Soberbia, mala consejera por Santiago Pérez
Dentro de las razones para este resultado, uno puede enfocarse en las virtudes del ganador o los defectos del perdedor. Como confeso blanco wilsonista, prefiero siempre exigir más a los propios. Así lo hice durante todo este Gobierno, y lo pagué con varios encontronazos con militantes sobre todo, del Partido Nacional. Así lo seguiré haciendo.
Este debe ser sin dudas el gobierno que más hizo, pero peor comunicó en la historia reciente. Tuvimos un país en obras como nunca antes, y una gestión en materia de seguridad que hacía pensar que se podía cambiar la realidad. Hasta la muerte de Larrañaga, donde se da un punto de inflexión y pasamos a ver ministros que llevaron al excusómetro casi al nivel de Bonomi. Se dejó penetrar el discurso de un Gobierno “para los malla oro”, mientras no se mostraba como correspondía lo que hacía el MIDES, llevando adelante proyectos excelentes. Para quienes menos tienen y más complicado la pasan, ahí debe estar el Estado. Y este gobierno lo hizo presente.
Pero el factor principal es que se tuvo un candidato que no enamoró. Que no se preparó como correspondía para ser Presidente.
Tenía el ejemplo a unos metros, un Luis Lacalle Pou que al otro día de perder las elecciones de 2014 empezó a prepararse sin dejar un detalle al azar. Estudió, se preparó física y mentalmente para ser un líder, y lo logró con creces. Delgado por su parte parece que creyó que ser la “cara de la pandemia”, y el sucesor de la lista acaparadora de votos (y cargos en el gobierno) era suficiente. Se puso en rol de candidato ya en 2021 y se rodeó de un círculo cerrado donde cuesta creer (o no tanto) que no le hayan hecho ver sus errores. En vez de acercarse al Presidente a pedir consejos, se dedicó a tratar de “chupar rueda” de su imagen el último año.
Ganó sobrado la interna, y eso solo acrecentó su postura previa, Se cortó solo a la hora de elegir a su Vice y ni siquiera preparó bien el pseudodebate. Mucho menos el último mes de cara al balotaje.
El candidato y la Coalición toda fueron carentes de autocrítica por cinco años. La sobreestimación de Cabildo Abierto como socio de la Coalición tuvo sus consecuencias. Tanto se le achacó al Presidente que no iba a lograr mantener a todos los partidos, que permitió salidas de tono en exceso. Entre tanto para decir, resalta la siniestra participación de Irene Moreira como ministra. El Presidente tuvo, quizás allí, algunos de sus errores más notorios. Como también los casos de corrupción donde se cortaron cargos, pero no influencias.
Para los únicos que realmente cambia la vida directamente es para quienes viven de la política. Los demás tenemos que salir a remarla todos los días, mañana igual que ayer, y el 1 de marzo del año que viene igual que el 28 de febrero. No va a haber cambios radicales, porque por suerte no somos eso. La gerontocracia política sigue vivita y coleando. Pero como dicen al otro lado del charco, “no la ven”. La sociedad toda está cambiando y Uruguay es lento, con pasos más cansinos y sigilosos, pero no queda fuera.
Decía Wilson, “por la libertad se pelea siempre porque nunca está definitivamente conquistada. Para nosotros la lucha comienza todos los días de nuevo y por lo tanto, comienza hoy.”
Hay muchos que no lo entendieron, creyeron que se había conquistado por llegar al poder y dejaron de lado la lucha diaria. Esa que implica ir a los barrios periféricos (en Montevideo y el interior), embarrarse, entrar a casas que tienen piso de tierra y conexión eléctrica con tres cables directos a una resistencia para calentar agua o armar una rudimentaria estufa, que uno no termina de entender por qué no explota. Hasta que ve las noticias y cada invierno lamentamos en los casos más leves, pérdidas materiales totales. En los más complicados, niños que no llegaron a salir de una casa incendiada que tenía por paredes mezcla entre bloques y maderas, y por techo chapas y nylons. Que implica ir a hablar con los referentes barriales y pensar con ellos políticas que los haga parte, no una impuesta por algún grupo de gente con título, porque hablar de profesionales resulta difícil cuando rara vez se contactan con quienes deberían ser los beneficiarios de sus políticas. Cuando los parlamentarios solamente se acuerdan de ensuciarse los zapatos un año antes de las elecciones, porque necesitan de la gente. Pero cuando la gente necesitaba de ellos, estaban muy ocupados tirando dardos a su rival de turno en el Palacio Legislativo. Implica que la militancia cruce Avenida Italia al norte y entienda que hay asentamientos a quince minutos del centro. Que hay niños que, viviendo en Montevideo, no conocen la playa y mucho menos un edificio. Este gobierno y su militancia hicieron mucho para la gente, pero poco con ella.
Si a la hora de los deseos, preferimos tener razón por encima de disfrutar de un buen gobierno, no merecíamos ganar. Ojalá Yamandú Orsi tenga cinco años excelentes. Ojalá tengamos una Coalición Republicana siendo una oposición responsable.
Sobre todo, ojalá Yamandú sí sea quien puede sacar al Uruguay, adelante.
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