El pasado domingo 26 de julio se celebró en Cuba el 67 aniversario del asalto al cuartel Moncada, la segunda fortaleza del país, que acabó siendo un tremendo fracaso militar, aunque Fidel Castro lo calificara como un enorme triunfo estratégico. Pero pasa a la ligera el precio del intento de copamiento del Moncada: De los 120 rebeldes, 61 pierden la vida esa madrugada, el resto, salvo un pequeño contingente que se perdió en el trayecto al cuartel, son hechos prisioneros. El Partido Socialista Popular (PSP), el nombre con que se había rebautizado el Partido Comunista de Cuba, califica la acción que organiza Fidel Castro de intento putschista y a él de un “aventurero burgués”.
¿Había alguna posibilidad de éxito en el asalto al Moncada? Ninguna. Míreselo por donde se lo mire, la posibilidad de tomar la segunda unidad militar del país era nula. En la “Biografía a dos voces”, de Fidel Castro por parte de Ignacio Ramonet, 53 años más tarde, Castro confiesa al director de Le Monde Diplomatic, y muy buen amigo de la revolución: “Si fuera a hacer un plan de nuevo lo haría exactamente igual.”
¿Había alguna alternativa a la lucha armada que, unilateralmente, había adoptado Fidel Castro? El 2 de junio de 1953, tres meses después del golpe de Batista, el derrocado Prío Socarrás, presidente del Partido Auténtico, y Emilio Ochoa, presidente del Partido Ortodoxo, el partido al cual pertenecía Fidel Castro, firman la “Carta de Montreal”, los dos partidos mayoritarios de Cuba, junto a personalidades y representantes de partidos minoritarios exigen elecciones libres y sin Fulgencio Batista, abogando por la vigencia de la Constitución de 1940, y la formación de un gobierno provisional que organice los comicios. Hay que destacar que la Constitución de 1940 fue una de las más modernas y progresistas de América Latina, y el primer gobierno que la aplicó, presidido por Batista, estuvo integrado por todos los partidos, incluyendo al Partido Comunista. Tras el golpe del 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista queda aislado políticamente, con el candidato del Partido Ortodoxo, Roberto Agramonte, primero en todas las encuestas, en las mejores condiciones para ganar las elecciones.
Pero en la más absoluta clandestinidad y desde el seno del Partido Ortodoxo, Fidel Castro, organiza el mítico asalto al cuartel Moncada, en contra de la decisión política del partido al que pertenecía. La fuerza insurgente la integra, casi en su totalidad, por militantes de la Juventud Ortodoxa. La acción tuvo un doble desenlace: Batista pone como ejemplo la acción del Moncada para desatar una represión salvaje, y acusa al Partido Ortodoxo, de que esas eran las verdaderas intenciones de la oposición. Batista sale fortalecido, las puertas de una salida política se cierran violentamente. El victimario, gracias a la acción que trama Castro, en una noche se transforma en la víctima, permitiéndole tener aire suficiente para que 21 meses y 15 días más tarde, Batista decrete una amnistía para todos los asaltantes procesados.
La acción en sí es un manual de la improvisación y la irresponsabilidad. Casi la totalidad de los asaltantes son gente sin ninguna preparación militar, armados de rifles y escopetas, que se enteraron del objetivo cuando les entregaron los uniformes y las armas, ya en las afueras de Santiago, en la provincia de Oriente. Tampoco, había un plan de la acción, sólo estaban designados los jefes de cada grupo de asalto, que los guiarían en la acción. Ni siquiera esos jefes tenían preparación alguna, y lo que les sobraba de valor les faltaba en la planificación y en la práctica mínima como para arremeter contra los puestos de guardia, y tratar de llegar a cada uno de los puntos de combate en el interior del cuartel. Ese era el plan, así de simple.
Compárese, si es posible, el asalto al Moncada con el asalto al cuartel de la Marina, protagonizado por el MLN (Tupamaros), realizado después de una exhaustiva planificación, y contando con la complicidad de un integrante de la Marina, que esa noche estaría dentro del cuartel. En el Moncada nada salió bien. Ni en el traslado desde la granja Siboney, en el que se perdió parte de los rebeldes, ni en los desplazamientos dentro del cuartel, en medio de una gran confusión por el desconocimiento del objetivo, y la acción caprichosa de Fidel Castro, que alteró los pocos planes que había al querer desarmar un puesto de guardia que debían sobrepasar, lo que generó la detención de los coches de los de rebeldes, que los abandonaron y comenzaron a hacer lo que cada uno interpretaba lo que podía hacer.
Fidel Castro y su hermano Raúl huyeron de la escena, y fueron capturados poco después, con la mediación de las autoridades de la iglesia Católica de Santiago de Cuba, y con la participación de la familia Castro, que tenía conexiones directas con Fulgencio Batista. El juicio a los asaltantes del Moncada fue conocido por la defensa que Fidel Castro hizo de sí mismo, cuyo alegato, tituló “La historia me absolverá”, sirvió de documento fundamental para la creación del Movimiento 26 de Julio, el brazo político de la revolución, hasta la refundación del Partido Comunista de Cuba, en 1965.
En la celebración del pasado domingo no se hizo el despliegue monumental de armas acostumbrado. Este año, la celebración ha estado acompañada de una apertura de numerosas tiendas de exclusivo pago en divisas, lo que, en los hechos, queda restringido a quienes reciben remesas del exterior. La reconversión de Cuba al capitalismo está dejando las cosas bastante peor de lo que estaban 67 años atrás. Eso no lo ve el que no esté informado, o que haya tomado la decisión de atarse al mástil del Titanic.
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