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Trump en su pandemia por Ruben Montedonico

Trump en su pandemia por Ruben Montedonico
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Azote por ahora más o menos incontrolable de la peste extendida por casi todo el planeta, el Covid-19 se agrega a otras calamidades que sacuden nuestra existencia en diversas partes y que hoy la humanidad reconoce con facilidad: actitudes individuales, colectivas o sociales amplias cuando de acoso sexual o apología del delito se tratan.

Sin embargo, Estados Unidos (EEUU) resume las críticas no sólo por cómo ha enfrentado la epidemia de coronavirus (esa que el presidente Donald Trump asegura que es una invención de China y culpa genéricamente a dicho país por su trasmisión), agregando su coincidencia personal a la de otros sectores que predicen -algo nada difícil de concluir- que la misma aparejará efectos negativos sobre la economía, la producción de bienes y servicios y el empleo. A punto de partida del asesinato de Geoffrey Floyd por un “supuesto agente del orden”, hasta ahora, más allá de esa primera simultaneidad, grupos de negros -sobre todo- junto con otros amplios conjuntos de la colectividad (en particular de jóvenes de secundaria y universitarios) de los más diversos orígenes raciales y sociales, cuestionan acremente los bandos compulsivos de la comunidad, su aplicación y esquemas represivos.

Gran parte de los medios de comunicación (si no todos) se encargaron de destacar los hechos violentos ocurridos durante tales protestas: los saqueos en algunas tiendas consiguieron que las autoridades públicas donde se perpetraron desvalijamientos se ocuparan no sólo de detener a quienes sospechaban de haber participado en los mismos, sino de informar –urbi et orbi- acerca de la profundidad del descontento generado por la segregación que sectores de la autoridad deparan a quienes luchan por la igualdad racial.

Al borde de ingresar al verano boreal con sus amables temperaturas -para algunos- y tiempos de vacaciones para otros, lo expuesto son los contornos que la estación estival van dándole al escenario reeleccionista estadunidense que habrá de resolverse el 3 de noviembre: a priori, el actual escenario debe considerarse como indeseable para las aspiraciones de renovar el mandato de Trump hasta 2,024.

Pese a este panorama, lo peor es que en el Colegio Electoral, aun perdiendo en el escrutinio primario (voto popular), Trump puede ser proclamado presidente si alcanza un número mayor de delegados a este cuerpo que su oponente demócrata de noviembre próximo (Joe Biden).

Trump arrastra desde su primer mandato una lista numerosa de promesas de campaña que hizo al electorado, de las que cumplió parcialmente con alguna pese a ser por un prolongado periodo dominante -como Partido Republicano- del legislativo estadunidense. Antes de 2015 (inicio de primera campaña) no se recuerda que en algún sitio se refiriera a un tema tan polémico como el aborto; para atraer a las confesiones pentecostales y neopentecostales ocupó un espacio destacado contra el liberalismo demócrata que lo admitió y aquellos que lo practicaron -decía- como política anticonceptiva.

Otro recordado caballito de batalla empleado fue la promesa de construir un muro de 3.200 km. en su frontera sur -con México- para impedir el tránsito migrante hacia el interior de EEUU: en el tiempo que tiene de gobierno se erigió el 0,05% de dicha cifra y la administración desvió miles de millones de dólares para decir que construiría el 20% del proyecto original antes de los próximos comicios. Lo que se aceleraron fueron los decretos antimigrantes y hoy la administración sigue rechazando pedidos de afincamiento, negando visados de trabajo y en medio de la pandemia expulsa y embarca contagiados con Covid-19.

Por otra parte, convirtió al Departamento de Justicia (y al propio Poder Judicial) en un apéndice obediente al servicio de su gestión. Sin embargo, es en el aspecto económico-sin considerar su desdeñable y detestable veta delirante de camorrista-fanfarrón- donde se muestra de cuerpo entero y justifica que un puñado de sociólogos y economistas lo incrusten en el cuadro de los dirigentes “populistas de derecha”. Al hacer eje en la materia durante su primera postulación, encendió al país porque el déficit fiscal rondaba el 7.9% (19,9 billones de dólares) y en 2016 (último año del ejercicio de Obama). Al finalizar el periodo de Trump, sin cifras ni estimaciones seguras acerca de en cuánto se vería afectada la economía de EEUU como consecuencia de la pandemia, al cierre de 2019 el mismo déficit se había incrementado en casi un 20%. Pero aquella primera postulación y su cifra le sirvieron a con oportunidad para proyectarse como el eventual salvador del país.

Según la creencia más común, la mala imagen que trasmite de sí el presidente de EEUU, la seguidilla incontenible de abandonos o expulsiones de su entorno, la salida de los acuerdos medioambientales de París, el combate a sus aliados en el seno de la Unión Europea y su golpeteo sistemático contra el Tratado Militar del Atlántico Norte (OTAN), hacen suponer que el triunfo no acompañará esta vez a Trump; ni en el voto popular ni- sobre todo- en el Colegio Electoral. Si le agregamos la debacle económica (y el sufrimiento que significará echarla a andar a contrapelo con la realidad) con millones de desempleados y desamparados de los servicios sanitarios a la comunidad junto con ellos los movimientos antisegregacionistas que despertaron tras el asesinato de Geoffrey Floyd y otros actos de notorio apoyo al apartheid estadunidense, parece ser que la suerte está echada contra Trump y los republicanos.

La última vela que le queda a la reelección es la de la delgadez de la memoria, los meses de distracción estival y la “compra” de un discurso de campaña vacuo e irrealizable que reiteren “primero EEUU” y “no soy político (aunque se asemeja bastante).

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