El argumento del canciller Nin Novoa es que aislar al gobierno de Maduro es aislar a Venezuela. ¿En qué sentido, señor Canciller? Si en lo que usted está pensando es en el caso cubano, cuando Estados Unidos decidió embargar a Cuba, y embretó a América Latina en esa estrategia, está haciendo una lectura falaz.
Cuba estaba en otra situación muy distinta. El embargo y bloqueo agarró a Cuba a pocos meses de que el movimiento guerrillero que encabezó Fidel Castro, desplazara a Fulgencio Batista del poder, En plena euforia, tanto dentro de Cuba como en América Latina, y una Europa que no sabía cómo traducir aquel “Huracán sobre el azúcar”.
Alrededor de Castro la leyenda de la Sierra agitaba un movimiento solidario generacional. Los comandantes más conocidos eran superhéroes, que dieron su nombre a más de una generación de seguidores de la Revolución Cubana, qué más se parecían a desprejuiciados poetas de verde olivo. Aquel bloqueo, o embargo, ni fue ético, porque no perjudicaba tanto a su dirigencia como al pueblo que comía lo que le indicaba la tarjeta de razonamiento. En Venezuela no hay nada para embargar, es un pueblo empobrecido y desabastecido.
Y si los dirigentes cubanos estaban rodeados de una aureola romántica, al menos en los primeros años, el gobierno de Maduro, en cambio, está rodeado de personajes caricaturescos, como ese Diosdado Cabello, que aparece en su programa de televisión con un enorme garrote, como Pedro Picapiedra, sólo que Pedro es un personaje entrañable y Diosdado Cabello se esfuerza por seguir pareciéndose al teniente golpista que acompañó a Hugo Chávez en su intentona de 1992.
El aislamiento de Cuba sólo podía generar simpatía por el país chico, asediado por el país más poderoso de la tierra; el aislamiento diplomático del gobierno chavista es otra cosa. Tras la transitoria impunidad en que se esconden los villanos de Maduro, y mientras roban lo que les queda por robar, no hay apelación solidaria, sólo complicidad. El tiempo de la belleza revolucionaria ya pasó, Sr. Canciller, esto es un plagio.
El Canciller Nin hace mal cuando pisa con delicadeza el sendero que Maduro le permite transitar. Poco a poco, de tan buen comportamiento, va convalidando ese único camino que Maduro pone a disposición del mundo exterior a su aquelarre. Quienes lo sostienen en el poder han organizado las cosas de tal modo que quien se salga del trayecto permitido acabará mal. Así pasó con el extenso informe de la MUD, que denunciaba las cientos y cientos de violaciones de las elecciones en que Maduro cumplía el deseo de un desfalleciente Chávez. Así pasó con cuanto gobernador, diputado o alcalde osase desafiarlo. Ya Nin, Almagro, Sendic y hasta Mujica han probado de esa medicina. Maduro corta y pega, usa lo que le sirve y el resto lo enmienda con algo funcional a su proyecto.
No hubiese tenido más remedio que llamar a elecciones regionales, a elecciones para gobernadores, y para el plebiscito revocatorio, entre otras, como elecciones sindicales, pero se las salteó todas. Se lo veía muy tranquilo, repartiendo gases lacrimógenos, y es que había pergeñado una idea que le pareció genial. Parar todo, dejar todo en suspenso y convocar a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución, que según lo que trascendió era la más absoluta negación de cualquier procedimiento democrático.
No sólo sería la negación de la Constitución que redactó Chávez en 1999, sino que sería la negación de nuestra Constitución, y la que aceptan los países fundadores del Mercosur. Si usted pretende que el pueblo de Venezuela no quede aislado no permita que Maduro ponga más dilaciones, exíjale un calendario electoral con las reglas del juego que fija la Constitución de 1999, la única vigente. Maduro es un mareador, no le siga más el juego y fije sus límites sencillos, jurídicamente reconocidos, y se lo digo con dolor de uruguayo, pronto va a ser tarde, puede que ya no va a tener al mismo interlocutor. Promocionar el diálogo con la oposición es hablar sobre el sexo de los ángeles, salvo que se produzca un milagro, y el único milagro que se puede esperar es que un pueblo desarmado, y que no eligió el camino de las armas para volver a la democracia, derrote al régimen campeón del armamentismo latinoamericano.
Señor Canciller, debe estar mal informado sobre lo que está pasando en Venezuela. Esto cambia día a día, hora a hora. Tal vez cuando esto salga de la imprenta ya estemos frente a algo nuevo, mire:
La Mesa de Unidad Democrática, fuerza mayoritaria en el Poder Legislativo de Venezuela (Asamblea Nacional) acaba de desconocer al régimen de Maduro, basándose en el Art. 350 de la Constitución: El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.
La MUD declara en su Punto 2: Asumimos el compromiso de nombrar nuevos Poderes Públicos y conquistar un nuevo gobierno, facultados por el artículo 333 de la Constitución.
¿Qué dice el Artículo 333, vigente en la República de Venezuela?
Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia.
Acto seguido, los parlamentarios y principales dirigentes de la Mesa de la Unidad Demoocrática, llamaron al pueblo al desconocimiento del actual gobierno, y a organizarse desde ya para realizar la PROTESTA NACIONAL PERMANENTE E INDEFINIDA.
Este llamamiento a la desobediencia civil fue proclamada este pasado martes 20 de junio y eso quiere decir, señor Canciller, que no hay vuelta atrás. Horas más, horas menos, usted tendrá que tomar una decisión, que, quizás, debió tomar antes, porque es sabido que de no estar sujeto a disciplina partidaria, su voz entre sus pares de América Latina hubiese tenido otra resonancia, como evidentemente tiene la voz de su compatriota y correligionario, el Secretario General de la OEA.
Usted fue parlamentario, señor Canciller, claro que de un país donde la voluntad de la ciudadanía es palabra santa. Sabe que la actual Asamblea Nacional (Parlamento venezolano) recibió el apoyo mayoritario de la ciudadanía en las últimas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015. Desde entonces Nicolás Maduro, que no pudo presentar ni siquiera una partida de nacimiento para demostrar que su nacionalidad era, efectivamente, venezolana, se ha dedicado a hostigar al Parlamento.
Maduro se ha valido de todas las trampas posibles para actuar como un monarca criollo, aupado por un poder oculto, un poder que cobró con petróleo de los venezolanos. Ese inmenso lobby internacional ha dado vida a este grandulón prepotente, que no se ahorra insultos con quien ose desafiarlo. La escuela del espionaje y el soborno es bien conocida en América Latina, y ha sido su sustento, pero al parecer llega a su fin, gracias al propio pueblo venezolano que ha dado una memorable batalla cívica.
Vendrán días decisivos y difíciles, señor Canciller. Todavía queda algo digno, de lo que sus compatriotas puedan enorgullecerse.
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