En noviembre del año 1983, Eduardo Darnauchans se presentó acompañado por Bernardo Aguerre en el restorán «El Palenque» de la ciudad de Maldonado, en un encuentro que se llamó «Abrimos la Noche». Este ciclo de música popular era organizado por el periodista Carlos Peláez y contó con la participación de diferentes artistas, en un momento por demás especial del país y la región. Es año fue muy importante ya que fue el año bisagra, el de la apertura hacia la democracia. Fue la posibilidad tangible de salir sin miedo a la intemperie, luego de la asfixia material y espiritual que había impuesto la dictadura militar. Precisamente, en aquel momento el Darno estaba recomponiéndose de una larga censura, agravada por el hecho del hostigamiento personal de cierto (siniestro) personaje del aparato represivo de la policía. Una paradójica prohibición que no le permitía cantar en vivo pero sí publicar su material; en esa tensión entre insensatez y perversión en la que oscilaba la censura de turno. Del espectáculo en sí no tengo la información técnica, que el poeta rochense Gonzalo Fonseca (1964) recogió y publicó en su canal de YouTube hace varios años. El recital que constó de 13 canciones y un bis se llevó a cabo el día 23 de noviembre de 1983 y tuvo la participación de la cantante Sandra Silvera como artista de apertura. El registro que termina siendo un documento histórico, pone en consideración varios puntos. Uno, la calidad vocal de Darnauchans quien estaba en su mejor momento artístico, pese a la contrariedad que atravesaba en lo personal y laboral. Luego, su poder de comunicación y su carisma. Quizá el Darno haya sido el cantante uruguayo de esa época que más dominó el escenario y al público, con el phatos clásico de un frontman. Y otro apunte no menor: la química con Bernardo Aguerre (1953-2022), enorme músico y guitarrista, y su ladero de mil y una batallas. Lo cierto es que en esa noche se vivió un hecho trascendente, pues la música y la poesía rasgaron por un momento la cortina de la densa niebla, iluminando a los presentes y a los ausentes -simbólicos y materiales-, porque mientras el Darno actuaba, las cárceles aún estaban repletas de presos políticos y eso habrá sido muy tocante para el público, pues la sola posibilidad de cantar (más para alguien que venía de una dura prohibición) ya era un enorme acto de rebeldía y de libertad.
El recital empieza (en el orden en el que aparece en YouTube) con la hermosa balada «Resumen» que abría el disco «Zurcidor» de 1981. La canción habla en clave poética de su polémica con cierto periodismo musical que lo acusaba de tener una estética extranjerizante. «Si vengo de un sitio parecido al sur/ porqué no me duelen el frío y la luz», dice el poema. Termina con «yo soy lo que canto y adiós que me voy». Comenzar así un concierto era más que una declaración de principios. En el número 3 aparece la enigmática «Nieblas & Neblinas», que no solo relata su tormentosa relación con el pueblo Minas de Corrales, “donde había la pureza implacable del olvido» (con una versión descarnada y serena, como si caminara por un terreno «minado» de dolorosos recuerdos que se tratan de exorcizar), sino de la situación general de un país vuelto páramo. Su talento para la melodía se palpa en la melancólica “Tristezas del Zurcidor”. El dominio del aspecto melódico aquí es notable y demuestra que existía en Darnauchans una idea clara de la armonización, que en definitiva forma parte insoslayable de la estructura de cualquier línea melódica. A veces se afirma que tipos como Darnauchans o Rada, componen “solo melodías” y un instrumentista llega y armoniza la cuestión. Creo que el Darno tenía muy claro qué armonía la sostenía. Una pieza fundamental de este recital es el estreno (?) de “Desconsolados 2”. Una versión maravillosa y espeluznante. Aquí el autor explica que está “trabajando en más textos sobre desconsolados”, y la pregunta que surge es dónde estarán esos textos. El número 5 es una brillante interpretación de “Final” (Darnauchans/ Cunha), que está entre las mejores intervenciones vocales de la balada emblemática de su repertorio. Aquí se detiene el tiempo y hay un duende que canta y embellece la noche. En el 9 aparece “Del rojo pelo” con texto de Washington Benavides. Una íntima canción que se pasea por varias tonalidades sin que nos demos cuenta, con una melodía que deja un halo de misterio. El bis tuvo una “involuntaria” boutade para los funcionarios del régimen (que quizá anduvieran por ahí, mosqueando). El Manuel Flores del poema de Borges, que conoce su destino porque “morir es una costumbre/ que sabe tener la gente”, era cualquiera de los manuelflores que estaban en ese preciso momento atravesando una terrible circunstancia vital en manos de verdugos bien concretos. Lamentablemente no cuento con la información de quién guarda hoy la grabación original del espectáculo. Considero que se necesita una edición formal, que mejore el audio, para que el público en general pueda disfrutarlo. Incluso los que aún desconocen la obra de Eduardo Darnauchans y tienen el derecho de conocerlo.
Afiche original: Carlos Rodríguez Ruiz
Eduardo Darnauchans: voz y guitarra
Bernardo Aguerre: guitarra, arreglos
Restorán El Palenque, noviembre de 1983
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