Un minuto después que Alvaro Delgado anunciara en el estrado de la Plaza Matriz que proponía llevar a Valeria Ripoll como compañera de fórmula para la elección presidencial de octubre de este año, redacté en la red X (ex Twitter) un xuit que tuvo devoluciones interesantes. “El Partido Nacional tiene que abrir las tranqueras del Lema”, dijo Luis Alberto de Herrera para explicar que con Nardone se podría construir la victoria que al final se logró en 1958. Hoy con el anuncio de Delgado de llevar como vice a Valeria Ripoll, se vuelven a abrir las tranqueras”, xuité. El objeto del posteo no era comparar el poderío en votos que tuvo el célebre “Chicotazo” con la potencial expresión electoral de Ripoll, sino reflexionar sobre el cambio de criterio del Partido Nacional para conformar su oferta de cara a las presidenciales de 2024. Es el “cambio de paradigma” del que habló el postulante nacionalista. El anuncio de Delgado fue un retorno a la audacia de propuestas como la de 1958, cuando los blancos al final cambiaron por victoria casi un siglo de derrotas frente a su entonces tradicional adversario, debido a una osada alianza que sacó al Partido Nacional de su zona de confort y lo llevó al gobierno. “Yo lo viví bien de cerca. Herrera fue a buscar acuerdo con Nardone y se trajo por lo menos 90.000 colorados. Después de 93 años en el llano, ganamos por 120.000 votos. Y además superamos a la UBD. Al primero que vi ligar esto con aquello, fue a vos. Aunque salvando la sideral distancia entre Nardone y su Liga Federal, con Ripoll. Veremos”, comentó por DM a propósito de mi posteo un viejo dirigente ruralista de matriz blanca, e hijo de uno de los fundadores de la Liga Federal de Acción Ruralista. Vale recordar que aquel pase hizo ruido tanto en las tiendas que abandonó como en las que lo recibieron. Antes del acuerdo con el herrerismo, Benito Nardone “Chicotazo” –que era de orígenes colorados- apoyó en forma activa el voto del Ruralismo al gobierno de Luis Batlle Berres. Pero pasarse formalmente con armas y bagajes al Partido Nacional, y cruzar de Lema en aquellos años, provocó al interior de su columna un cisma protagonizado por ruralistas colorados que se negaron de modo rotundo a votar bajo el Lema de los blancos. Al final ese grupo rompió con el Ruralismo y formó un nuevo partido político que también comparecería en las elecciones de 1958, bajo el Lema Unión Demócrata Reformista (UDR). Pero como en política todo tiene que ver con todo, nada de aquello es demasiado lejano de la actualidad. Aquel desgajamiento no fue pequeño ya que en los comicios de 1958 la UDR logró dos Diputados, el primero de los cuáles fue Alberto Manini Ríos, hijo de Pedro Manini Ríos presidenciable a comienzos del Siglo XX por el Partido Colorado Gral. Fructuoso Rivera (los “colorados riveristas”), que disputó el liderazgo del coloradismo a José Batlle y Ordóñez, y a la vez, padre del actual líder del partido Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos. Ruidos parecidos sucederían por el lado de los blancos, donde la llegada de Nardone ofreció resistencias entre algunos referentes del cerno, y hasta llegó a ser descalificado por algún notorio dirigente como “la comadreja colorada que se había colado en el gallinero blanco”. Pero eran otras épocas. El tiempo terminó por amalgamar aquella alianza y fue causa eficiente de que se modificaran costumbres en materia de lealtades tradicionales a los Lemas históricos. Salir del molde La disruptiva decisión de ofrecer el nombre de Valeria Ripoll para integrar la fórmula presidencial blanca –lo que aún debe ser ratificado por la Convención Nacional del PN de agosto- fue una apuesta intrépida que va más allá de lo estrictamente electoral. Hace más de una década que el Partido Nacional es refugio para votantes decepcionados del FA, volviéndose hogar no solo de muchos antiguos blancos que en su hora se marcharon del Lema y luego regresaron, sino también tienda política para frenteamplistas de marca. En la superficie se conocen desde hace tiempo algunos retornos notorios como los de Jorge Saravia o Darío Pérez, ambos de reconocida matriz blanca, pero en niveles de menor visibilidad pública el fenómeno se multiplicó como puede registrarse en redes y en los pasillos de la militancia política. Algo diferente y a la vez paradigmático fue el caso de Graciela Bianchi, exponente de arraigada tradición frenteamplista que en 2013 cruzó de Lema y desde entonces ha ocupado destacados sitiales por el Partido Nacional. Desde su banca senaturial ha sido formidable gladiadora del oficialismo, y ocupó en varias ocasiones de forma interina la Vicepresidencia y la Presidencia de la República, sin que se notara su antiguo pasaje por el Partido Comunista. Para muchos lo destacable de la fórmula blanca fueron las expresiones de malhumor que la propuesta de Ripoll provocó en algunas tiendas, aunque la verdadera noticia fuera que los blancos con esta oferta electoral intentan captar electorado que hoy no revista en el Lema. Algo parecido a lo que provocaron Hugo Batalla en la candidatura presidencial de Julio María Sanguinetti, y Rodolfo Nin en la de Tabaré Vázquez. La propuesta de Ripoll además de mostrar que en el Partido Nacional no hay techo para los que vienen de otras tiendas, evidencia la importancia que los blancos le otorgan a la militancia que ofrece perfiles sociales. El nombre de una dirigente sindical, por añadidura, de golpe dejó sin efecto parte importante del ejercicio argumental elaborado por una oposición acostumbrada a estigmatizar a los blancos con estereotipos del siglo pasado, y los obliga para 2024 a ser algo más imaginativos.
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