Terra Nullius es un “audiopaseo” creado por la directora y performer portuguesa Paula Diogo que se concretó el pasado fin de semana en nuestra ciudad. Diogo permaneció una semana en Montevideo, trabajando en la adaptación del cuento a nuestras calles, y conversó con Voces sobre algunas características de su trabajo.
El audiopaseo comenzaba en Barrio Sur, a pocos metros de donde los tambores ensayan su repiqueteo de llamadas, lo que conecta directamente con las palabras de Silvia Iroldi que aparecen en el texto de Terra Nullius que se recibe al finalizar el recorrido: “En la calle los tambores golpean y repican rítmicamente. Aturden el cuerpo. Siento la fuerza que trepa por las piernas y retumba en mi vientre hasta encontrar ese punto donde estalla el llamado ancestral del éxtasis. El tiempo deja de ser un tic-tac de reloj para ser el vaivén de mi respiración con el bumbum de los latidos”. El texto de Iroldi integra un libro que reúne relatos y reflexiones de Paula Diogo y de otras personas con las que intercambió durante su proceso creativo. Iroldi, de Uruguay, suma su texto a otros que provienen de Portugal, Finlandia, Brasil, Islandia, Italia y Angola. Y no es casual que se crucen aportes de Europa, América Latina y África, si algo caracteriza a Terra Nullius es el abordaje del concepto “frontera” en el que aparece directamente, y desde el comienzo, la dimensión política del término, vinculándolo, desde una perspectiva poética, a la práctica colonialista de los imperios europeos, primero en América y después en África. Y volviendo a los tambores del candombe, justamente son una manifestación cultural que representa el traslado forzado de personas de África a América, realizado en barcos esclavistas europeos.
Terra Nullius era la forma en que los europeos denominaban a las “tierras de nadie” que se disputaban durante la colonización. Nuestro país fue parte de las disputas entre España y Portugal durante la colonización, y la fundación de Montevideo, de la que se cumplirán 300 años en 2024, es consecuencia directa de esa disputa. Por eso no llama la atención que el espectáculo-caminata Terra Nullius se enmarque, como anticipo, en las actividades de conmemoración de ese aniversario, algo que se concreta merced a la propuesta de Raquel Carinhas, quien trabaja en el Instituto Camões de nuestro país. Y la dimensión política, ya hablando de la identidad individual, se vincula directamente con la trayectoria de vida de Diogo. Ella misma escribe en el libro: “Mi padre y mi madre se conocieron en Carcavelos, en un hotel llamado Praia Mar. Se trataba de un lugar provisional por donde pasaban familias recién llegadas de las excolonias portuguesas, a espera de ser realojadas en casas “más definitivas”. Ellos se casaron allí, en esa especie de no lugar donde empezaban a hacer planes para el futuro en el preciso momento en que se producía un corte radical con el pasado. Se casaron en esa frontera, más temporal que espacial, en ese espacio entre lo que era su pasado y lo que sería su futuro”. Lo político cambia de dimensión pasando del espacio al tiempo, y poco a poco irá convirtiéndose en una reflexión introspectiva, en la que el participante queda inmerso mientras recorre las calles de la ciudad, aunque el movimiento encuentra una pausa para detenerse a observar cómo se oculta el sol en el mar.
“El trabajo es básicamente un cuento que se pone en un contexto específico haciendo un recorrido en una ciudad diferente cada vez -indica la autora, y agrega- Es un cuento de viaje, de alguien que se fue a otra parte y que mira esa ciudad como extranjera, que es un modo muy diferente de mirar. Y habla sobre eso, sobre pertenencia, sobre las cosas que nos ligan a los sitios, a los lugares. Sobre las cosas que nos ligan a nuestra historia personal pero también a la historia de los lugares de donde vinimos”.
Las características de las propuestas hacen pensar en trabajos como los de los alemanes Rimini Protokoll ¿Conocés el trabajo? ¿Tiene algo en común con Terra Nullius?
Los conozco, sí, trabajé con ellos en Lisboa y van muchas veces. Yo creo que mi trabajo va por otro lado, porque sus recorridos son más exactos, son más precisas las cosas que piden al público, son más controlados. El mío es como un viaje más libre, el público forma un grupo que se mueve en la ciudad pero no tiene guías precisas a seguir, damos una instrucciones al inicio, muy sencillas, y después dejamos en libertad.
¿El audio es el mismo en todos los recorridos o le vas agregando o cambiando cosas?
Si, es básicamente lo mismo, a veces agregamos algunas cosas pero es básicamente lo mismo. Lo que es siempre diferente es el mensaje que dejamos al público al inicio, porque empiezan leyendo un pequeño mensaje, y también el paisaje sonoro que va debajo. Hay una línea de historia que sigue más o menos igual y después, cuando decidimos la ruta en la ciudad, recogemos los sonidos de esa ruta y los ponemos encima de la historia. Entonces es como tener una historia de un lugar lejano “misturada” con una historia sonora de este lugar específico. Y también lo que pasa es que como estamos viajando siempre nos quedamos con sonidos de la ciudad anterior. Es como un gran tapiz de idiomas y de sonidos, de muchas partes diferentes.
Después del estreno en Lisboa la han presentado en varios países ¿Qué determina el recorrido? ¿Cómo van trabajando para que se genere ese diálogo entre la historia con las calles de las ciudades?
