Fue amor a primera vista. Tal vez se tratara de que lo encandiló su sonrisa. O quizá fuese el contraste de su piel con el rojo del vestido. O la elegancia de sus piernas cruzadas, con la carterita sobre las rodillas. O la sumatoria de todos esos detalles… No importa. Lo cierto es que quedó prendado de ella.
Ocurrió, hace ya varios años, durante uno de sus viajes a la capital del departamento norteño. Y desde entonces, cada vez que visita la frontera, acude a su encuentro.
La dama, fiel, lo espera, sentadita en el mismo lugar, a la entrada del Museo Departamental de Artes Plásticas de Rivera.
Mas no siempre estuvo allí. Otrora, su creador (su padre, podría afirmarse sin error), el escultor Miguel Anollés Egaña, la colocó en la parte superior de la fachada de la Casa La Negra, un comercio que abría sus puertas en la intersección de la Avenida Brasil y Nieto Calvera. Desde su sitial, de 1923 a 1981, vio transcurrir ante sus ojos de alegre brillo los aconteceres de la vida del barrio próximo a la estación del ferrocarril.
En la actualidad, quien desee conocerla en persona no tiene más que acercarse al número 452 de la calle Agraciada. Empero, ha de saber que, al hacerlo, se expone a ser víctima del mismo embeleso que cautivó al cronista.