Universidad de la Educación: ¿es el camino? por Rodolfo Ungerfeld

El Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Educación y Cultura, volvió a presentar un Anteproyecto de Ley para crear la Universidad de la Educación. Según el documento, su objetivo principal es dar respuesta a los “…desafíos actuales que enfrenta la formación educativa en el país. Este nuevo centro académico tiene el potencial de fortalecer el desarrollo profesional y la carrera docente”. El planteo central apunta a “enfrentar el desafío histórico de fundar una institución universitaria que se dedica exclusivamente a la formación en educación”.

Más allá de los muchos aspectos discutibles u opinables, esta idea contiene un punto esencial:  se propone crear una universidad que se dedique solo a la formación en educación. Por si quedaran dudas, el texto aclara que “la verdadera innovación en el diseño de esta nueva institucionalidad educativa reside precisamente en alcanzar una síntesis entre la especificidad pedagógica y la capacidad para abordar críticamente las dimensiones políticas y sociales de la educación.”. Finalmente, añade que “la propuesta implica integrar a la nueva universidad a profesionales con experiencia en formación en educación, expertos vinculados a diversas instituciones educativas formales y no formales, así como académicos dedicados a reflexionar sobre el sistema educativo desde una perspectiva amplia”.

Ahora bien, para formar docentes encargados de enseñar distintas disciplinas en la educación primaria o secundaria, ¿el perfil universitario de su formación debe basarse exclusivamente en educación? Según el planteo, la formación en las disciplinas específicas en las que se desempeñen los docentes seguiría sin tener nivel universitario. Una institución, para ser considerada universidad, debería impartir educación superior, generar conocimiento y otorgar grados académicos en un marco de libertad académica, donde la enseñanza y la investigación estén estrechamente vinculadas. ¿Por qué en el mundo se entiende que la enseñanza universitaria debe basarse en la investigación? Porque formar profesionales universitarios implica comprender cómo se genera el conocimiento, adquirir herramientas para poder abordarlo y poder transmitirlo. Eso no se logra únicamente con libros, sino a través de un modelo de formación que no se limite a repetir información, sino que permita a los estudiantes participar activamente en los procesos de generación de conocimiento. En cualquier universidad consolidada del mundo se espera encontrar vida académica, intercambio continuo y actualización permanente. Los estudiantes se forman inmersos en ese entorno.

Hoy, el acceso a la información es cada vez más amplio, pero la frontera del conocimiento avanza a un ritmo acelerado, por lo que resulta indispensable formar profesionales con capacidades más que simples contenidos. El paradigma del docente que “transmite conocimiento” porque dispone de más información que sus estudiantes ha quedado obsoleto. Es imposible predecir qué conocimientos serán necesarios dentro de una o dos décadas. Entonces, ¿cómo se espera formar profesionales universitarios para que enseñen disciplinas en las que no han comprendido cómo se genera el conocimiento?

¿Debe una universidad que forme educadores tener vida académica en torno a las disciplinas vinculadas a la educación? Sí, por supuesto. Pero, ¿es eso suficiente para garantizar una formación universitaria completa? No. De hecho, el propio planteo de que la institución se dedique exclusivamente a la formación en educación la limita e impide cumplir ese objetivo. ¿Cómo se formarán los futuros docentes de literatura, física, geografía o química en sus respectivas áreas? Tal como se propone, la institución limitaría su actividad en estas disciplinas al dictado de clases, sin desarrollar vida académica en estos campos. Resulta llamativo que una universidad destinada a formar docentes en distintas materias no contemple la generación de conocimiento en ellas, sino únicamente en temas educativos. Tampoco se plantea incorporar recursos humanos con capacidad para investigar en esas áreas, sino solo especialistas en formación en educación. Así, un futuro docente podrá dominar las corrientes pedagógicas, investigar sobre herramientas didácticas o diseñar evaluaciones, pero no contará con formación académica sólida en biología, astronomía o historia. No habrá equipos de investigación, laboratorios ni contacto con académicos de alto nivel en esas disciplinas. En consecuencia, la formación disciplinaria seguirá dependiendo del esfuerzo individual de los docentes, incluso dentro de una institución universitaria.

¿Podrá esta universidad alcanzar calidad académica en temas de educación? Sí, sin duda. Pero se espera que la creación de una universidad sirva para desarrollar nuevas capacidades, no solo para consolidar las ya existentes. Cuando el conocimiento de las disciplinas avanza más rápido de lo que pueden seguir quienes solo repiten información, la brecha entre capacidades y necesidades se amplía. Si el conocimiento no se genera ni se actualiza, inevitablemente se degrada.

Sorprende que este aspecto no esté en discusión, cuando justamente es la base sobre la cual se han creado y desarrollado las universidades en el mundo que aspiran a la excelencia. Existen múltiples experiencias, con resultados diversos, pero parece que la propuesta actual no las ha considerado. Entonces, ¿es ese el camino? Tal como está planteada, la iniciativa parece orientarse más a resolver problemas corporativos que a responder a las verdaderas necesidades de la sociedad.

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