción del periodista, el primero en cumplir su sueño con eficacia fue Trump.
En España y Argentina los políticos influidos por el arrogante y prepotente discurso de Trump optaron por ingresar al mundo de los medios a través de la explosión de los streaming y las radios y diarios digitales. Esas polémicas encontraban a los televidentes desprevenidos y asombrados por los contenidos y las formas de los mensajes, la agresividad de las intervenciones, pero fundamentalmente, alineados con un sentimiento de hartazgo frente a unas organizaciones y actores políticos que no lograban resolver los problemas de las gentes, y en algunos casos, salpicados por indignantes prácticas de corrupción.
En la vieja Europa la vieja derecha se muestra ascendente. En efecto, la extrema derecha se instaló como primera fuerza en países referentes como Francia, Italia, Hungría, Austria y Bélgica. En Alemania, logró plantarse como segunda fuerza en Alemania, por encima del SPD. Obsérvese que en los tres países con más población y cuyas economías son las más importantes de la unión continental, se han ubicado con significativo peso.
Hay un terremoto en Francia con la votación de Le Pen en Francia, que ha sacudido al gobierno y por ello Macron, en medio de una crisis política, ha disuelto la Asamblea Nacional y llamó a elecciones legislativas anticipadas. Ahora el gobierno buscará forjar una alianza “anti Le Pen”, para reforzar las mayorías parlamentarias, ahora debilitadas. Pero también Le Pen procurará sumar aliados, y así reforzar su peso electoral.
Que se nos vienen….
Si una década atrás las elecciones europeas mostraron el ascenso de algunas izquierdas, como l Podemos y Syriza, hoy el panorama es muy otro. Del fervor a la frustración, y ahora a la tensa espera.
Tras el impacto electoral de la extrema derecha sumado a la crisis de los gobiernos del eje francoalemán, se desnudan las profundas contradicciones dentro de la Unión Europea, en un clima político marcado por un empuje belicista y reordenador, costoso e inoportuno, fogoneado por el celebrado anuncio de recortes tributarios.
Albert Camus dijo una vez, a modo de reflexión y cito como conclusión de esta columna: “Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizás sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga».

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