TURISMO PANDÉMICO: ¿A la conquista de nuevas cepas?
El comienzo de las vacaciones de julio muestra la intención de muchos uruguayos de salir al exterior después de un largo periodo sin viajar. ¿Tiene sentido arriesgarse a salir en este momento? ¿Es una nueva puesta a prueba del concepto de “libertad responsable” que ha presidido el manejo de la pandemia e nuestro país? ¿Cuál es el riesgo de introducir a nuestro país alguna de las nuevas cepas de Covid que andan circulando por el mundo? ¿Deberían los aspirantes a turistas esperar un tiempo más para satisfacer sus ansias? ¿Se puede catalogar esta actitud como egoísta o inconsciente? ¿Se debería impedir estos viajes? ¿Qué medidas se deben imponer a los viajeros a su regreso? ¿Alcanza con test PCR o se debe establecer cuarentena obligatoria?
Yo, después yo, y más allá el abismo por Mauro Mego
Cualquiera que ha leído mis pequeños aportes sabe de mis críticas a este gobierno de derechas que azota al país con sus políticas. De todos modos, he pensado muchas veces sobre qué pasaría en nuestro país si en algún momento tuviéramos que hacer frente a una invasión, a una guerra, o a una catástrofe mayor y debiéramos de verdad someternos a un racionamiento, tener que hacer verdaderos sacrificios por algo mayor, como nuestra vida o la de nuestros hijos. Pienso en la Europa de la Segunda Guerra, por ejemplo, y los esfuerzos de poblaciones enteras para no sucumbir. Aquí no faltarían quiénes alegaran que no están dispuestos a perder su “libertad” o sus “derechos”, no faltarían quiénes dijeran que “con su vida y su plata hacen lo que quieren”, que a ellos “nadie les puede prohibir” esto o aquello. Y algo de eso, lamentablemente está pasando.
Además de tener que luchar a diario contra los negacionistas más rancios y trasnochados, encima debemos luchar contra esa idea de que mis derechos individuales son una suerte de pase libre-y que nada se interponga-para hacer lo que sea, incluso en contra del bien general o la salud pública. Claro que el gobierno debe tomar medidas estrictas con las personas que salgan, para por lo menos dilatar la llegada de las nuevas variantes, que son más dañinas y transmisibles, pero no solamente tengo dudas de que el gobierno logre implementar alguna medida estricta (por su fanatismo ideológico) sino que tengo más dudas respecto del acatamiento que pueda haber sobre ellas. Porque claramente no hablamos de poblaciones marginales ni pobres cuando hablamos de viajeros internacionales. Muchos lo harán por trabajo o por cuestiones imprescindibles, pero no faltarán los que subidos a esa misma idea de libertad como “no-interferencia” y bajo el lema mágico de “nah, acá no pasa nada, yo me cuido”, harán viajes de placer. ¿Tan hondo ha calado la idea del individualismo y la maximización del disfrute como para que no se considere la posibilidad de quedarse en el país ante esta situación inédita? La respuesta es evidente. Basta con recorrer y ver a nuestro alrededor aquí mismo para ver cómo lamentablemente hay mucha gente que no puede hacer los más mínimos “sacrificios” en pos del bien general, de la salud de otros que padecerán las urgencias de nuestras diversiones. Y no es culpabilizar a la gente ante la ausencia de medidas, pero ciertamente que tampoco podemos eximirnos de toda responsabilidad siempre como meras marionetas. Debiéramos reflexionar que tal vez no somos ese paraíso de país educado, amable y solidario, sino que somos una jungla más dónde prima el interés individual por sobre lo demás.
Los intereses colectivos por Juan Pablo Grandal
Recientemente hemos visto una evolución bastante positiva en cuanto a la situación de la pandemia de COVID-19 en nuestro país. Según datos oficiales, por primera vez desde el 28 de marzo tenemos menos de 300 internados en CTI. En el día 28 de junio, se dieron 2309 altas y la cantidad de casos activos bajó en 1290 casos. Son noticias muy alentadoras, si bien queda aún un largo camino por recorrer, se demuestra que con el avance de la vacunación se está empezando a lograr los resultados deseados, de una consistente baja en los números de contagios, internados y muertes. Creo importante comenzar con estos datos positivos, para enmarcar un poco la discusión sobre el tema de hoy.
