Cuando me veo y toco
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero, como se dice en español.
Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.
Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailáif,
no tenis y no yacht,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.
Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reír.
Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.
Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.
Nicolás Guillen, 1964.
En la primera estrofa del poema Tengo, el poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989), describe una situación de perplejidad existencial, que, paradójicamente, revelaba su ajenidad ante la revolución, que había sacudido a su país. En 1937 se había afiliado al Partido Comunista. Pero el Partido Comunista de Cuba, en aquel momento llamado Partido Socialista Popular, no apoyaba el alzamiento encabezado por Fidel Castro. Recién en los últimos meses de 1958, cuando el Movimiento Revolucionario 26 de Julio se había hecho fuerte en la Sierra Maestra, y el desgaste del régimen de Batista presagiaba el triunfo revolucionario, el PSP envía a Carlos Andrés Rodríguez a la sierra, donde el movimiento guerrillero y el partido comunista limaron sus diferencias.
Pero Nicolás Guillén bogaba por un tema específico: la negritud y, ´por ende, su poemario insistió en la marginalidad de la piel, como una segunda y, para él, una primera condena social. Su poemario insiste en lo bochornoso de la desigualdad racial, y expresa su esperanza en la revolución naciente. “Tengo, vamos a ver, / que siendo un negro / nadie me puede detener / a la puerta de un dancing / o de un bar / o bien en la carpeta de un hotel / gritarme que no hay pieza / una mínima pieza / y no una pieza / colosal / una mínima pieza / donde yo pueda / descansar.
Los sueños íntimos de Nicolás Guillén no su cumplieron, como los de la mayoría de los cubanos, que, sencillamente, no podían pedir, ni siquiera una mínima pieza para descansar. Los hoteles estuvieron y están prohibidos para los cubanos de a pie. Y para comer, después de 62 años, lo único asegurado es lo que figura en la libreta de abastecimiento, eso sí, mínima libreta para comerme lo que me tengo que comer.
El Partido Comunista de Uruguay, igualmente crítico con el Fidel Castro de la Sierra, es hoy un fuerte apoyo de la sexagenaria revolución de la Sierra Maestra. Quienes han visitado la Isla después de la revolución, seguramente no tuvieron que ir a pedir, inútilmente, una mínima pieza en la carpeta de un hotel, como un trabajador cubano, sino que disfrutaron de lo que la élite ha disfrutado en estos 62 años, y que el pueblo que quedó fuera del reparto hoy se los reclama, y seguirá reclamando hasta que la revolución sea tan democrática como es Uruguay, y como ese mar gigante, azul, abierto, democrático, al que Guillén le canta.
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