Un día sí y otro también oímos exaltados gritos de alarma.
De un lado y el otro alertan sobre la democracia en peligro.
“Nuestro país avanza rápidamente hacia una dictadura”, dicen.
Ridículos payasos de la confrontación que intentan ganar adeptos.
La caterva agrupa de todo un poco en el espectro ideológico y
vemos periodistas, militares, senadoras y sindicalistas entre otros.
Las redes magnifican amparados en el anonimato a muchos
descerebrados que mienten y agreden a mansalva a todo el mundo.
Hoy la LUC es la piedra de toque de todos los males y beneficios.
Parece que el país vivirá una revolución a partir del 28 de marzo.
Un estudio reciente muestra que apenas uno de cada cuatro
uruguayos (27%) utiliza twitter pero algunos creen que es el mundo.
Y los líderes de opinión se sumergen en esa pecera convencidos
que es allí donde se juega la final del campeonato, pero afuera hay
un océano, donde el gran cardumen ciudadano nada habitualmente.
Diversos hechos de estos últimos tiempos llaman a la reflexión seria
Ni el Poder Judicial está tomado por la inexistente ideología de
género ni nos encaminamos a ser una nueva Cuba o Venezuela.
Como tampoco nos gobierna una patota fascista que viene por todo
y están dispuestos a cualquier cosa por mantener sus privilegios.
Por suerte la dirigencia política en general muestra su madurez y
debate con altura llegando muchas veces a diversos acuerdos.
La ley por Casa de Galicia aprobada es una clara muestra de ello.
En Uruguay no tenemos la brecha que existe del otro lado del río.
Acá existen ocasionales adversarios partidarios, nunca enemigos.
Y la firmeza de nuestro sistema político es ejemplo mundial.
Los demócratas de derecha e izquierda apostamos a la república.
Los otros, minoritarios, que sigan chapoteando en las cloacas.
Alfredo García
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