Personalmente, más allá de que económicamente no tendría los medios para realizar turismo internacional en este momento, no considero que incluso si los tuviera lo haría. Ya sin contar las dificultades burocráticas que los viajes internacionales conllevan en un contexto de pandemia, el riesgo de contraer el virus o compartir vuelo con alguien que esté contagiado y quedar varado en un país extranjero sin la posibilidad de regresar al Uruguay es un riesgo demasiado alto. Sinceramente cuestiono a quién en este contexto se quiera tomar el riesgo de lidiar con esas situaciones. De todas maneras, creo que quien entienda los riesgos debe tener permitido viajar, no creo deba estar en discusión el prohibirlo. Pero cada uno debe atenerse a las consecuencias de sus acciones.
En Argentina han trascendido los casos de algunos famosos que viajaron al exterior y ahora están limitados en su capacidad de regresar a la Argentina debido a ciertas limitaciones a los vuelos internacionales impuestas por el gobierno. Si bien podría ser discutido si esa decisión gubernamental es o no acertada, la verdad me parece que la responsabilidad de cada uno debe primar, no vale quejarse ante las dificultades de regresar a tu país cuando fuiste debidamente advertido repetidas veces de los riesgos que puede conllevar el turismo internacional. No creo que sea egoísta el elegir viajar en este contexto, pero sí es egoísta el pretender que los gobiernos prioricen las necesidades de la gente que elige viajar conociendo los riesgos. Los intereses colectivos deben siempre primar sobre los individuales o los de un grupo reducido.
En cuanto a las medidas que se deben imponer a quienes regresan, sinceramente está bastante por fuera de mis conocimientos argumentar en ese sentido. Tengo entendido que en la mayoría de países del mundo a los viajeros internacionales se les requiere tanto un PCR como una cuarentena por un período determinado de tiempo. En principio considero que ese sería también el camino adecuado a seguir con los nacionales uruguayos que regresen del exterior, pero sin duda hay gente con conocimientos mucho mayores en cuanto a virología que yo que pueda argumentarlo mejor.
Para finalizar, me parece importante destacar como hice al principio que estamos empezando a mostrar resultados positivos en cuanto a la pandemia, y creo que esos avances deben cuidarse bastante. Me parece importante que en cuanto a la apertura de actividades sociales se priorice lo local: reducir restricciones a comercios, reuniones sociales, teatros, cines, etc., como, por cierto, se viene haciendo. No veo un beneficio inmediato en promover el turismo internacional por parte de ciudadanos uruguayos, quien quiera hacerlo puede, pero debe tener bien en claro los riesgos y atenerse a las consecuencias de su decisión.
Señales por Bea Kon
Uno puede estar de acuerdo con las medidas tomadas durante la pandemia, o no. Eso será tema a tratar en otro momento. Pero lo que desde mi punto de vista ha fracasado, y más allá de lo dicho anteriormente, son las señales. Pasamos de estar en «quedate en casa» al «quédate en tu burbuja» y siempre adobado con la «libertad responsable». RESPONSABILIDAD que sabemos no es tal o no la es para todos, ya que hemos visto muchos casos de reuniones, fiestas o eventos clandestinos y más allá de que cada uno de nosotros haya cumplido con las consignas, sí conocemos a mucha gente que no ha seguido las normas recomendadas. No me voy a poner a analizar cada conducta, tampoco a criticarla, pero no pueden pedirnos que nos quedemos en nuestras casas, que nos quedemos en nuestras burbujas, que seamos responsables, mientras que nuestros políticos aparecen a cada rato en almuerzos, asados, reuniones de trabajo y de las otras, velatorios o entierros, selfies cara contra cara, etc. Digamos que no es ni un buen ejemplo, ni es coherente.
