Una de las historias que hemos escuchado desde niños y a veces en la boca de maestros y profesores, es que Colón descubrió que el mundo era una esfera y que la Iglesia no quería que descubriera algo que contradijera las enseñanzas de la Biblia. Y que por supuesto, antes de Cristóbal Colón todo el mundo creía que vivía en un mundo plano. Sin embargo, no es esta la verdad histórica. Esta fantasiosa historia nació en una novela del siglo XIX y ha llegado hasta nosotros como si fuera una evidencia histórica que damos por hecho. Lo cierto es que los medievales no creían que la tierra era plana, pero ahora sí hay terraplanistas.
Colón y los mapas del siglo XV.
Cristóbal Colón no descubrió la forma del planeta, porque estudió del “Imago Mundi”, el tratado más influyente de cosmografía de la época, del Cardenal Pierre D´Ailly. Y también había leído la “Historia Rerum” de un gran intelectual renacentista, Silvio Piccolomini que luego sería el Papa Pío II. Ambos autores tenían la visión de que la tierra era una esfera y para el siglo XV todos lo que accedían a cierto nivel educativo sabían que el mundo era una esfera.
Distorsionando hechos históricos y alimentando la leyenda negra anglosajona contra España y contra el catolicismo, como si fueran “los oscurantistas que se oponen al progreso y a la ciencia”, un escritor estadounidense, Washington Irving (1783-1859), publicó en 1828 una novela sobre la vida y viajes de Colón, que fue publicada en tres tomos en Estados Unidos y en cuatro tomos en Gran Bretaña y fue el relato biográfico sobre Colón más popular e influyente a lo largo del siglo XX. Aunque sea en gran parte una ficción, es de donde surge una creencia tan extendida. Pero lo cierto es que la concepción esférica del planeta tiene más de 2000 años.
Una idea antigua.
Aunque en los filósofos pre-socráticos hay diferentes formas de concebir el mundo, fue Aristóteles en su obra “sobre el cielo” (s IV a.C.) quien dio una explicación racional de por qué la Tierra era una esfera y su visión influirá en gran parte de los autores antiguos y medievales. Plinio el Viejo en su Historia Natural, hacia el siglo I a.C. escribió que todos aceptaban que la tierra era una esfera. En el siglo II d.C. Ptolomeo defendió también esta visión.
Los autores cristianos, salvo unas pocas y raras excepciones, en su mayoría siempre afirmaron que la tierra era una esfera. Empezando por San Agustín en el siglo IV, que en varios escritos así la describe. Que la Tierra es una esfera lo enseñaron también Boecio (480-524), San Isidoro de Sevilla (560-636), Beda el Venerable (672-735), Virgilio de Salzburgo (700-784), el Papa Silvestre II (945-1003), Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), Hermann von Reichenau (1013-1054), Juan de Sabrosco (1200-1256), y Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Hasta en la “Divina Comedia” de Dante Alighieri la tierra también es una esfera. La lista es más larga, donde también aparecen algunos filósofos musulmanes que también escribieron que la tierra era una esfera. Que los medievales creían que la tierra era plana es sencillamente un invento de una novela moderna y se ha vuelto una creencia popular con su correlato de crítica al cristianismo, sin ningún fundamento histórico.
¿Dónde surge el terraplanismo?
Si bien hay algunas ideas relativas a la tierra plana en algunas cosmovisiones antiguas que influyeron en la hebrea, incluyendo algunos autores aislados, la tesis se expone recién en la modernidad, en pleno siglo XIX. Samuel Birley Rowbotham (1816-1884), de formación protestante y con una lectura literalista de la Biblia, publicó un libro llamado Astronomía Zetética, que describe a la Tierra como un disco plano centrado en el polo norte y cerrado en su límite por un muro de hielo. Sus discípulos crearon un movimiento que desapareció en la primera mitad del siglo XX. Pero algunas pocas iglesias de corte fundamentalista tomaron sus tesis y desde los años 70 hasta la actualidad, algunas sociedades de “Terraplanistas” con un discurso pseudocientífico y conspirativo niegan toda evidencia científica al respecto del planeta y defienden esta visión como si fuera la más elemental evidencia.
Tiempos de desinformación.
Lo complejo de este asunto es que en la actualidad hay una incontable cantidad de información pseudohistórica y pseudocientífica sobre infinidad de temas, alimentados a su vez por teorías conspirativas que siempre seducen con mucha fuerza en tiempos de crisis. Se desconoce o se relativiza como falsa la evidencia histórica y así se inventan toda clase de leyendas sobre el pasado sin ningún fundamento, al mismo tiempo que se presentan como evidencias científicas teorías delirantes inventadas recientemente.
En la gran crisis cultural que vive occidente, con el aumento de visiones fanáticas y escaso pensamiento crítico, hay personas que si escuchan algo que va en contra de lo que piensan, simplemente te dicen: “es mentira”, sin importar que se tenga evidencia de que es verdad. ¡Así de fácil! La crisis en el ámbito del conocimiento y el relativismo extendido a todos los campos genera un gran escepticismo hacia la distinción entre conocimiento científico y teorías mágicas. Hoy en documentales pseudocientíficos hay quienes afirman con total convicción el terraplanismo, la existencia de vampiros, hadas y la existencia de civilizaciones extraterrestres debajo del océano Atlántico.
Aunque el nombre de “posverdad” y “fake news” sea reciente, la realidad no es nueva, solo que hoy los medios digitales permiten mayores niveles de difusión y engaño. Lo preocupante no es que haya información falsa, que siempre existió, sino que disminuya el sentido crítico y que las evidencias no puedan contra el fanatismo irracional.
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