Tenemos una idea de la sinergia que el recorrido debe tener, en general siempre empezamos cerca del agua. Hay momentos que sabemos que funcionan escuchando la historia, pero depende mucho de geografía de la ciudad. Por eso lo que hacemos siempre es llegar y hablar con algunas personas de la ciudad, generalmente tenemos uno o dos guías locales. Y después llegamos e intentamos elegir rutas posibles para experimentar, escuchar caminando. Hacemos muchos kilómetros por día caminando, escuchando e intentando entender cual es la ruta que hace más fricción con el audio.
Este tipo de recorridos suele colocar a quien participa, que sí vive en la ciudad, mirando la ciudad de una forma diferente a la cotidiana.
Si, la experiencia de treinta personas caminando ya es un movimiento coreográfico que tiene un impacto para la ciudad y para las personas que lo hacen. Un amigo mío dice que te sientes en un filme, que tu vez la cámara y después la ciudad va pasando. Creo que coloca a las personas en una burbuja de atención, como si la ciudad estuviera afuera y la pueden mirar de otro modo. Y también es una mirada que yo estoy sugiriendo, yo llego y veo así, es como experimentar la mirada de otra persona.
Has comentado que la experiencia propone una microcomunidad que recorre el espacio público ¿qué te parece relevante de esas micro-sociedades caminantes?
Yo intento escoger muy bien las palabras que utilizamos al inicio, porque el hecho acontece en el espacio público, que cada vez es menos público. Entonces tener este grupo caminando es como decir «podemos ser los dueños de esta parte por algún tiempo, como grupo, como comunidad» Y es una invitación a estar activo, a estar junto con otras personas.
Eso tiene una dimensión política también, el reapropiarse del espacio público colectivamente.
Si, es como proponer que la tierra puede ser nuestra por un determinado tiempo. ¡Y después largarla también! (risas) No tener ese sentimiento de posesión.
Terra Nullius es un concepto similar al U-Topos, hay algo de utopía también en la propuesta de un no lugar.
Qué puede ser de todos, donde todo podría ser posible también
El espectáculo surge a partir de una residencia en Reikiavik, Islandia. Ese lugar, en nuestro imaginario, está muy asociado al finisterre, a una experiencia límite y lejana.
¡Para mi también! (risas). Pero la experiencia no fue tan distinta como imaginaba, siempre tenemos la ilusión de llegar a un lugar completamente diferente pero está muy gentrificado. Yo estuve esencialmente en Reikiavik, la economía es muy frágil y para fortalecerse es una ciudad que se ha gentrificado mucho, con una influencia muy fuerte de los Estados Unidos, que no lo imaginaba. Pero la naturaleza es brutal, que está a dos metros, cruzando la puerta. Entonces el contraste también fue muy fuerte para mí. Y fue muy bueno porque yo estaba en un ritmo de producción muy grande antes de irme, quería hacer una pausa, estaba buscando volver a estudiar. Y para comulgar las dos cosas encontré un programa de maestría para esa residencia, y fui con dos becas y un trabajo los fines de semana, porque tenías que ganar dinero ahí para poder vivir. Y fue increíble, porque éramos un grupo muy pequeño de 7 personas, todas mujeres, y fue una experiencia muy fuerte.
¿Durante las presentaciones hubo alguna experiencia particular que te haya conmovido por el vínculo que se generó?
Ahora estoy con la experiencia de Chile muy cercana, que fue muy fuerte porque la hicimos en ciudades pequeñas y la organización hizo un trabajo genial, estaban muy presentes, muy próximos y cálidos. En Colombia fue muy fuerte también, era gente de edades muy distintas, con reacciones muy distintas (risas). Tengo siempre la sensación que cuanto más nos alejamos de Europa más fuerte son las sensaciones en los sitios.
¿Cómo fue tu trabajo en Montevideo? ¿Quiénes son tus guías locales?
Tengo dos guías locales, que son artistas, Ana Almenar y Mariana Nunes. Y al finalizar el público recibe el libro, que tiene dos partes: una es de fotografías, que es como mi viaje personal, y aparte están están los textos, que son de personas que responden el audio de alguna manera, que hablan sobre caminar, sobre mirar y pensar. Y uno de los textos es de una uruguaya, Silvia Iroldi, que hizo su contribución a la distancia escuchando el audio. Así que participan Silvia Iroldi, Ana Almenar y Mariana Nunes. Y es como te digo, empezamos por conversar, en general envío antes el audio para que puedan empezar a experimentar y pensar en posibles recorridos. Y después hablamos sobre las sensaciones del audio, qué es lo más importante para ellas. Siempre estamos conectados con una sala, en este caso la idea es terminar en Sala Verdi y eso nos coloca en un perímetro muy estricto, y a veces no es tan fácil. Hacemos el cambio de día para la noche durante el recorrido y acá tiene mucho más sentido terminar afuera porque el cielo es enorme (finalmente el recorrido terminó en la Plaza Independencia)
¿Existe la posibilidad de que se hagan recorridos sin que estés presente?
Podría, creo que hasta ahora solo lo hicimos sin mí estando otras personas que participaron del trabajo, porque hay que conocer la ruta, conducir al público. Después de estas presentaciones seguro que Ana y Mariana lo pueden hacer, pero es algo que aún no hemos hecho.
Terra Nullius. Dirección, creación y ejecución del proyecto: Paula Diogo. Registro fotográfico de Andrea Sellanes.
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