Abordando otro tema y respecto de los viajes, debo comentar que en mi caso no viajaría por placer. No es una necesidad básica como trabajar, sociabilizar, despejarnos la cabeza. Estas últimas van por otro andarivel, porque el virus no solo enferma el cuerpo sino la mente y el alma. Los niños, los adolescentes, los jóvenes, adultos, adultos mayores, todos en mayor o menor medida estamos y vamos a estar afectados psicológicamente. Estamos en guerra con un enemigo al que no vemos y las consecuencias no serán menores, es por esto que creo que las cuarentenas o restricciones son un arma de doble filo. Se trata de cuidar la salud (aunque no siempre funcione) en detrimento de la salud mental, que también nos puede llevar a enfermarnos gravemente y morir.
Volviendo al tema de los viajes y como mencioné anteriormente, yo no los haría, pero quién soy yo para juzgar a los demás. A quién sí puedo juzgar es al gobierno, que es quién tiene potestad de permitirlos. ¿Está bien? ¿Está mal? Estoy convencida de que no es el momento de realizarlos ya que hay nuevas cepas mucho más contagiosas, y esto puede traer más contagios y más muertes y por supuesto, más restricciones. Si yo tuviese la capacidad de decidir como gobierno, una vez autorizados los viajes al extranjero pediría un PCR al ingresar y otro a los siete días o 15 días de aislamiento obligatorio, y no como se propone ahora que en caso de hacerse el PCR al regreso tan solo indican como conveniente el autoaislamiento, cosa que adelanto no creo vaya a suceder en los casos de las personas vacunadas. Tarde o temprano van a aterrizar en nuestro país las nuevas cepas, es prácticamente irremediable, pero debemos hacer todo lo posible por que sea más tarde que temprano y de este modo habrá más gente vacunada y menos gente con chances de pasarla muy mal o de morir. Y en tanto no podemos dejar de insistir en que debemos cuidarnos y cuidar al otro, entonces manden una señal clara. ¿Quieren viajar? Pues en ese caso cuando vuelvan van a tener que hacer cuarentena para cuidarnos entre todos. SEÑALES.
Mi gato es un tigre por Fernando Pioli
Desde el principio de la pandemia sabíamos que el éxito del virus para circular entre nosotros gozaba de un formidable e indisimulable aliado: la humanidad. Es justamente nuestra naturaleza social la que alimenta y arrulla este monstruo que tiene aspecto de gatito, pero posee la recia mordida de un tigre. Esta apariencia de gatito, que se traduce en la expectativa de apenas padecer un resfriado, se descubre en la oscuridad con el poder de una mordida felina que ahoga y no deja respirar.
No visualizamos con claridad el peligro, porque preferimos ser optimistas. Nuestra naturaleza humana nos mueve a socializar, es inútil no verlo en la gente y en nosotros mismos, no en vano Aristóteles nos dijo animales políticos. Podemos llevar vida de ermitaños durante un tiempo, pero no mucho tiempo. Nuestro ser, inevitablemente social, nos mueve a movernos y salir, y casi sin querer encontrarnos con otra gente. En cuanto nos distraemos nos olvidamos de la pandemia, he ahí la razón del éxito del virus.
Pero el punto en que quiero detenerme es que la gente que ya no resiste el rigor de la pandemia, que se traduce en aislamiento y distanciamiento, no es que esté de viva. Es que realmente hay gente que ya no puede vivir así. Por eso me parece débil la justificación de la demora en la llegada de las vacunas, porque el tiempo sí era importante. No sólo es importante cuándo se termina de vacunar, sino también cuando se empieza. El tiempo es impagable y nos pasa factura.
Resulta ahora que vamos a permitir que la gente salga a hacer turismo en el exterior, donde se levantan restricciones y circulan variantes más peligrosas que están contenidas con vacunas mejores que las nuestras. Peor aún, vamos a permitir que vuelva a esperar que la coronavac aguante el chaparrón. Me permito sospechar de los resultados.
Asistimos ahora al retorno a la normalidad por la vía de los hechos, dado que evitamos la medida de control que sí era posible (reducir de modo drástico la movilidad por días) por la que es imposible (reducir de modo limitado la movilidad por tiempo indeterminado). Y una vez más, nos confiamos en los números que nos empiezan a mostrar el tierno gatito que creemos es el virus, para que en el momento menos pensado el tigre de dientes afilados vuelva a saltar sobre nosotros sin haberlo visto.
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