Fueron millones los que festejaron la impertinencia del periodista Jorge Ramos, de la cadena Univisión, cuando en la campaña por la presidencia de los Estados Unidos, en Iowa, llamó la atención de Trump para pedirle detalles de sus planes sobre la construcción de un muro entre los Estados Unidos y México, su política inmigratoria, y sus anuncios de que, en caso de ganar las elecciones, expulsaría a 11 millones de indocumentados.
Trump, despectivo, le contestó que se fuera a Univisión, pero Ramos insistía, y Trump clavó sus ojos de águila en uno de los guardaespaldas que protegían al candidato. El gigante cruzó la sala y lo tomó por un brazo para exigirle que se retirase de la sala. Ramos le contestó que, aparte de periodista era un ciudadano estadounidense y que él no lo podía expulsar por hacerle preguntas a un candidato. Jorge Ramos fue expulsado de la sala, pero la cosa no quedó ahí. Varios periodistas de origen latino retomaron las preguntas de Ramos, y echaron en cara de Trump que en el país de la libre expresión se expulsase a un periodista de la sala. La mediación surtió efecto, y el periodista de Univisión fue, finalmente, aceptado nuevamente en la conferencia de prensa.
En la historia de Jorge Ramos aquel encontronazo con Trump no fue un hecho aislado, pero hasta el día de hoy se recuerda y define su personalidad.
Durante 18 años solicitó, sin suerte, permiso para entrar a Cuba. El régimen se lo negó, sistemáticamente. Pero no bajó los brazos y siguió buscando la entrevista con Fidel Castro. Por fin pudo acercársele durante la Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, en 1991. Consiguió un espacio para meter su cuerpo enjuto entre los guardaespaldas mientras caminaba entre la cabaña que tenía asignada y la sala de reuniones. Ramos no podía perder tiempo, hizo una breve introducción respecto a los cambios que se estaban produciendo en los países socialistas del Este europeo, y preguntó si también había llegado el momento de producir cambios en Cuba. Castro había rodeado con su brazo los hombros de Jorge Ramos, y comenzó a dar una explicación que consumía los pocos metros que le quedaban a Ramos para sacarle algo jugoso. Entonces, interrumpiéndolo, le preguntó si no había llegado el momento de someter su régimen a plebiscito. Todo sucedió en un instante: Castro cambió de semblante, retiró el brazo del hombro de Ramos, y los guardaespaldas lo apartaron del camino.
Jorge Ramos tiene bien ganada su fama de periodista insoportable para sus entrevistados, y de su filoso estilo no se escapó ni Obama, cuando en una entrevista le echó en cara las deportaciones de latinos, y hasta lo llamó el Deportador en Jefe. En otra ocasión le recordó informes del Senado en que se reconocía que Estados Unidos utilizaba la tortura de forma sistemática en los interrogatorios a que se sometía a los prisioneros de guerra.
Esta semana, Jorge Ramos volvió a ser noticia, a pesar de que no es novedad la forma en que encara sus entrevistas. Reivindica el papel del periodista en su privilegio de estar cara a cara con el poder, porque ningún ciudadano común tiene ese privilegio. El periodista tiene la posibilidad de que su trabajo tome estado público, y genere un hecho que cuestione directamente a quien cualquier ciudadano quisiera cuestionar. Esa es una libertad que, en ocasiones, no resulta gratuita, y hasta puede ser peligrosa, bien por el riesgo de vida que implica, o por la censura, o porque existe, en muchos casos, el riesgo de perder el trabajo.
El pasado 25 de febrero, Jorge Ramos pudo entrevistar a Nicolás Maduro, en el Palacio Miraflores, sede de la Presidencia. Era un momento difícil para Maduro. Más de 50 países habían reconocido a Juan Guaidó como Presidente legítimo de Venezuela, tras unas elecciones sin opositores, sin observadores internacionales, con los principales partidos de la oposición proscriptos, sin delegados de los mismos en las mesas de votación, y con la renuncia de la empresa contratada para operar el sistema electoral. Maduro no tenía muchas opciones para enfrentar la creciente oposición de gobiernos que hasta entonces parecían favorecerlo, al menos con su silencio.
El equipo de Jorge Ramos llevó, para hacer su trabajo, cuatro cámaras digitales. Junto a cada una de las cámaras, la gente de Maduro ubicó sus propias cámaras. Pero Ramos se había preparado y sabía que debía ser muy directo. Si le preguntaba cómo estaba la economía en Venezuela Maduro utilizaría su propio tiempo en contestar lo que sería su versión de la crisis. Ramos empezó su entrevista con estas palabras: “Usted sabe, usted no es el presidente legítimo. Entonces, ¿cómo le llamo? Para ellos (el Parlamento) usted es un dictador.” Maduro alzó su ya célebre pequeña Constitución y le preguntó si sabía qué era eso. Ramos le contestó lo que era, y Maduro, entonces, le dijo que tenía que adjudicarle el tratamiento que le da la Constitución. “Pero 52 países no lo consideran a usted el presidente legítimo…”
La entrevista está en todas las redes sociales, qué dijo uno y qué dijo otro, ha dado la vuelta al mundo esta semana. Pero lo revelador es que sale a la luz tres meses después de haberse realizado, y no porque Univisión se haya demorado sino porque aquella entrevista fue interrumpida, Maduro se levantó de su asiento y dejó a Jorge Ramos en manos de su gente. Las cámaras, las tarjetas de video donde se estaba grabando fueron confiscadas, y todo el equipo fue expulsado de Venezuela con las manos vacías. Lo que estamos viendo en las redes sociales no es la entrevista que realizó Jorge Ramos sino la que grabaron las cámaras de Maduro. Alguien de su entorno consiguió hacerse de una copia, la única que hay, todas las otras fueron borradas. Sólo alguien de la máxima confianza de quien ocupa el Palacio de Miraflores pudo haberla hecho llegar a Univisión.
El reportaje de este periodista incómodo dejó en evidencia la soledad del poder de Maduro, con más claridad que mediante cualquier otra argumentación,
POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES
Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.
Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.
Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.
Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo.
Conozca aquí las opciones de apoyo.