Relación polémica si la hay, ahora que dice, diría Don Verídico.
La confrontación entre los gremios y las autoridades son históricas.
Años atrás, eran parte de una estrategia de la izquierda para socavar el dominio político del estado por los partidos tradicionales.
Pero sobre todo se levantaban plataformas que representaban a una gran parte de la población y buscaban soluciones colectivas.
Con la llegada al gobierno del Frente Amplio se cubrieron muchos de los reclamos y se fortaleció la organización y libertad sindical.
Y entonces comenzaron a aflorar reclamos corporativos a mansalva
¿Recuerdan el juicio de Adeom Montevideo por el convenio?
¿Olvidaron el conflicto de los anestésicos quirúrgicos?
¿Quién no tiene presente los paros docentes a repetición?
¿Alguien no evoca la lucha constante de los empleados de AFE?
¿Y Salud Pública? ¿Y COFE? ¿Bancarios? ¿Y ahora ANCAP?
Todo bien con la lucha sindical, pero hay ciertos límites, ¿no?
Si me exigís mantener el Hospital de Clínicas brindando una asistencia mediocre a población humilde y siendo dirigente sindical de ese hospital, te atendés en una mutualista, no hay coherencia.
Si me hablas de la solidaridad y querés mantener el privilegio de un servicio médico propio distinto a otros trabajadores, ¿tenés ética?
Si en defensa de la enseñanza del pueblo dejás a cada rato por cualquier cosa a miles de gurises sin clase ¿hay coherencia?
Un movimiento sindical serio es una garantía para una república.
Un movimiento sindical fuerte es la mejor defensa de los laburantes.
Un movimiento sindical potente es bueno para la democracia.
Pero se vuelve imprescindible que se actúe con responsabilidad.
No es apostando a un economicismo facilongo para ganar adeptos o radicalizando posturas para ganar terreno en la interna gremial.
Es muy fácil hacerle paro a un gobierno de izquierda, dijo alguno.
Y a juzgar por la realidad que vivimos, parece que estaba acertado.
El gobierno por su parte, debe jugarse por las mayorías, que casi nunca tienen sindicatos o gremios que las representan.
Los reclamos corporativos no son siempre legítimos aunque anden de overol, muchas veces son simplemente privilegios de un lobby.
Alfredo García