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Una historia repetida por Luis Nieto

Una historia repetida por Luis Nieto
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En 1978, la dictadura de Anastasio Somoza asesina al director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro, un hecho que conmovió a Nicaragua, y que acabó siendo un detonante para que la población se volcase en apoyo del Frente Sandinista de Liberación Nacional. El FSLN, de ser una organización guerrillera dividida, en marzo de 1979, logró un acuerdo de paz interna, con el que consigue la incorporación de amplios sectores políticos y sociales. El 20 de julio de 1979 el FSLN entra en Managua y forma un gobierno que reflejaba las expectativas políticas de la oposición al somozismo: socialdemócratas, marxista-leninistas, cristianos influenciados por la teología de la liberación, juntos en la reconstrucción del país.

A principios de 1980, tras la invitación del entonces ministro de Relaciones Exteriores, el sacerdote Miguel D’Escoto, Wilson Ferreira Aldunate visitó Nicaragua. En una de las actividades de la gira, visitaron una unidad militar donde estaban presos los principales jefes militares, acusados de violación a los Derechos Humanos. Al mediodía Wilson y sus acompañantes compartieron la mesa con los custodias. Al lado de Wilson estaba sentado un soldado muy joven que tenía la difícil misión de vigilar a los que habían asesinado a toda su familia. El muchacho le contó a Wilson cómo había sido el asesinato. Wilson quedó conmovido. Lo primero que le surgió fue preguntar al muchacho si no sentía la tentación de matarlos a ellos. El soldadito hizo una pausa, miró hacia abajo y le contestó: “No, señor, es que nosotros somos mejores.” Esa respuesta sincera, conmovedora, mantiene en alto la ética que hizo posible la enorme participación de la ciudadanía y el apoyo internacional.

El gobierno sandinista, presidido por Daniel Ortega, fue derrotado en las urnas, en 1990, por Violeta Barrios de Chamorro, la esposa del asesinado Pedro Joaquín Chamorro, y madre de Cristiana Chamorro, actual aspirante a la presidencia de Nicaragua, en las próximas elecciones del 7 de noviembre. La hija del asesinado periodista Chamorro y de la ex presidenta Violeta Barrios, según las encuestas, tiene un 21% de adhesión frente al 30% de Daniel Ortega. Chamorro no pertenece a ningún partido político. A 5 meses de las elecciones, su figura se sitúa como la más clara aspirante a la presidencia, una contrincante capaz de aglutinar el voto de toda la oposición.

Pero Daniel Ortega no ha perdido el tiempo. En un ejercicio de corte y pegue ha actuado como Nicolás Maduro, echando mano a la acusación de lavado de activos. Chamorro fue incomunicada en el segundo piso de su casa, sin acceso a la asistencia de su abogado. Pero Ortega no se detuvo ahí. Tras la detención de Chamorro, también el ex Vice-Canciller sandinista, embajador ante las Naciones Unidas y negociador del proceso de paz entre 1979 y 1990, Víctor Hugo Tinoco ha sido detenido bajo la acusación de incitar a la injerencia extranjera, y celebrar las sanciones internacionales contra miembros del gobierno de Daniel Ortega. Un total de 13 opositores han sido detenidos, 4 de los cuales son aspirantes a la presidencia en las próximas elecciones del 7 de noviembre. Aparte de la ex comandante del FSLN, Dora María Téllez, conocida como Comandante 2, también ha sido detenido el general retirado Hugo Torres, otro de los militares icónicos del sandinismo.

Daniel Ortega, de 76 años, aspira a un cuarto mandato consecutivo, cerrando un patético círculo que comenzó con una causa noble, que no le perteneció a Ortega, pero, como en la casi totalidad de las experiencias inspiradas en la lucha guerrillera, tuteladas por el régimen cubano, terminó en la macabra pirueta de volver a los orígenes de la lucha, suplantando al dictador que había aglutinado a amplios sectores populares en su contra. América Latina se ha cubierto de sangre inocente, de jóvenes idealistas que creyeron con fervor en el “aquí y ahora”, un presente de grandes cambios generacionales que se esfumó con la misma facilidad que habían aparecido en casi todo el mundo.

El sandinismo convocó al pueblo nicaragüense a derrocar un dictador sanguinario. Daniel Ortega, el actual presidente va por el tercer período consecutivo, acompañado en la vicepresidencia por su esposa, Rosario Murillo, y varios de sus hijos ubicados en sitios destacados del gobierno. En 2018 el tándem Ortega-Murillo ahogó en sangre las manifestaciones populares en contra de la reforma de la Seguridad Social. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cifra de muertos se elevó a 320 personas.

Una vez más, la situación en Nicaragua no se diferencia de otras que incumben a la izquierda, que la interpela, le exige definiciones con respecto a su compromiso democrático. ¿De qué se trata esto? Los uruguayos combatimos con las armas de la razón y la ética a la dictadura que usurpó el poder en 1973. Cuando se dice esto sabemos de qué hablamos. El Frente Amplio ganó la voluntad de los uruguayos y gobernó durante 15 años. Perdió las últimas elecciones y aceptó el resultado de las urnas. En nuestro país, y en democracia, el poder no es eterno, hay que renovar la relación con los ciudadanos, y es lo que ha hecho grande a un pequeño país como el nuestro.

Daniel Ortega está limpiando el panorama electoral de todos los posibles candidatos que se le oponen, varios de ellos antiguos compañeros de lucha. Eso la izquierda uruguaya no debería aceptarlo, no se puede esconder tras la excusa de que se debe respetar la libre determinación de los pueblos cuando se trata de Derechos Humanos. Cuando los uruguayos sufrimos en carne propia los abusos de la dictadura apelamos a esa solidaridad internacional para defender nuestros derechos.  Lo menos que la izquierda debe hacer, ya que reivindica para sí el protagonismo de la lucha contra la dictadura, es denunciar la situación en Nicaragua y exigir elecciones libres, sin proscripciones el próximo 7 de noviembre.

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