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Striptease global por Hoenir Sarthou

Striptease global por Hoenir Sarthou
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El ex presidente José Mujica tele-intervino el sábado pasado en la presentación del libro “La Constitución de la Tierra”, del jurista italiano Luiggi Ferrajoli, que tuvo lugar en la ciudad de Porto Alegre, con la presencia de, entre otros, Tarso Genro (ex gobernador del Estado brasileño de Río Grande y ex ministro de cultura y de justicia de los gobiernos del PT), y del Dr. javier Miranda, que actuó como moderador del acto.
La tesis de Ferrajoli resulta penosamente conocida: el mundo enfrenta problemas globales (calentamiento, guerras, crisis sanitarias, peligro nuclear, etc.) y requiere soluciones políticas globales que sólo puede brindar un gobierno o “gobernanza” mundial. ¿Les suena? Sí, es calcadamente coincidente con la fundamentación por la que el Foro Económico Mundial (y en particular su presidente, Klaus Schwab, en su libro “El gran reinicio”) pretende justificar la necesidad de instalar un gobierno mundial.
En concreto, el libro de Ferrajoli postula una reforma de las Naciones Unidas por la que los Estados nacionales renunciarían a gran parte de su soberanía, concediendo a ese gobierno supranacional la custodia de los “derechos humanos” de todas las personas, la administración de los “bienes comunes de la Humanidad” (léase recursos naturales esenciales y muy valiosos) y el monopolio de las fuerzas armadas (los Estados nacionales renunciarían a tener ejércitos propios). El libro incluye la creación o reforma de cortes y tribunales mundiales y propone directamente un texto normativo, de cien artículos, como futura Constitución mundial.
Ferrajoli admite expresamente (lo hizo durante su exposición en el acto) que, de acuerdo a su propuesta, la democracia como la conocemos (gobiernos representativos, electos por voluntad popular) sería sustituida por otra clase de legitimidad, basada, según él, en que el gobierno mundial garantizaría los derechos de todas las personas.
La sorpresa (relativa) de la jornada fue la intervención de Mujica, que adhirió con armas y bagajes a la propuesta, recitando con puntos y comas el “mantra” del Foro Económico Global, con calentamientos globales, guerras nucleares, pestes, peligros de extinción y necesidad de gobierno mundial incluidos.
Aunque sea obvio, hay que decirlo: una propuesta semejante sólo puede sostenerse desde la más absoluta ingenuidad o desde el descarado servilismo a los intereses económicos que controlan y operan por medio de organismos como la ONU, la OMS, el FMI y el Banco Mundial.
De Mujica se han dicho muchas cosas, pero ni sus mejores amigos ni sus más encarnizados enemigos lo han acusado de ser ingenuo. ¿Alguien con su experiencia puede creer que un organismo de gobernanza mundial, carente de legitimidad democrática y de todo control popular, sea capaz de poner límites a los poderes fácticos que controlan a algo así como el 90% de la economía mundial?
Poner los recursos más necesarios y valiosos del planeta en manos de un organismo que no depende de ninguna voluntad popular, ni rinde cuentas a nadie, es como poner el gallinero a cargo de los zorros. Poco cuesta imaginar lo que ocurriría con la Amazonia o con el acuífero Guaraní si fueran administrados por tecnócratas y burócratas formados en las universidades y “tanques de ideas” de las corporaciones y fundaciones extranacionales.
La adhesión de Mujica a esa propuesta está lejos de ser un acto de impudicia solitaria. El mundo está presenciando una especie de “strip tease” político generalizado, por el que presidentes, reyes y candidatos de todo tipo desnudan su preocupación por el calentamiento, la guerra, las pandemias y otros problemas globales y su disposición a apoyar la instalación de una gobernanza mundial. Tal parece que, sin dar ese espectáculo, es difícil aspirar a cualquier cargo político de importancia.
Si quieren un caso pintoresco y mediático, piensen en el nuevo Carlos III de Inglaterra. Hace pocos años, nadie daba dos centésimos por su acceso al trono. La reina parecía inmortal y todo el “run run” inglés y global hacía pensar que Carlos sería salteado y se coronaría a uno de sus hijos. Pero don Charlie no resultó tan tonto como parece. Viajó cada año a Davos y no se cansó de actuar, cada vez que le pusieron una cámara o micrófono delante, como vocero del discurso del Foro y de Schwab. Casi puedo imaginarlo entonando a dúo con Mujica la exitosa melodía de “Temo al calentamiento global y amo al gobierno mundial”. Al parecer, le dio resultado. Fue contratado para trabajar como Rey de Inglaterra.
Desde luego, uno puede suponer que tanto Ferrajoli como Mujca, o el español Pedro Sánchez, que también se pronunció por la propuesta de Ferrajoli, son perros ladrándole a la luna. Cuesta creer que los Estados se someterán de un día para otro y que la propuesta de un jurista italiano se convertirá en la Constitución de un nuevo y todopoderoso gobierno del mundo. Pero el coro de gobernantes sumisos contribuye a crear el clima necesario para que los organismos internacionales intervengan cada vez más en las realidades nacionales y para que, detrás de ellos, las corporaciones privadas, munidas de tecnología y blandiendo contratos secretos, entren a saco en los territorios nacionales.
Porque esa es la clave. No importa cuánto hablen de ciencia, tecnología y “sociedad del conocimiento”, el objetivo imprescindible es el control de recursos naturales (agua, tierra, energía y minerales) que están en los territorios. Recursos sin los cuales no hay ciencia, tecnología ni conocimiento que valgan. Y esos recursos están todavía, en buena medida, bajo la soberanía de los Estados nacionales.
Por eso, la estrategia global es reducir el poder de los Estados y demoler su base democrática. Y, por eso, nunca fue más importante defender la soberanía nacional y el ejercicio de la ciudadanía democrática. A la inmensa mayoría de la Humanidad nos va la vida y la libertad en ello.

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